
11 deportes que debería practicar aunque se le den fatal
Olvídese de que es un paquete y salga a darlo todo

Uno de los momentos más emocionantes en muchas carreras es el aplauso que se lleva el último en cruzar el arco de meta. Ese que lleva varios kilómetros sintiendo el aliento del coche escoba en el cogote. El que llega horas después de la entrega de trofeos, sin público y segundos antes de que los operarios comiencen a desmontar todo el tinglado. ¿Por qué tanta algarabía? Porque, aunque cierre la clasificación, ya ha quedado por encima de quien ni siquiera lo ha intentado. ¿Le da pudor ser el peor de la competición? ¿Tiene miedo a fracasar? Sepa que superar retos va en su ADN.
"El ser humano fue creado para moverse, para no detenerse ante las dificultades. No hace falta ser el mejor, sino alcanzar tu mejor versión. Cuando comienzas en un deporte, se activan todos los mecanismos de superación hasta lograr tu máximo potencial. Tienes que sobrepasar el miedo a no ser capaz, a caerte, a no llegar. Asumir que puedes fallar. Luego, con la práctica, se irán puliendo los defectos. Y ese camino hasta alcanzar la mejor versión de ti mismo es lo que cuenta. Tu cuerpo experimentará mejoras a nivel cardiovascular, de fuerza, resistencia o elasticidad. Y esos avances en lo físico tienen su reflejo en lo mental y hasta en lo social. El objetivo del ser humano es ir un paso más allá cada día. Y eso implica siempre movimiento, no quedarte sentado viendo la vida pasar por miedo o dejadez", rubrica Sara Lema Bouza, relaciones públicas de Reebok. ¿Quiere un buen rosario de razones por las que es bueno hacer deporte, aunque sea el más negado? Tome nota y póngase manos a la obra.

No confunda rendimiento deportivo con trabajo muscular. Una cosa es no meter goles con la habilidad de un Cristiano o un Messi, y otra que sus piernas no tengan los mismos grupos musculares que las de los cracks. En líneas generales, en un gol en primera división entran en juego los mismos grupos musculares que en una pachanga de solteros contra casados: los cuádriceps, los isquiotibiales y los glúteos. Y si corre mucho para bajar a defender, le estará pegando un achuchón a su músculo cardíaco. Se calcula que un jugador de fútbol (salvo el portero) puede llegar a correr uno 10 kms en los 90 minutos del partido. 9,1 en el caso de los árbitros. Y el gasto calórico, a poco que se entregue, superará las 700 calorías. Marque o no marque goles.
Con los datos en la mano, no sea tímido y láncese. "Cuando uno empieza en un deporte y ve que no es el mejor de la clase tiende a agobiarse, a querer hacer más de lo que su propio cuerpo le permite, ya sea levantar más peso, correr más o emprender asanas —posturas de yoga— para las que se requiere mucha práctica. 'Que el de al lado en crossfit levanta 10 kgs, pues yo, 20'. O, todo, lo contrario: se repliega pensando que 'no es para mí'. Y no es así. Cada cual debe ir a su ritmo y a su nivel", apunta Antonio López, entrenador y director de Saludando, y recuerda que es normal que el día siguiente haya agujetas, "eso indica que ese músculo ha estado trabajando". Tiempo habrá para mejorar.

Usted es un corredor consumado. Un maratoniano de tomo y lomo. En el agua, en cambio, no pasa del estilo perrete nivel supervivencia. Por eso, huye de la piscina y sale a correr casi a diario. Mal hecho. Está sobreutilizando siempre las mismas articulaciones y corre el riesgo de lesionarse. Es hora de compaginar las carreras con otros deportes: el entrenamiento cruzado.
"Cambiar un día de kilómetros de asfalto —los días en los que no se meten kilómetros de calidad, como las series— por la natación le va a permitir seguir avanzando en la parte aeróbica pero sin machacar las rodillas. Con la ventaja de que también se potencia el tren superior, uno de los puntos débiles de los corredores y fundamental para impulsarse, en especial, en las cuestas", explica Rubén Gadea, entrenador y director de Sanus Vitae. Supere el pánico (o el pudor) a la piscina, al exiguo bañador de competición y al gorro de baño. Échese a nadar. Para su alivio, descubrirá que cada visita a la piscina le parecerá más llevadera.
Otra opción: desempolve la bicicleta y salga a pedalear. "La carrera a pie involucra mucho a la musculatura posterior (isquiotibiales y sóleos). También a las fascias plantares, la rodilla y el tendón de Aquiles. Con la bicicleta, en cambio, se trabajan mucho los cuádriceps. Y eso se nota, por ejemplo, cuando en un trail tocan bajadas muy empinadas".

