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Sin visitas en el legendario zoológico de Buenos Aires

La muerte de una jirafa y una rinoceronte aviva las críticas al proyecto de reforma del recinto

La jirafa Shaki en el zoo de Buenos Aires en junio de 2016.
La jirafa Shaki en el zoo de Buenos Aires en junio de 2016.Juan MABROMATA (AFP PHOTO)

Ruth, la rinoceronta blanca de 24 años del zoológico de Buenos Aires, iba a volver a Sudáfrica, el país donde nació. Las autoridades del centro planeaban trasladarla al santuario de vida silvestre SanWild, pero nunca llegó a realizar el viaje: murió hace dos semanas por una causa aún por determinar. Diez días después, murió otro de los animales africanos, Shaki,una jirafa nacida en cautiverio en la capital argentina en el año 2000. Las dos muertes han reavivado las críticas sobre esta centenaria institución, que lleva casi un año con las puertas cerradas para ser reconvertida en un ecoparque.

Para los veterinarios del parque las dos muertes no están relacionadas. La jirafa murió por una peritonitis aguda, mientras que la rinoceronta sufrió una infección que fue tratada, pero falleció en plena convalecencia. La necropsia no fue concluyente y están a la espera de estudios complementarios, señala la veterinaria del Ecoparque Ivana Iaquinta. Sin embargo, organizaciones ecologistas consideran los decesos un reflejo de la situación de emergencia que atraviesa esta institución, fundada en 1888 y que fue un referente en América Latina y a nivel mundial.

Su ocaso comenzó en los años noventa, cuando sucesivas malas administraciones privadas hundieron el parque y provocaron la apertura de causas judiciales por el mal estado del recinto y de los animales que residían allí. En 2014, la justicia ordenó la liberación de la orangutana Sandra al considerarla persona no humana, pero la orden sigue sin acatarse. Dos años antes, había fallecido Winner, el oso polar, después de una calurosa noche de verano con pirotecnia, y en 2015 murió una cría de jirafa.

Cuando el zoológico anunció su transformación en ecoparque tenía cerca de 1.500 ejemplares en un predio de 18 hectáreas. El Gobierno planea reducir hasta 350 su población para 2023 y trasladar a los animales a santuarios. Los críticos objetan que la transformación no consiste en exhibir menos especies sino en convertir el espacio en un centro de educación, conservación e investigación que vuelva a ser modélico.

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