La solución mexicana
Es preciso un ambicioso plan que vaya a la raíz del problema de la Caravana de migrantes hacia EEUU
Los choques del pasado domingo entre la policía de EE UU y cientos de personas pertenecientes a la caravana migrante que pretendían entrar en ese país desde Tijuana son un claro indicador de la grave crisis humana y probablemente política que se cierne en la frontera entre EE UU y México.
Durante varios meses, desde que se conociera que, ante la situación límite de seguridad y expectativas en varios países, miles de personas se habían puesto en marcha desde Centroamérica con la intención de llegar a pie a Estados Unidos en busca de una salida vital, no ha habido una respuesta política coordinada. Miles de hombres y mujeres —la mayoría de ellos jóvenes— han caminado durante semanas. Y miles siguen poniéndose en marcha todavía hoy para huir de una realidad donde casi la única salida viable es unirse a los grupos violentos que, junto a la pobreza, la corrupción y la ineficacia política, están destruyendo la institucionalidad de sus países.
Unos 7.000 ya se encuentran en la frontera con EE UU en los alrededores de la ciudad mexicana de Tijuana, pero está previsto que su número siga aumentando a medida que se incorpora el río de personas que forman parte de este movimiento. En su reacción, Donald Trump se ha ceñido al guion habitual que viene caracterizando su gestión, comenzando por amenazas lanzadas a través de las redes sociales —incluyendo el envío del Ejército a la frontera—, siguiendo por una falta total de iniciativa práctica y anunciando medidas que empeorarían más la situación general, como el cierre total de la frontera. El intento de entrada masiva del domingo no ha sido más que una escaramuza, y Trump haría bien en escuchar a sus propios servicios migratorios y tener preparado un plan de gestión que fuera más allá del lanzamiento de gases lacrimógenos.
Pero además de la gestión inmediata urge atajar el problema de raíz no solo para solucionar esta crisis de inmigración irregular, sino, sobre todo, para evitar el hundimiento social de una zona vital del continente americano. Y en este sentido resulta absolutamente procedente la propuesta hecha por Marcelo Ebrard, que dentro de pocos días será ministro de Exteriores de México a las órdenes de la nueva presidencia de Andrés Manuel López Obrador, quien la asume el sábado. La nueva Administración mexicana propondrá que EE UU y Canadá elaboren un ambicioso plan de inversiones y reconstrucción dirigido a los países de origen de los migrantes. La propuesta del Gobierno mexicano será presentada los días 10 y 11 de diciembre en la Conferencia Intergubernamental para el Pacto Mundial sobre Migración. El proyecto merece el apoyo internacional, entre otros de España, que ha visto cómo las ayudas al desarrollo son más eficaces que la contención policial en las fronteras.
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