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CENSURA
Tribuna
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Borrar el pasado, controlar el futuro: los libros prohibidos del trumpismo

La democracia no solo se defiende en las urnas, sino también en las aulas

censura libros ee uu

Las democracias no colapsan de un día para otro. No sabría decir con certeza si existió un momento en la historia donde la población despertó una mañana a descubrir que la libertad se había esfumado. La erosión de los valores democráticos ocurre lentamente, a menudo disfrazada de protección o moralidad. Uno de los primeros signos de alerta frente al autoritarismo de manual, es el control sobre la educación y la información.

El Departamento de Defensa de Estados Unidos (DoD) prohibió a nivel federal una lista de libros — alrededor de una docena — en las escuelas que financia y administra en el país y en el extranjero. Estas decisiones afectan a aproximadamente 67.000 estudiantes en 160 escuelas administradas por el DoD, en siete estados de EE UU y 11 países. La comunidad educativa y diversas figuras públicas han manifestado su preocupación por el impacto de estas prohibiciones en la formación integral de los estudiantes y en la promoción de valores como la inclusión y la diversidad.

La pregunta clave aquí sin duda es: ¿qué monstruosidad, insensatez y descriterio se encuentra en estos libros para que los cataloguen de estar “adoctrinando” a las niñeces?

Uno de estos peligrosos escritos es Freckleface Strawberry, escrito en 2007 por la actriz Julianne Moore; un cuento infantil que relata la historia una niña con pecas que aprende a aceptarse a sí misma. En palabras de Moore a El País: “Es mortificante darme cuenta de que niños como yo… no tendrán acceso a un libro escrito por alguien cuya experiencia es tan parecida a la suya”.

Una niña con pecas que aprende a amarse y respetarse tal como es….aterrador.

En la lista también se encuentra The Kite Runner (Cometas en el cielo, en español) del médico y reconocido escritor Khaled Hosseini; una novela que sigue la vida de Amir, un niño en Afganistán, y su amistad con Hassan, el hijo de un sirviente hazara. El libro aborda temas como el clasismo, la violencia sexual, la guerra y la diáspora afgana, elementos que han sido considerados “inapropiados” para jóvenes en distintas ocasiones.

¿Lo inapropiado es, me pregunto, perpetuar estos ciclos de violencia, o aprender de su existencia para no repetirlos?

Por otro lado, está Indigenous Peoples History of the United States de la historiadora Roxanne Dunbar-Ortiz; un relato crítico sobre la historia de EE UU desde la perspectiva de los pueblos indígenas, exponiendo el colonialismo, la violencia sistémica y el genocidio. Su prohibición refleja un intento de suprimir narrativas que desafían la versión oficial de la historia estadounidense.

Porque claro, Estados Unidos no fue construido y levantado por espaldas esclavas, migrantes e indígenas…cómo se nos podría ocurrir tal barbaridad.

En la lista de baneados se encuentra uno de mis favoritos; Brave New World o Un mundo feliz del escritor y filósofo Aldous Huxley; un clásico de la literatura distópica que describe una sociedad totalitaria donde la felicidad artificial es impuesta a través de la manipulación genética y el consumo de drogas. Cabe mencionar que ha sido censurado antes por sus referencias al control social y a la sexualidad.

Hoy en día el placer no se usa como arma y herramienta de control de masas, ¿no es así?

Para los amantes del sueño americano, en la lista también encontramos A People’s History of the United States del historiador y ensayista Howard Zinn; un libro que presenta la historia de EE UU desde la perspectiva de las clases trabajadoras, las minorías y los movimientos sociales, cuestionando el mito del excepcionalismo estadounidense.

Porque claro, hay que hacer a América grande otra vez y su exclusión refuerza el deseo de suprimir visiones críticas del pasado.

