¡Putas!
Activistas de Femen pusieron el cuerpo literalmente para boicotear una manifestación fascista en Madrid
Escribo esta columna el 20 de noviembre, mientras veo sumarse las noticias sobre ciudadanos españoles enalteciendo el fascismo. Amanecíamos con la noticia de una Virgen del Pilar con atuendo falangista; poco después, el bisnieto del dictador Luis Alfonso de Borbón convocaba a sus seguidores de Twitter a una misa en honor del difunto en una iglesia de la calle de Serrano de Madrid. No contento, cantaba en otro tuit su “insuperable obra: la clase media, la Seguridad Social, las viviendas protegidas, las carreteras, las universidades, los hospitales, las industrias, los pueblos, los pantanos y los bosques”. Ahí es nada. Pero no es la única misa de hoy, también ha habido otra matutina en Cuelgamuros, cómo no, a la que también ha acudido el Borbón acompañado de unas 400 personas que, en paz y armonía, han hecho sus saludos fascistas delante de la tumba del dictador.
Hace unos días veíamos a tres activistas de Femen poniendo el cuerpo, literalmente, para boicotear una manifestación fascista en el centro de Madrid. La concentración era un calentamiento previo a las celebraciones de hoy. Vimos la fotografía de una de estas mujeres inmovilizada por la policía y a una señora franquista que, aprovechando la ocasión, le soltaba un sopapo. Al grito de “¡putas!”, Manuel Andino, jefe nacional de la Falange, intentaba neutralizarlas.
Si Tomasa Cuevas, Juana Doña y Soledad Real estuvieran hoy vivas, habrían reconocido la escena de la señora franquista, también el grito de “putas”. Las tres contaron escenas similares en sus testimonios, donde relatan el sufrimiento de miles de mujeres represaliadas por el franquismo. Las tres fueron detenidas durante la posguerra por sus actividades políticas en contra de la dictadura y pasaron casi dos décadas en diferentes cárceles franquistas administradas por monjas. Describen cómo la represión se centró en su condición de mujer puesto que desafiaron no sólo al poder político, sino a la moral del régimen. Fueron sistemáticamente torturadas y vejadas, vieron morir a los hijos de sus compañeras, también a las presas más débiles de puro hambre, de enfermedades provocadas por el hacinamiento y la falta de cuidados. Algunos dirán que eso son historias de la posguerra, que qué más da. Error. Lean En el infierno: ser mujer en las cárceles franquistas, escrita clandestinamente en 1973 por Lidia Falcón durante su reclusión de nueve meses en la cárcel de Yeserías, con previo paso por la Dirección General de Seguridad. Lean sus episodios de tortura a manos de Billy el Niño (ese señor condecorado al que recientemente se le ha visto en un cóctel de la policía), su descripción de las presas de Yeserías (una mezcla de políticas, mujeres que habían practicado abortos o habían abortado, que habían intentado suicidarse, prostitutas…).
La represión contra la mujer continuó teniendo los mismos motivos: por puta y por roja, por querer subvertir el orden político y/o moral del franquismo. Todas ellas, desde los años treinta hasta el fin de la dictadura, pusieron el cuerpo para luchar contra el fascismo. Todas pagaron por ello un precio muy alto, como lo pagarían las activistas Femen (como lo pagaríamos muchas) si el señor Borbón, la señora franquista y el señor de la Falange tuvieran el poder de antaño. En nuestra mano está que se queden donde están: llorando a los pies de la tumba del genocida.
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