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Ganarse la vida con la pesca artesanal en el siglo XXI

El narcotráfico, la debilidad institucional, la falta de acceso a la educación y el calentamiento global son algunas de las amenazas para las poblaciones de pescadores de la región centroamericana

Un pescador realiza sus actividades en las aguas del Canal de Chiquimulilla, en la comunidad de Las Lisas, en la costa del Pacífico guatemalteco.
Un pescador realiza sus actividades en las aguas del Canal de Chiquimulilla, en la comunidad de Las Lisas, en la costa del Pacífico guatemalteco.Jorge Rodríguez
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En 1983, Otto Julián Obregón, con 21 años, decidió adentrarse en el océano Pacífico en busca de sustento y oportunidades laborales a través de la pesca. Y al igual que él en sus inicios, muchos jóvenes de entonces, y de ahora, son los que ven en esta actividad una oportunidad de aventura, dinero y cohesión social con sus pares. Porque en los pueblos costeños, la pesca no solo es fuente de alimento, sino también el hilo conductor de las actividades sociales para hombres y mujeres.

Y como la variedad de vida que habita en el Pacífico, las oportunidades para los nuevos pescadores son abundantes. Con el tiempo se convierten en especialistas empíricos que van adquiriendo conocimientos durante cada viaje que realizan. “Uno se puede dedicar solo a sacar camarón o tiburones o langosta. Hay quienes, con solo dar un vistazo al mar y al cielo, saben dónde encontrar los bancos de peces”.

Es esa abundancia la que hace que, no solo en Centroamérica, sino en todo el mundo, se tenga la idea de que los recursos marinos son ilimitados. “Yo he estado en varias situaciones en donde la pesca de un día podía llegar a las tres toneladas, de la que solamente aprovechábamos tres quintales. Lo demás lo tirábamos”, añade.

Impacto en los recursos naturales

El creciente interés mundial sobre el estado de los océanos motiva a prestar atención a todas las actividades que se realiza en ellos, al tiempo de procurar oportunidades de desarrollo para las comunidades que viven directamente de los mares. Centroamérica no es ajena a ello.

“Existen muchas amenazas, como la debilidad institucional, la falta de educación y preparación, el narcotráfico y, en última instancia, las costumbres en las prácticas artesanales que están muy arraigadas en la población”, dice Manoel Cifuentes, quien realiza investigación y desarrollo en la Dirección de Pesca del Ministerio de Agricultura y Ganadería (Dipesca-Maga) de Guatemala.

En los [años] ochenta nosotros no teníamos idea de que los recursos eran limitados. Realizábamos prácticas dañinas para los ecosistemas y solamente pensábamos en el beneficio económico

El narcotráfico, en particular, genera otras problemáticas, no solo para los pobladores locales, sino que afecta los procesos de investigación, implementación de normativas y capacitación. “El Pacífico es tierra de nadie”, añade Cifuentes. Hay casos como el de Plaplaya, una comunidad garífuna al noreste hondureño en donde el dinero ilícito trajo algunos beneficios, como apertura de comercios, compra de lanchas y equipo para pesca, entre otras cosas, pero al mismo tiempo provocó inestabilidad y violencia.

Todo esto se agrava cuando se toma en cuenta la falta de preparación y educación de parte de los habitantes de las comunidades pesqueras. “En los [años] ochenta nosotros no teníamos idea de que los recursos eran limitados. Realizábamos prácticas dañinas para los ecosistemas y solamente pensábamos en el beneficio económico”, recuerda Otto.

Y esta, probablemente, sea la mayor dificultad con la que se encuentran los países de la región. La falta de conocimientos técnicos, aunado a la continua práctica de artes de pesca poco beneficiosos para la vida marina, la contaminación y las pobres condiciones laborales y sociales de los comunitarios crean un panorama complicado para los mares y la vida marina de la región.

Investigación y preparación técnica

Unas 145.000 personas se dedican a la pesca artesanal en Centroamérica, según un estudio de 2011 de la Organización del Sector Pesquero y Acuícola del Istmo Centroamericano (Ospesca), una entidad integrada por representantes de los ocho institutos y direcciones de pesca de la región. Generan una producción de 175.564 toneladas métricas, provenientes del océano Pacífico, el Caribe y aguas continentales. Nicaragua y Panamá son los países en donde más se pesca de toda la región.

