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“El techo de cristal de la ONU era demasiado grueso”

Helen Clark fue candidata a secretaria general de las Naciones Unidas, pero no logró los apoyos necesarios. De visita en Madrid, presenta un documental sobre su carrera fallida a este puesto

Helen Clark, ex primera ministra de Nueva Zelanda y ex administradora del PNUD.
Helen Clark, ex primera ministra de Nueva Zelanda y ex administradora del PNUD. KIKE PARA
Alejandra Agudo

Helen Clark (Hamilton, Nueva Zelanda, 1950) ha sido la primera mujer en diversas posiciones de poder. Lo fue como Primera Ministra electa en su país, pionero en reconocer el voto femenino hace 125 años. Ocupó el cargo tres legislaturas, entre 1999 y 2008. Un año después, asumió la responsabilidad de administrar el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que siempre había estado dirigido por hombres.

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Durante su mandato, hasta abril de 2017, se aprobó la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, en septiembre de 2015. Intentó suceder en la Secretaría General de la ONU a Ban Ki-moon, lo que también la habría convertido en la primera mujer en liderar la organización en sus siete décadas de historia, pero no lo consiguió. Antonio Guterres ganó esa batalla.

El documental Mi año con Helen, de la directora neozelandesa Gaylene Preston, recoge cómo fue aquella carrera para ejercer el llamado "trabajo más difícil del mundo". Clark ha visitado Madrid para presentar la cinta y participar en el coloquio Mujeres, Poder e Igualdad en el Siglo XXI. Charla de nombre casi homónimo a su recién publicado libro Mujeres, igualdad, poder (Allen & Unwin), una colección de discursos con prólogo de la actual primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern. Entre la comida y su visita a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, Clark atiende esta entrevista en un restaurante de Madrid.  

Pregunta. Fue candidata a la Secretaría General de la ONU, pero no pudo ser. ¿Se siente perdedora?

Respuesta. Fue una experiencia rara. Porque esta carrera no va sobre los méritos, sino de otras cosas. En Nueva Zelanda solía ver el techo de cristal y pensaba que se podía romper. Este era demasiado grueso en este momento. Recuerdo que la mayoría de los candidatos éramos mujeres, pero en ningún punto, ninguna estuvimos arriba en las encuestas, a pesar de estar igual o mejor cualificadas y contar con mejor reputación que los hombres. Sucedía algo muy particular ahí. Obviamente, había cuestiones geopolíticas, pero creo que tuvo que ver el estilo de secretario general. Y cuando las mujeres son fuertes, son vistas como una amenaza.

P. ¿La ONU no está preparada para ser liderada por una mujer?

R. Creo que las grandes potencias no estaban preparadas. Hubo una gran excepción: los británicos fueron claros, creían que debía ser una mujer y querían un líder fuerte, pero esa no era la posición de los otros cuatro. Y las grandes potencias fueron determinantes.

P. Está aquí para presentar el documental Mi año con Helen, ¿cómo fue ese año?

R. En realidad fueron seis meses muy difíciles. Los primeros cuatro, de abril a julio, fueron de trabajo muy duro porque vivía con una maleta, visitando capitales y atendiendo a audiencias en la Asamblea General. En julio empezaron las votaciones y desde el primer voto, empezó a estar claro que todas las candidatas tendrían una tarea muy difícil. Hasta octubre, cuando se tomó la decisión, fue extremadamente complicado.

P. El mensaje...

R. El mensaje no es alentador.

P. Usted fue la primera mujer elegida primera ministra en Nueva Zelanda en 1999. ¿Sufrió discriminación entonces?

R. Sí. Cuando llegué al Parlamento era un mundo de hombres. Las mujeres representaban solo el 9% del total y no estaba siquiera en discusión que una mujer pudiera ser primera ministra, era algo irreal que ni se había sugerido. Mi aspiración era llegar a ser algún día una ministra capaz. Pero no tuve aspiraciones más allá de eso hasta que estuve en el Parlamento por un tiempo y pensaba que, si los hombres lo hacían muy bien, ¿por qué no yo? Tenía amigos alrededor y apoyos para optar al liderazgo del partido, ganar y convertirme en la líder de la oposición. Fue muy duro porque la gente no estaba acostumbrada a que una mujer estuviera en un alto cargo, por lo que hubo muchos comentarios de género.

P. ¿Cuáles?

R. Generalmente, la gente no comenta cómo un líder varón se viste o su aspecto. Pero con las mujeres eran elementos que despertaban mucho interés en los medios. Si les gustaba la ropa, el corte de pelo, el tono de voz… La consideración de las mujeres fuertes es distinta de la de los hombres fuertes. La fortaleza siempre es buena en los varones, pero en nosotras es interpretada como que somos mandonas, duras... Se torna en algo negativo. Tuve que lidiar con todo esto a mediados de los noventa cuando era líder de la oposición.

Soy una firme defensora del movimiento #Metoo

P. Una vez en el poder, ¿hay un modo femenino de llevar un país?

R. Creo que las mujeres, en la mayoría de los casos, somos más propensas a consultar, nos gustan las estructuras flexibles, más que ser de mano dura, somos más colaborativas. Aunque al final tenemos que tomar decisiones.

P. Ahora se cumple un año del #MeToo, ¿qué opinión tiene de este movimiento?

R. Soy una firme defensora del movimiento #MeToo. Creo que está exponiendo una realidad desagradable: que una minoría de hombres se ha comportado de una manera atroz con mujeres que están en posiciones inferiores, ya sea en la industria cinematográfica, en la abogacía o cualquier organización. Hay muchas que han enfrentado en mayor o menor grado este tipo de comportamientos y está mal. 

