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COLUMNA
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Colombiana

Los poderosos nunca permitirán que venza un partido de izquierda

Marta Sanz
Jóvenes bailando salsa en una academia de Cali
Jóvenes bailando salsa en una academia de CaliCORBIS

Cuando se viaja frecuentemente a un país que no es el tuyo se le coge mucho cariño. Pero resulta difícil hablar de él, aunque quizá las cosas se ven mejor a cierta distancia que en el ojo del huracán. Escribo de lo que vi y de lo que me dijeron. Esta captatio benevolentiae es necesaria porque cada vez que voy a Colombia vuelvo maravillada y horrorizada. La emoción ambivalente se basa en una historia de desigualdades que cristaliza en un historial de violencia, y en un historial de violencia que agranda la desigualdad. Pobreza extrema, clasismo, racismo, el pan y la sal en manos de pocos, guerrilla, paramilitares, narcos, víctimas de toda índole y un proceso de paz que a ratos genera esperanza. En la luz: la bombonera literaria y floral de Cartagena, teleféricos de Medellín, Museo del Oro de Bogotá, murales de Candelaria, Salmona y Botero, mansiones del privilegiado estrato seis, cafetales del Cauca, salsa caleña y las haciendas que rodean pueblitos aparentemente paradisiacos como Felidia… En la sombra: seres humanos zombificados por el bazuco; la degradación económica de Buenaventura, importante puerto del Pacífico, y la brutal represión policial ante las protestas; Aguablanca, cerro de invisibilizada población negra que se revuelve contra el turismo que disfruta del colorín del pobre; el asesinato de más de noventa y tres líderes sociales en lo que va de año: blanco fácil en encuentros promovidos al calor del proceso de paz; agresiones sexuales contra las mujeres y sus rostros quemados por ácido tal como relata en el documental Diana J. M. Cendón, ganador del Premio Ortega y Gasset, que vivió en Colombia. Una mujer del estrato más alto nos cuenta, sin desprecio ni compasión, sino con cierta conciencia política, que los viejos son abandonados en la calle: sus familias no pueden hacerse cargo. Otra mujer denuncia que la sanidad pública no funciona. En el centro de la anomia, el dolor del campesinado, generaciones marcadas por la violencia —ahí está la literatura de Cárdenas y Gloria Susana Esquivel— y la prole izquierdista de familias pudientes masacrada por mercenarios a sueldo de la clase a la que pertenecen sus progenitores. También los padres de buena voluntad, higienistas que confían en el progreso, mueren abatidos por las balas, y eso lo escribe como nadie Héctor Abad en El olvido que seremos

En el Museo de La Tertulia de Cali asistimos a una exposición sobre los movimientos culturales, deudores del Mayo del 68, que surgen al rebufo de las contradicciones suscitadas por la construcción de infraestructuras deportivas para los Juegos Panamericanos de 1971. Modernidad y personas sin dientes. Canchas de béisbol y cineastas como Luis Ospina o poetas nadaístas como Jotamario Arbeláez que andaban enfocando otra realidad. En La Tertulia, un profesor de la Universidad del Valle —pública— explica a sus alumnos el nacimiento del M-19 en el cerro de Siloé: la primera acción del movimiento consistió en secuestrar cinco camiones de basura y esparcirla por el centro para que la gente rica respirase un aire parecido al de las abandonadas lomas. El profesor habla de Rambo, mercenario que se tomó tan en serio su tarea que empezó a matar niños en Siloé; habla de los falsos positivos y de Colombia Humana, partido liderado por Gustavo Petro, que movilizó a muchísima gente en las últimas elecciones. Ganó el uribista Iván Duque. El profesor dice que en Colombia nunca vencerá un partido de izquierda porque los poderosos no lo permitirían. La cuidadora de la sala asiente. En otros lugares la izquierda sí gana, pero tenemos la impresión de que no la dejan trabajar.

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Sobre la firma

Marta Sanz
Es escritora. Desde 1995, fecha de publicación de 'El frío', ha escrito narrativa, poesía y ensayo, y obtenido numerosos premios. Actualmente publica con la editorial Anagrama. Sus dos últimos títulos son 'pequeñas mujeres rojas' y 'Parte de mí'. Colabora con EL PAÍS, Hoy por hoy y da clase en la Escuela de escritores de Madrid.

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