Sin inmutarse ante el asesinato del vecino
El asesinato de Kitty Genovese en plena calle en Nueva York abrió el debate sobre la apatía de los habitantes de las grandes urbes. ¿Es cierto el mito sobre el individualismo en las ciudades?
Fueron casi 40 minutos y hasta tres ataques, según describió The New York Times. Sucedió en la madrugada del 13 de marzo de 1964 en una calle del barrio de Queens, en Nueva York. Kitty Genovese, una mujer de 28 años, era asesinada a puñaladas por un asesino en serie. Podría haber sido un crimen más, pero una crónica del diario estadounidense elevó esta muerte violenta a un nivel superior al abrir el debate sobre una supuesta apatía en las grandes ciudades que llevó a los vecinos que observaron la escena a permanecer impasibles.
“Durante más de media hora 38 ciudadanos respetables y respetuosos de la ley en Queens observaron cómo un asesino acechaba y apuñalaba a una mujer en tres ataques separados en Kew Gardens”, comenzaba la crónica en la que el inspector de policía se sorprendía de que nadie les hubiese alertado hasta que ya era demasiado tarde. Este suceso dio origen a estudios en el campo de la psicología que llevaron a la denominación del llamado síndrome del espectador. Incluso el entonces presidente, Bill Clinton, aludió a este asesinato para hablar de la indiferencia de la sociedad moderna. “El síndrome consiste en que a más personas que ven una situación delictiva, menos probabilidad hay de que se produzca una reacción”, explica el psicólogo experto en inteligencia emocional Juan Castilla. “Recibimos tanta cantidad de información que nos estamos convirtiendo en invulnerables y menos empáticos. Por eso puede ser más proclive en ciudades más grandes, modernas e industrializadas, donde se ven más situaciones”, añade.
Un documental de Netflix, The Witness, ha revivido esta historia y es el propio hermano de Kitty, Bill, el que regresa al vecindario en el que fue apuñalada para corroborar la tesis de New York Times. En estos años, el periódico ha publicado algunos artículos cuestionando esa versión, pero no ha llegado a rectificarla. El hermano se encuentra con vecinos que no vieron absolutamente nada, con otros que observaron los hechos de modo parcial, y otros que sí llamaron y a los que la policía les dijo que ya habían recibido la alerta. ¿Es cierto, entonces, el mito del individualismo en las grandes urbes que nos lleva incluso a mirar hacia otro lado ante un asesinato?
El doctor en Sociología y coordinador general del programa de las Naciones Unidas Ciudades más seguras, Franz Vanderschueren hace referencia, en conversación telefónica, a las investigaciones del siglo pasado de George Simmel, que se centró en la apatía de las urbes. “Él sostenía que este fenómeno se producía cuando el municipio supera los 200.000 habitantes. Cuando se supera este nivel, llega la indiferencia porque los ciudadanos son objeto de cientos de estímulos que hacen que solo seleccionemos lo que nos interesa y, en determinados casos, hacen que solo tengamos miedo y no pensemos en los demás. Yo elijo mi tribu urbana y puede llegar a darse el caso de que si veo un ataque no conciba que tengo que ser solidario”.
Las ciudades más seguras del mundo
La revista The Economist analiza 60 urbes y elabora un ránking sobre la seguridad en las ciudades de todo el mundo. Tokio está en el número uno, seguida por Singapur, Osaka, Toronto y Merbourne. La primera europea ocupa el sexto lugar, Ámsterdam, y la primera española está en la 12ª posición, Madrid. En el puesto 13º está Barcelona. El análisis tiene en cuenta elementos como los ataques terroristas, la ciberseguridad y las infraestructuras y personal dedicado a este asunto.
Los ejemplos de esta indiferencia siguen dándose. A finales del año pasado circuló un vídeo por las redes en el que un hombre abusa durante varios minutos de una mujer en una concurrida calle de Las Vegas (EE UU) y varios transeúntes lo graban, pero nadie le detiene. En 2010, una cámara de vigilancia registró la indiferencia de hasta 25 personas durante una hora ante un hombre desangrado en la vía pública.
Vanderschueren, incide en que la seguridad de una ciudad no tiene nada que ver con su tamaño: “Tokio tiene 13 millones de habitantes y es una de las urbes con menos crímenes, la capital de Papúa, Puerto Moresby, con 300.000 es una de las más violentas”. Para el experto, lo que es determinante es la “gestión de la cohesión y la solidaridad”. “Las ciudades tienen que asumir la inseguridad como una realidad, igual que ha sucedido con el cambio climático. A partir de ahí, involucrar a todos los actores en la prevención, incluidos los de la sociedad civil. Es imposible que una policía, por muy buena que sea, sea capaz de asumir por completo el tema de la seguridad”. Vanderschueren hace referencia al aumento de la criminalidad en las ciudades en los últimos años, una tendencia que confirma el rankig anual de The Economist sobre esta materia.
Las ciudades tienen que asumir la inseguridad como una realidad, igual que ha sucedido con el cambio climático. A partir de ahí, involucrar a todos los actores en la prevención, incluidos los de la sociedad civil.
En el libro Enfoques en el abordaje de las violencias urbanas, editado por el Estado de México, los investigadores Hélène Dupré, Sergio García y María Cecilia Jaramillo aluden a estudios del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo que indican que "la violencia y la delincuencia no tienen sus raíces en la pobreza, sino en la exclusión social y la degradación de los lazos de solidaridad, confianza y participación ciudadana, afectando la capacidad de resiliencia y de movilización de las comunidades ante estas problemáticas. Esto genera un ambiente de desconfianza social y de retiro de los ciudadanos de los espacios de convivencia y participación".
De ahí el valor de los espacios públicos al que también se refiere Vanderschueren. Para el experto en seguridad urbana, dotar a las zonas comunes de un significado, e involucrar a la sociedad es fundamental. Por eso pone como ejemplo las consultas ciudadanas. “El Ayuntamiento puede rehabilitar una zona, pero es mejor si le pregunta a los vecinos qué es lo que quieren y lo involucra en su cuidado. Las zonas abandonadas son pasto para la delincuencia, la droga, el alcohol… Si generas convivencia, generas una reacción ante las situaciones delictivas”.
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