Intransición
Sólo estaremos en paz con el pasado si, antes de nada, enfrentamos nuestros propios fantasmas


La exhumación de Franco del Valle de los Caídos ha reabierto viejas heridas. Pero eso no es malo. El problema es que ha despertado las heridas erróneas, las que dividen: el recuerdo del daño que nos causaron los “otros”. Y no la memoria de los fallos cometidos por los “nuestros”, que es el primer paso para una reconciliación nacional honesta.
Fue el gran logro de la Transición. El truco que permitió que verdugos y víctimas, excombatientes y pacifistas, agitadores revolucionarios y jerarcas franquistas, se sentaran juntos en el Congreso y construyeran 40 años de prosperidad.
Los cimientos de la España constitucional no fueron políticos o legales, sino morales. Como comentaba el filósofo Miguel Ángel Quintana Paz en un curso sobre los valores de la Transición, la clave estuvo en que los herederos de cada bando, antes de lanzarse a atacar a los otros, se cuestionaron a sí mismos. El primer enfrentamiento dialéctico era con los tuyos, con las barbaridades que perpetraron y consintieron los dirigentes que compartían tu ideología, de izquierdas o derechas, a partir de los años treinta del siglo XX. Ahora es justo al revés. En lugar de discutir con los nuestros para buscar la cohesión con los otros, discutimos con los otros para cohesionarnos nosotros todavía más.
Para detener esta espiral de resentimiento colectivo, intelectuales y políticos de izquierdas deberían examinar la radicalización de sus partidos durante la República, y la violencia insurreccional e institucional que permitieron. Y también la que podrían haber ocasionado si el alzamiento franquista hubiera fracasado o los republicanos hubieran ganado la guerra.
A su vez, la derecha española debe despertar de su confortable amnesia. Los hijos y nietos del franquismo aprovechan cualquier ocasión para destruir los discos duros de la memoria, pretendiendo que el terror franquista no sucedió, y obviando el dolor causado por una represión orquestada desde el Estado. Solo estaremos en paz con el pasado si, antes de nada, enfrentamos nuestros propios fantasmas.
Pero eso es incómodo. Lo fácil es trajinar los espectros ajenos, como el de Franco. @VictorLapuente
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