No Truth Without Ruth de la autora de libros infantiles Kathleen Krull; una bella biografía ilustrada de la jueza del Tribunal Supremo Ruth Bader Ginsburg, un ícono e importante figura en la lucha por los derechos de las mujeres en el sistema judicial y legislativo. Es demasiado polémico mostrarle a las niñas y jóvenes el diligente y profundo esfuerzo de Ginsburg por desafiar el status quo, por agregar la palabra mujer y libertad a la constitución norteamericana, por dedicar su vida entera a abrirle puertas e inspirar a millones de mujeres alrededor del mundo.

Los títulos censurados son diversos, pero tienen algo en común: invitan a la reflexión sobre la historia, la identidad y la justicia social.

Los argumentos detrás de estas prohibiciones son predecibles: los libros son controversiales, pueden adoctrinar a los niños y fomentan una narrativa divisiva. Pero la realidad es que lo que buscan no es proteger a la juventud, sino controlar lo que las nuevas generaciones aprenden o no sobre la historia y la sociedad.

Es el momento perfecto para recordar el libro que me releí este verano para prepararme para enfrentar estos tiempos inciertos; 1984 del escritor George Orwell; el poder reside en controlar el pasado. “Quien controla el pasado, controla el futuro; quien controla el presente, controla el pasado”, escribe Orwell en su obra. Estados Unidos hoy tiene su propia policía del pensamiento; la censura sistemática de libros en EE UU hoy no es un fenómeno aislado, es parte de una tendencia global impulsada por el crecimiento de movimientos ultraderechistas y libertarios que buscan moldear la educación a favor de sus intereses.

En varios estados de EE UU, se han aprobado leyes que prohíben enseñar sobre racismo estructural y colonialismo. Los mismos sectores que han impulsado estas leyes ahora respaldan la prohibición de libros en las escuelas del DoD. No es coincidencia. Las nuevas generaciones representan un desafío, me atrevería a decir resistencia, para quienes quieren mantener un orden social donde el poder sigue en manos de unos pocos. Si los niños y adolescentes crecen sin conocer las injusticias del pasado, no podrán cuestionar las estructuras de poder del presente.

En Alemania, existe una palabra que encapsula un concepto fundamental: “Campeones mundiales en confrontar nuestra propia historia”. Se utiliza para describir el compromiso alemán de reconocer su pasado nazi y el impacto terrorífico que tuvo en millones de personas. Alemania comprendió que no se puede avanzar sin asumir las sombras del pasado.

Estados Unidos, en cambio, está tomando la dirección opuesta. Prohibir libros que abordan el colonialismo, el racismo y el intervencionismo es un intento descarado de reescribir la historia, de ocultar las cicatrices que la democracia tiene la obligación de recordar. Se nos dice que estos libros adoctrinan, cuando en realidad, lo que se está buscando es erradicar el pensamiento crítico. Porque un pueblo que desconoce su historia es un pueblo más fácil de manipular.

Bajo la administración de Trump, los ataques contra la educación pública y la libertad de expresión se normalizaron. Hoy, los movimientos ultraderechistas y libertarios en todo el mundo siguen ese mismo modelo. Se presentan como los verdaderos defensores de la libertad, pero promueven un tipo de censura mucho más peligrosa: aquella que se esconde bajo la retórica de la protección de la niñez.

Me pregunto si figuras de la nueva caseta ultraderechista, libertaria nacional y regional también se preocuparán tanto de los niños y niñas como para sacar libros de la sala de clases.

Esta prohibición de libros no es un evento aislado, es una señal de advertencia. La democracia no solo se defiende en las urnas, sino también en las aulas. Y si permitimos que quienes temen a la verdad dicten lo que las nuevas generaciones pueden leer, estamos dejando que la historia se repita.

Si la historia nos ha enseñado algo, es que la censura no puede detener las ideas. Los libros que hoy intentan prohibir seguirán encontrando lectores. Pero no podemos ser pasivos ante esta amenaza. Leer estos libros, compartir su contenido y discutir su importancia es un acto de resistencia.

Porque si algo debería aterrarnos, no es lo que estos libros dicen, sino lo que nos están intentando ocultar.

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