O no hacer política en Cataluña
Pablo Casado va camino de adoptar el rol del Espartero del siglo XXI, pero el bloque del 155 ya no existe
Pablo Casado tiene su propio plan para Cataluña: un 155 con hombres de negro para controlar la administración, cerrar TV3, estatalizar la Educación (inspirado en la lógica de “españolizar a los niños catalanes” de Wert), y desde luego no ceder ante PSOE y Ciudadanos, que él considera el gran error de Mariano El Blando Rajoy. En esta espiral, que incluye ilegalizar la CUP, no hay que descartar que antes de Navidad se les ocurra imponer allí “la lengua del Imperio”. Todos los delirios políticos acaban por generar su némesis, y Casado se está erigiendo en el contrapunto de Puigdemont, el reverso del fantasma de Waterloo con un miniyo en la Generalitat para administrar el pasado. La mala noticia es que ambos tienen muchos fieles; la buena, que cada vez son menos y no parece que vayan a ser ellos quienes piloten el futuro.
En este punto, en Cataluña, debería haber una cuestión prioritaria: ¿cree que se puede normalizar Cataluña tras el procés siquiera como conllevancia o que el procés independentista es una inercia irreconducible que solo admite la lógica del conflicto? Esa es la clave. Y no todo el independentismo esté en bloque por esta opción. En ERC, sin variar sus objetivos, parece asumido que no hay base para el conflicto. En el conjunto de España, Casado va camino de adoptar el rol del Espartero del siglo XXI, pero el bloque del 155 ya no existe. Eso sí, para quienes confían en hacer política, hay un problema de urgencias cortoplacistas. El año de urnas va a ser de traca. De momento ERC comparte con JxCAT, aunque muy divididos, no ir a elecciones como sí querrían PP y C`s pero no PSOE y P's. Estas dinámicas electorales se anteponen al análisis de luces largas. Claro que a veces el tiempo ejerce una labor correctora sobre las negligencias políticas.
Aunque aún se aferren al momento volcánico del 1-O, el procés está liquidado con el fracaso de la vía unilateral de ruptura. Claro que dos millones de catalanes se han desconectado de España y eso está lejos de ser una derrota para el secesionismo. Eso sí, a la vez han movilizado a dos millones de catalanes, hasta ahora tácitamente plegados a que la política catalana estuviese liderada por el nacionalismo, para oponerse a esa inercia. La lógica destructiva del conflicto parece absurda en una sociedad dividida. Hay que hacer política, y antes que un choque con el Estado, debe consumarse un choque con la Realidad. De momento aún reclaman un referéndum mientras dan por bueno el referéndum; mantienen la propaganda de la revolución de las sonrisas mientras asaltan el Parlament cerrado a su antojo…. Y aquel golpe al Estado de Derecho —aceptando la definición de Kelsen, bien puede calificarse como golpe de Estado al margen del tipo penal de la rebelión— será juzgado y habrá condenas. Pero no se va a encerrar a dos millones de partidarios que seguirán ahí. Que no te guste la realidad, como decía Philip K. Dick, no la hace desaparecer. Hay que regresar a la realidad para hacer política. De hecho hacer política no es el enésimo sintagma hueco del conflicto; es la única opción al conflicto.
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