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Columna
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Eretz Israel y Airbnb

No esperen milagros en la cuna de las tres religiones monoteístas. Las bondades de los dioses limitan con el odio y el fanatismo de los hombres

Ramón Lobo
El primer ministro israelí, Banjamin Netanyahu, en Tel Aviv (Israel), el pasado 18 de noviembre.
El primer ministro israelí, Banjamin Netanyahu, en Tel Aviv (Israel), el pasado 18 de noviembre. Ariel Schalit (AP)

El boicot es un instrumento de presión. Erosionó el poder blanco en la Sudáfrica del apartheid, pero no movió un centímetro el régimen cubano. En su caso se llama embargo, al parecer más rotundo. Está en vigor desde octubre de 1960. Los líderes que reciben sanciones se quejan del impacto que tienen en su población. A los Estados que más les gusta castigar les enfada que les castiguen.

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Al Gobierno de Israel (no confundir con todos los israelíes ni con todos los judíos) le preocupa la campaña BDS (Boicot, Desinversión, Sanciones), impulsada por una variedad de organizaciones civiles de todo el mundo, y a la que se están sumando empresas. Para Netanyahu es estratégicamente casi tan peligrosa como Irán.

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En el movimiento BDS hay de todo. Algunos consideran “territorio ocupado” a la Palestina del mandato británico; otros se alinean con las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que limitan la ocupación a Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este. Los primeros niegan la existencia de Israel; los segundos, no.

Se ha organizado un revuelo en torno a Airbnb, y no por su impacto en las ciudades. El Gobierno israelí va a pedir ayuda a Trump (no confundir con todos los norteamericanos) para revertir la situación. Está indignado porque Airbnb ha decidido dejar de ofertar en su web alojamientos turísticos en los territorios ocupados (en 1967), que son zonas bajo régimen militar.

La empresa de San Francisco ha cedido a la presión de Human Rights Watch, una ONG estadounidense de defensa de los derechos humanos, cuya campaña rezaba: “alojamiento y desayuno en tierra usurpada”. Airbnb basa su decisión en que las autoridades israelíes impiden a los palestinos acceder a la oferta, algo que resulta discriminatorio, y viola el código ético de la compañía.

Son significativos los argumentos. El Gobierno israelí denuncia que la decisión de Airbnb está vinculada al movimiento BDS, un intento de darle una cobertura legal a su queja dentro de EE UU. Ya se ha escuchado la recurrente acusación de antisemitismo (la misma que tendrá este texto).

El mar de fondo es la ideología de la exclusión. Para Netanyahu, un sionista revisionista como su padre, no existen los territorios ocupados. Forman parte del Israel bíblico, del Eretz Israel. Nacieron en 1920 en oposición al sionismo socialista que creó Israel y firmó la paz con Yasir Arafat (Rabín, Peres). A los revisionistas siempre les sobraron los palestinos. Sostienen que la solución de los dos Estados es contraria a sus intereses. Su problema es que ya no son posibles las expulsiones en masa.

No esperen milagros en la cuna de las tres religiones monoteístas. Las bondades de los dioses limitan con el odio y el fanatismo de los hombres.

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