¿Hay un solo tipo de inteligencia?
La respuesta corta es que no lo sabemos; la larga es una ventana al futuro
La mayor concentración de cerebros de Alphabet, la empresa matriz de Google, no está en Silicon Valley, sino en el corazón de Londres. Se llama Deep Mind, y no solo ha demostrado en estos años ser la vanguardia de la inteligencia artificial, sino también que se trata de una institución científica de pleno derecho, pues publica sus resultados en las revistas profesionales donde los puede ver todo el mundo. Esto es una innovación en el sector, pues Google y los demás gigantes californianos se han distinguido desde su origen por clasificar su ciencia como secreto industrial. Por alguna razón, los de Londres no son así. Lee en Materia cómo su sistema estrella, Alpha Zero, ha empezado a trascender las funciones estrictas para las que fue concebido (ganar al juego chino del go, más complejo que el ajedrez) para ocuparse de otras distintas, de momento otros juegos que no tienen nada que ver, después quién sabe.
Ese salto de un ámbito a otro es una de las propiedades más desconcertantes del cerebro humano. Este órgano, el objeto más complejo del que tenemos noticia en el universo, evolucionó seguramente para mejorar las estrategias de caza, el cuidado de la prole y la comunicación entre especímenes. No se entiende entonces por qué ha sido capaz de concebir no ya la relatividad de Einstein, que suena rara pero se puede entender, sino incluso la mecánica cuántica, que por definición es incomprensible. Nuestro cerebro es la prueba viviente de que un sistema complejo, inteligente y consciente no solo sirve para lo que ha sido diseñado, sino también para entender otros aspectos del mundo. Como dijo Einstein, lo verdaderamente incomprensible es que el universo sea comprensible. Que se avenga a las verdades matemáticas, que pueda explorarse mediante la observación, el experimento y el razonamiento avanzado: que observe las leyes de la naturaleza al mismo tiempo que las crea desde la nada.
Nuestro cerebro es la prueba viviente de que un sistema complejo, inteligente y consciente no solo sirve para lo que ha sido diseñado, sino también para entender otros aspectos del mundo
De ahí viene el “cero” de Alpha Zero, de que aprende conceptos abstractos por sí mismo, unos conceptos que nadie le había programado, pero que él descubre a base de jugar partidas contra sí mismo, como hacemos los humanos todo el rato antes de confrontar nuestras ideas contra la dura realidad. En el juego del go, Alpha Zero se permitió una chulería que tiene admirados a los científicos que lo crearon. Durante siglos, los grandes maestros del go han desarrollado unas cuantas estrategias de muy alto nivel, que no se pueden expresar en movimientos concretos, sino más bien en nubes abstractas de movilidad de las piezas. Eso es lo que distingue a un gran maestro de un mero buen jugador. Alpha Zero no solo descubrió en cuestión de horas esas pericias abstractas que a los jugadores humanos les habían costado siglos, sino que tuvo las santas agallas de descartar algunas por ineficaces y de inventar otras nuevas que jamás se le habían ocurrido a nadie. Y encima ganó.
¿Hay un solo tipo de inteligencia, solo que puede ser mayor o menor? Buena pregunta.
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