“La importancia de profesionalizar a los comunitarios haría de esta actividad una más organizada, le brindaría trazabilidad e inocuidad a los productos y tendría un impacto positivo en el cuidado y manejo de los recursos naturales”, dice Reinaldo Morales, director ejecutivo de Ospesca. Esto cobra mayor relevancia debido a que el 60,7% de los hogares de las 1.093 comunidades pesqueras centroamericanas dependen del trabajo del pescador.

En la región se desarrollan algunos proyectos, como el de Conservación y uso sostenible de la biodiversidad en áreas protegidas marino-costeras, que es desarrollado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con recursos del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) y la participación de entidades locales e internacionales. Esto ha dado pie a que se impulsen proyectos de investigación para conocer el impacto que las actividades humanas generan en el ecosistema marino-costero.

En Guatemala se han dado, o están en proceso, hasta 50 proyectos diferentes de educación, investigación, científicos y normativos. En otros países, como Costa Rica, ya existen algunos programas que diferencian a los tipos de pesca que se realiza: pequeña escala, semiindustrial y artesanal avanzada. En Panamá hay un programa de recolección de redes fantasma, es decir, aquellas que han sido abandonadas.

La idea es profesionalizar los procesos pesqueros, es decir, recolección, clasificación, venta y distribución de las ganancias. “Estamos buscando generar condiciones para el desarrollo de los comunitarios. Acceso a créditos, seguridad social y formación de profesionales a pequeña escala”, añade Morales.

Mientras todo eso se logra, se realizan investigaciones para mejorar las prácticas de los pescadores. En 2017 se realizó un estudio cuya finalidad es la de generar registros de tipos de especies que se capturan, artes de pesca y costos de producción. La idea es poder tener un panorama claro para determinar ciclos de reproducción, tamaño de los peces y épocas propicias para la pesca, lo que repercutirá en una mejora en las condiciones de la vida marina y en las ganancias de los pescadores.

“Según los resultados obtenidos, en el corto y mediano plazo se podría implementar un periodo de veda. Esto permitiría restaurar poco a poco los niveles de poblaciones y permitir que la captura de estas especies sea más rentable”, dice Juan Carlos Hernández, del Centro de Investigaciones Acuícolas y Pesqueras La Paz, México.

Hacia la sostenibilidad

El calentamiento global ha provocado que las temporadas propicias para la pesca se reduzcan. “Antes navegábamos cinco millas náuticas para conseguir buena pesca. Ahora hay lanchas que se introducen hasta 60, 70 o más dentro del mar. Además de ser más peligroso, hace que los costos se eleven”, cuenta Otto.

Sin embargo, existen otras alternativas para reducir los riesgos para los pescadores y generar desarrollo económico para las comunidades. “El avistamiento de cetáceos, el turismo marítimo y el empoderamiento general de los pescadores son algunas de las acciones viables para crear condiciones y desarrollo sostenibles en el mediano plazo”, dice Morales.

Y esta nueva apertura ha permitido la participación de la mujer, algo muy poco usual en el pasado. “Cuando era niña, la visita de una bióloga guatemalteca nos permitió conocer el comportamiento de las ballenas que visitan estas aguas y ahora tenemos la oportunidad de llevar turistas a contemplarlas”, dice Andrea Marroquín, quien acompaña a su padre como guía de turistas en los recorridos de avistamiento de cetáceos, algo que también ocurre en Panamá y El Salvador.

También es importante diversificar los mercados y promover la sectorización de los pescadores. En El Salvador existe una cooperativa, El Cuco, que ha logrado abrir mercado en Estados Unidos y exportan sus productos al país norteamericano. “Es necesario involucrar a los pescadores en todos los procesos. Para ello se debe de capacitarlos y que sean ellos mismos quienes le hablen a otros pescadores. Se pueden tener las mejores normativas del mundo, pero si ellos no son parte del proceso de la creación de dichas normas, es muy poco probable que funcionen”, concluye Morales.

Y eso es algo en lo que Otto coincide: “De jóvenes no le prestamos atención a los temas ambientales ni a la organización comunitaria. Ya de mayores es que empezamos a tomar conciencia y puede que sea un poco tarde. Es básico que todos tengamos ciertos conocimientos para evitar que los recursos se terminen”.

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