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Columna
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La demolición ha empezado

Llegados al punto en que estamos, me conformo con que no acaben con la Constitución paso a paso, tacita a tacita

Francesc de Carreras
Celebración el pasado lunes en Madrid del acto
Celebración el pasado lunes en Madrid del acto FERNANDO ALVARADO (EFE)

Durante este año en que celebramos el 40º aniversario de Constitución, muchos hablan de su posible reforma. Yo mismo soy uno de ellos. Pero llegados al punto en que estamos, solo me conformo con que no sea demolida: paso a paso, tacita a tacita, es lo que se está intentando y empezando a lograr.

Todo empezó con una falsa moción de censura. Esta moción tiene dos objetivos: cesar a un presidente del Gobierno y designar a otro. Esto es lo que se hizo. Pero olvidando que nuestra forma de gobierno es parlamentaria, lo cual implica que para gobernar se necesita una mayoría parlamentaria que esté de acuerdo en un programa de gobierno. Pedro Sánchez, con solo 84 diputados, olvidó este pequeño gran detalle: el único programa de gobierno fue “echar a Rajoy”, un simple eslogan pero no un programa. La moción de censura fue destructiva, no constructiva.

Ya en el gobierno, los socialistas han intentado acordar con sus socios un programa de mínimos sin conseguirlo: unos quieren libertad para sus presos, otros un aumento del gasto social. Aunque son socios incompatibles en todo menos en un punto: desmantelar nuestro sistema democrático, al que llaman con desprecio “régimen del 78”. Unos intentan la secesión, otros la emprenden con la Corona y, por supuesto, se alían para conseguir ambos fines.

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Con este punto de partida, como era de prever, gobernar resulta imposible. Sánchez lo ha intentado hacer por decreto ley sin que se cumpliera el presupuesto constitucional que lo permite: la “extraordinaria y urgente necesidad”. ¿Urgente era el decreto ley de RTVE para designar un Presidente cuando aún no se ha logrado y todavía faltan meses…?, ¿urgente era trasladar la tumba de Franco… después de 43 años? Los decretos leyes (que, ojo, no son decretos) no están a disposición del Gobierno de turno para evitar que las leyes se elaboren y aprueben en las Cortes Generales, están para otra cosa.

En estos días, el escándalo del acuerdo con el PP para nombrar al presidente del Consejo General del Poder Judicial antes que a sus miembros, que son quienes deberían designarle, ha superado todos los límites en materia de derribos constitucionales. Menos mal que Manuel Marchena, un juez del máximo prestigio profesional, al no prestarse a las maniobras políticas en que lo habían metido, ha salvado la dignidad del constitucionalismo.

En definitiva, el manoseo de la Carta Magna que precisamente conmemoramos es constante, a nuestros políticos les importa mucho el poder y poco las leyes y las instituciones. Mientras, la economía no va bien, el déficit público aumenta desmesuradamente, el fondo para las pensiones se agota y una nueva crisis, o la continuación de la anterior, se vislumbra en el horizonte. ¿Estamos preparados?

Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional y fue fundador de Ciudadanos.

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