El rap de las ‘reformas estructurales’
El Fondo Monetario Internacional y la OCDE tienden a confundir 'reforma' con 'recorte'
No es descartable que algún día los organismos internacionales que iluminan con sus análisis la confusa situación de la economía española desciendan de su cumbre y expliquen a la ciudadanía sedienta de saber lo que hay que entender por reformas estructurales. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y la OCDE repiten a coro la melopea, a modo de rap, de la urgencia o conveniencia, según vaya el informe, de iniciar o mantener las reformas estructurales seguido para, también según los casos, consolidar el crecimiento económico o elevar la productividad de la economía. El último informe del Fondo sobre España contiene una frase memorable: “Las difíciles reformas estructurales que España acometió en respuesta a la crisis financiera global continúan dando sus frutos”. Sí, fueron difíciles, pero ¿para quién? En cuanto a los frutos, ahí están, en forma de precariedad, salarios menguantes y resistencias orgánicas a subir el salario mínimo.
Mientras la OCDE y el FMI no nos aclaren qué es una reforma estructural, podrían avanzarse algunas hipótesis, por si sirven de aclaración. Reforma estructural sería una Reforma Tributaria integral, orientada a elevar la recaudación del Estado, que subiera la progresividad de los impuestos directos y acabara con las deducciones muertas en Sociedades; o una Reforma de los Mercados (comunicación, energía), encaminada a reducir los costes y los precios, que rompiera las situaciones de dominio de una, dos o tres corporaciones en cada mercado; o una reforma total de la legislación sobre Vivienda.
Sospechan los autores más preclaros que no es esto lo que el FMI y la OCDE entienden por reformas estructurales. Más bien tienden a confundir reforma con recorte. Su paradigma de reforma estructural sería la Reforma Laboral del primer Gobierno de Rajoy, que ni fue reforma (más bien retroceso de rentas y calidad de contratación) ni afectó a otras estructuras que a las economías domésticas de los asalariados.
Ilústrennos sobre qué es una reforma estructural; dígannos, si es posible, cuánto cuestan y quién las va a pagar. Y que nos aclaren también por qué la receta eterna es ajustar el déficit y la deuda, en tiempos de “bonanza”, para no incurrir en políticas procíclicas y en tiempos de recesión porque hay que apretarse el cinturón. Por fas o por nefas, la píldora siempre es la misma.
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