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Columna
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Tiro al plato

En menos de tres meses han dimitido tantos ministros de Sánchez como en cinco años de gobiernos de Rajoy

Julio Llamazares
Congreso de los Diputados.Sesión de control al Gobierno. Dolores Delgado, ministra de Justicia.
Congreso de los Diputados.Sesión de control al Gobierno. Dolores Delgado, ministra de Justicia. © LUIS SEVILLANO

Primero fue Màxim Huerta, que duró al frente del Ministerio de Cultura dos días, obligado a dimitir por un antiguo pleito con Hacienda que le supuso una sanción administrativa, que no penal (poca cosa viniendo de donde veníamos, pero una inconveniencia al fin). Luego fue Carmen Montón, su compañera al frente del de Sanidad, que tuvo que dimitir también tras descubrirse un presunto plagio en un antiguo trabajo de doctorado así como cierto trato de favor en uno de los másteres famosos de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Detrás de ella fue el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el sujeto de otra acusación de plagio en su tesis doctoral, que tuvo que hacer pública para demostrar que aquélla era infundada. Apenas unos días después, la divulgación de unos audios grabados sin su conocimiento en una comida entre profesionales de la policía y de la justicia, hace algunos años, a la hoy ministra de Justicia, Dolores Delgado, y entonces fiscal de la Audiencia Nacional y en la que se manifestaba digamos que con espontaneidad, como todos en esas situaciones, los que le costaron la reprobación política por un Senado controlado por los partidos de la oposición, que pidieron a coro su dimisión. Y hace tres días ha sido el exastronauta y ministro de Ciencia y Universidades Pedro Duque al que le han encontrado otro punto débil, una empresa presuntamente constituida para pagar a Hacienda menos impuestos (de momento aún no le han acusado de no haber viajado al espacio, pero todo se andará) el que ha sufrido los dardos de la oposición, que también pide su cabeza. Puede que todo sea una coincidencia, pero la política española empieza a parecer una competición de tiro, no sé si de tiro al pichón al plato.

Se sabía que la vida del Gobierno de Sánchez, que llegó al poder tras una moción de censura del anterior, iba a ser todo menos tranquila, pero pocos imaginábamos que fuera a ser tan difícil. En menos de tres meses han dimitido tantos ministros de Sánchez como en cinco años de gobiernos de Rajoy y se pide la cabeza de otros más. Si yo fuera ministro de este gobierno andaría con cuidado, pues hay muchas personas esperando el grito de “¡plato!” para disparar.

La oposición, como es natural, sobre todo la conservadora, que se vio apartada por sorpresa de un poder que considera patrimonio suyo, justifica esta competición en nombre de la limpieza y la transparencia que el partido del Gobierno tanto pregonó desde la oposición, y en eso tiene razón. Lo que no casa tan bien con esa explicación es que los conservadores reclamen la dimisión de un ministro detrás de otro cuando, estando en el poder, los suyos no predicaron precisamente con el ejemplo. ¿O es que es peor la reprobación de la ministra Delgado por unas manifestaciones indignas e impropias de una ministra, pero grabadas cuando no lo era, que la de su antecesor en el ministerio, Rafael Catalá, por presionar directamente a los jueces en los asuntos de corrupción que afectaban a su partido?

En cualquier caso, somos muchos los españoles —de izquierdas y de derechas— a los que nos cuesta creer que el verdadero motivo que lleva a Ciudadanos y al PP a pedir la dimisión de un ministro tras otro sea la defensa de la honradez y la limpieza de las instituciones después de ver cómo se oponían a que el Parlamento investigue al Rey emérito, acusado por una amiga de corrupción en una conversación con el mismo personaje que grabó a la ministra de Justicia, por considerarlo entonces un delincuente.

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