Macaulay Culkin, el actor que no ha superado la maldición de ser una estrella infantil
El intérprete ha pedido a J. K. Rowling, la creadora de la saga Harry Potter, que escriba un personaje pensando en él
Melena rubia, ojos azules, carita angelical y un desparpajo a prueba de cámaras convirtió a Macaulay Culkin en el niño actor de moda de los años noventa, y aunque ya había habido otras antes, la culpa de su estratosférico salto a la fama la tuvo una sola película: Solo en casa. El filme se estrenó en las Navidades de 1990, Culkin tenía nueve años, una familia humilde y numerosa –eran siete hermanos– y un actor fracasado como padre, Kit Culkin.
La combinación podía haber sido buena porque su progenitor vio pronto potencial en su tercer hijo y le puso a recibir clases de teatro y ballet, pero la ambición superó a la sensatez de unos padres que debían haber dosificado el trabajo de un menor a su cargo y haberle dejado crecer como un niño. Las arcas de la familia se llenaron al mismo ritmo que aumentaron los despilfarros económicos. Culkin se convirtió en uno de los actores más rentables de la época y cuando protagonizó Niño rico rompió el récord de lo que había cobrado un niño en el cine hasta entonces al conseguir un contrato de 10 millones de dólares (algo más de 8,7 millones de euros).
En solo cuatro años protagonizó nueve películas, entre ellas El guardián de las palabras y Mi chica. Su fortuna se llegó a calcular en 50 millones de dólares (43,5 millones de euros). Pero el niño convertido en actor de fama le pedía reiteradamente a su padre descansar; quería ser como el resto: tener amigos, ir al colegio, no faltar a clase y, después, divertirse con el cine. Unas peticiones a las que Kit Culkin hizo oídos sordos porque Macaulay era ya la gallina de los huevos de oro de su insaciable familia y poco importaba que su egoísta ceguera marcara para siempre el carácter de su hijo. “Rara vez estaba en casa, a menudo faltaba a la escuela… soñaba con otra cosa. Necesitaba crecer y desarrollarme como persona”, confesó Macaulay Culkin en una entrevista televisiva a Ellen DeGeneres el pasado mes de abril. Como niño no tuvo elección y obedeció a su padre a quien ha descrito como “malo, violento física y mentalmente”.
El divorció de sus padres en 1995 significó un punto y aparte en la vida de los Culkin. El matrimonio se divorció y en paralelo se enzarzaron en una agria batalla judicial para obtener la custodia de los hijos y de la fortuna acumulada por el joven actor. Ganó la madre, pero solo mantuvo el poder durante un año porque nada más cumplir los 16, Macaulay Culkin consiguió una sentencia judicial de emancipación de un menor con la que intentó recuperar el control de su vida y del dinero que había ganado.
El pasado 26 de septiembre, un tuit de Culkin dirigido a J. K. Rowling, la creadora de la saga de Harry Potter, volvía a retratar la inocente sinceridad de un adulto de 38 años que sigue buscando su sitio: “¡Hola @jk_rowling estoy contigo! ¡Nagini puede ser lo que ella quiera! Es una fuerte mujer serpiente. Por cierto, ¿Puedes escribirme un papel para tu próxima película? Soy Macaulay Culkin (de la película Solo en casa) y también de El guardián de las palabras (así que tengo experiencia con la magia)", decía el texto en el que interactuaba con la famosa escritora británica sobre una de los personajes de la saga literaria que la hizo famosa y con la posibilidad de que cuente con él para interpretar algún papel en el futuro.
Más de dos décadas después de independizarse de sus padres la vida normal no ha sido como Culkin esperaba. Se casó a los 18 años con Rachel Minner, una compañera de clase, de quien se separó poco después. Mantuvo una relación con la actriz Mila Kunis durante ocho años pero ella no aguantó la presión de su fama: “No se podía andar con él por la calle. Sus fans tenían reacciones extrañas, era casi una atracción mística”, dijo Kunis tras su separación. Vivió la década de sus veinte años entre excesos y adicciones vigilado por sus admiradores y por los medios y con una detención en 2004 por posesión de marihuana y tranquilizantes sin tener receta.
Ha experimentado sin mucho éxito en distintos campos, desde como cantante de un grupo de rock –Pizza Underground– a su última ocupación conocida, su propio blog, Bunny Ears (Orejas de conejo), una web de estilo de vida que según sus propias palabras es como “una mezcla de Goop (la compañía creada por Gwyneth Paltrow) y The Onion, la versión estadounidense de El Mundo Today). Probablemente ese haya sido el privilegio que ha conseguido de su época de éxito en el cine: “Me siento como un niño que trabajó muy, muy duro y del que heredé todo su dinero, lo que me permite tratar todo como un hobby. Puedo hacer todos los tipos de proyectos que quiera”.
La otra cara es que su familia nunca se recompuso; que su padre –rechazado por todos incluso ahora que lleva tiempo paralizado a causa de un infarto– afirma que “ya ni siquiera le considero mi hijo”; que uno de sus mejores amigos –Michael Jackson– murió abrumado por la fama como podría haberle ocurrido a él; y que cuando llega la Navidad Culkin se enclaustra en su casa porque todo el mundo cree que tiene algo que celebrar con él.
Macaulay ha recuperado su buen aspecto, ha dejado atrás las adicciones y vuelve a tener esa pinta de niño bueno que hace que nadie olvide a Kevin McCallister, el personaje chillón y tierno que interpretó en la película que cambió definitivamente su vida. Pero Hollywood no se fía y aunque él parezca querer volver, no hay muchos signos que apunten a que Culkin vaya a dejar de ser otra de las estrellas efímeras devoradas por la maquinaria insaciable de Hollywood.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.