P. Muchas han dicho "yo también", ¿usted también?

R. (Ríe) No. Pero siempre voy a mostrar solidaridad con las mujeres.

P. Algunos de los líderes que vemos ascender en el poder demuestran hostilidad hacia las mujeres, ¿cómo se puede frenar esta reacción?

R. Después de las elecciones de EE UU, cuando se esperaba que ganara Hillary Clinton y fue derrotada por una persona que había hecho muchos comentarios peyorativos acerca de las mujeres, hubo una oleada de marchas en el país. Ahora veo este tipo de manifestaciones en muchos lugares, como aquí cuando se procesó a los hombres que violaron a una mujer en Pamplona y se revelaron algunos problemas en vuestra ley en lo que se refiere a la violencia sexual. Creo que hay una nueva generación de mujeres jóvenes que piensan que las cosas no están bien. Puede que vivan en contextos donde se reconoce la igualdad legal, el derecho a la educación y este tipo de cuestiones, pero todavía hay un nivel de injusticia hacia las mujeres, a menudo expresada en explotación sexual o laboral. Creo que es importante que el impulso de esta nueva oleada en los movimientos de mujeres no muera. 

P. También han surgido líderes que no creen en el multilateralismo, ¿cree está en riesgo?

Todos los que creen en el multilateralismo y las grandes agendas en torno al clima, el desarrollo y el comercio se tienen que mantener unidos

R. Sí, está en serio peligro. Estados Unidos se ha salido de un espacio multilateral tras otro. Primero del Acuerdo de París por el clima, se ha alejado del Consejo de Seguridad, se ha ido de Unesco, ya no financia a las agencias de la ONU para los refugiados palestinos en Oriente Medio, está dificultando la labor de la Organización Mundial del Comercio, se ha retirado del acuerdo comercial del transpacífico. Hay una lista muy larga de esfuerzos comunes a los que EE UU les ha dado la espalda. Pero tenemos poner la vista en el largo plazo. Habrá un momento en el que los americanos se darán cuenta de que esto no está haciendo que América sea grande otra vez, sino que la está aislando.

P. ¿Qué se puede hacer mientras ese momento llega?

R. En estas circunstancias, otros están reforzando su posición. Es muy notable que China, la segunda economía del mundo, se ha posicionado como líder mundial en el sistema global comercial y en la lucha contra el cambio climático. Lo que no sabemos es lo que pasará en Europa que está experimentando un momento peculiar: lo que ocurre en Portugal y España, con Gobiernos de centro izquierda en el poder, no es lo que sucede en el norte de Europa, donde sistemáticamente los Gobiernos más progresistas están cayendo y el neonazismo y neofascismo están emergiendo. En este tiempo, todos los que creen en el multilateralismo y las grandes agendas en torno al clima, el desarrollo y el comercio se tienen que mantener unidos.

P. Usted fue también la primera mujer en liderar el PNUD y precursora de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ¿cómo valora su funcionamiento hasta ahora?

R. La Agenda 2030 es muy complicada, con muchos objetivos e indicadores. No hay duda de que podría ser más simple, pero es lo que es. Y la dirección es la buena. El problema es que enfrenta muchos desafíos y los informes de seguimiento no son alentadores. Las mayores barreras son los conflictos, que fuerzan a las personas al desplazamiento interno o migrar al exterior como refugiados, y los efectos del cambio climático. Además de esto, tenemos un problema demográfico, con mucha gente joven en muchas sociedades que no son capaces de encontrar un trabajo. Esto es un elemento de inestabilidad.

P. ¿No será posible cumplirla?

R. Las barreras son grandes. Tenemos el objetivo de erradicar la pobreza extrema para 2030. Actualmente, unos 800 millones están en esta situación y si las tendencias económicas se mantienen, probablemente podemos reducirla a la mitad en 2030. Pero aún habrá 400 millones de pobres en los países en desarrollo de menores ingresos que, a menos que haya una solidaridad internacional increíble, no eliminarán la pobreza extrema porque simplemente no tienen el dinero.

Si se quiere que la Agenda 2030 sea un éxito, tiene que haber un paso delante de la solidaridad internacional

P. No parece muy positiva.

R. Bueno, veo los retos. La ayuda para el desarrollo ha sido recortada mucho en algunos países. Por ejemplo, cuando España comenzó a tomar medidas de austeridad con el Gobierno anterior, el presupuesto para el desarrollo se quedó en muy poco. Italia igual. Estados Unidos está reduciendo el gasto en desarrollo significativamente. Solía ser el mayor donante, pero ya no lo es. Alemania nunca ha llegado al 0,7% [del PIB para cooperación internacional]. Si se quiere que la Agenda 2030 sea un éxito, el sector privado puede hacer mucho y se pueden lograr avances con la promoción de la buena gobernanza y atrayendo inversiones, haciendo que las economías prosperen, generando ingresos por impuestos. Pero eso no es suficiente. Tiene que haber un paso delante de la solidaridad internacional.

P. Precisamente esto que enumera es lo que dicen los donantes que hay que hacer: implicar al sector privado y atraer inversiones a los países en desarrollo.

R. Pues no es suficiente, esa es la realidad. Si miras, por ejemplo, la importancia del Fondo Global para la Lucha contra el VIH, la Tuberculosis y la Malaria, con el nivel de prevalencia de VIH en un buen número de países, el gasto de los tratamientos podría llegar a consumir el total de su presupuesto para salud. Eso no es posible. La contribución de los donantes al Fondo es vital.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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