¿Le gusta la paella? Figúrese que se la ponen a diario. Acabará aborreciéndola o, como mal menor, no sacándole el gusto. Al organismo le sucede algo parecido: si siempre entrena igual, se estancará. "Si se realiza siempre la misma rutina de ejercicios, notará los cambios y mejorará al principio. Pero, al cabo de las semanas, deja de ser efectivo. El músculo se acostumbra y ya no hay mejora. Y se notan aún más las carencias de otros grupos musculares·, apunta Fer González, subdirectora de Arsenal Femenino Madrid.
Todo lo que sea alterar la rutina le hará bien. "Pongamos que alguien se centra en el Zumba. Tendrá un corazón fuerte, pero le falta tonificación muscular. ¿Por qué no alternar con body pump? Por poco bien que lo haga, ya estará metiendo carga en bíceps, los pectorales o los glúteos. O por una hora de pádel: estimulamos el sistema cardiovascular a la vez que trabajamos flexibilidad y reflejos".

Una de las primeras ventajas de practicar un deporte donde uno no se ve fuerte, ni se espera que lo sea, es que le sirve de aprendizaje para manejar las situaciones de estrés. Tómeselo como una oportunidad para coger callo en lo de concentrarse. Pongamos, por ejemplo, que le proponen jugar al voley playa por primera vez. Según la teoría del Flujo, del psicólogo Mihály Csíkszentmihály, le acaban de sacar de su zona de confort. Lo previsible es que se apodere de usted la ansiedad y hasta la frustración por ser el 'paquete' de su equipo.
Tómelo como un reto, céntrese en el partido y recapitule cuáles de sus habilidades en otros deportes le pueden ayudar a salvar la situación. ¿Se ha formado un corrillo de espectadores hostil? Memorice las sensaciones negativas para sus futuras competiciones y procure hacer oídos sordos, como si fuera a lanzar un penalti con todo el graderío en contra.
“Cuando la ansiedad supera las destrezas del atleta, este puede sentirse vulnerable a la evaluación social”, explican científicos franceses que han ideado un modelo robótico que simula los factores externos que pueden debilitar al deportista y ayudarle a crear mecanismos de defensa. Verá cómo, siguiendo el discurso de Csíkszentmihály, empieza a fluir. Terminará con un subidón de adrenalina, feliz por haber culminado el reto y con una fobia superada.

Hay deportes que exigen movimientos certeros, puntería y velocidad. Por ejemplo, el 'Ultimate Frisbee', un híbrido entre fútbol, baloncesto y rugby, donde el balón se sustituye por un disco volador. El juego consiste en hacer llegar el disco al extremo contrario del campo, pasándoselo a los compañeros. Pruebe a hacerlo. Verá cómo atinar en la recepción es más difícil de lo que parece.
Le tocará correr, estirar el brazo como si no hubiera un mañana, saltar, doblar las rodillas y agilizar los dedos para atrapar el disco con fiereza. La buena noticia es que, si se le cae muy a menudo el disco, todas las veces que tenga que agacharse a recogerlo del suelo cuentan como sentadillas. ¿Más ventajas? No hay árbitro, ni de carne y hueso ni en formato VAR. Los jugadores se auto regulan, se obligan a no hacer trampas y a evitar conductas antideportivas.
¿Busca el más difícil todavía? Pruebe con el 'boomerang'. Hay modalidades de resistencia (máximo de recepciones en 5 minutos), fuerza (MTA 100 o ver quién mantiene más tiempo el boomerang en el aire en un campo de 100 metros) y distancia (quién lo lanza más lejos). En otras palabras, si se da vidilla, cuenta como una sesión de 'crossfit'. Tal vez no atine a coger el cachivache, pero los saltos, carreras, giros de core (esos abdominales oblicuos saldrán reforzados) y levantamiento de brazos también cuentan.

Para mejorar en la práctica deportiva no solo necesitará músculos capaces. También un centro de control optimizado. Son varios los estudios en la materia gris que evidencian que trabajar duro para alcanzar la excelencia motora (por ejemplo, en baloncesto o golf), también produce un incremento del volumen en las zonas cerebrales implicadas. ¿Le han propuesto aprender a patinar? Diga que sí. Estudiosos surcoreanos han llegado a la conclusión de que los patinadores profesionales muestran una mayor plasticidad en el hemisferio derecho del cerebelo, el encargado del equilibrio y la coordinación.

A veces por pudor uno no se ejercita en aquello donde sabe que no da la talla. Los estiramientos suelen ser el talón de Aquiles para muchos deportistas, incluso de élite. "No estirar los músculos a diario reduce poco a poco su rango de movimiento", señala la entrenadora personal Marta Rosado, directora del centro Personal. "Sucede también con la espina dorsal. Tendemos a sentarnos espachurrados en el sofá y a caminar encorvados. Si no contrarrestamos esas malas posturas a diario, la espalda va deformándose (chepa) y perdiendo elasticidad. Aunque tu edad biológica sean 30 años pueden ser bastantes más si no eres flexible". Piense que la columna vertebral está en la base de todos los deportes.

Olvide el afán competitivo. Aparque para mejor momento su obsesión por asociar ejercicio y quema de michelines. Hay ciertas prácticas deportivas que no constan en el listado olímpico ni tienen visos de hacerlo. Pero que bien sirven para pasar un buen rato. Ahí tiene el broomball (una versión light del hockey sobre hielo en la que el stick se sustituye por una escoba y los patines por calzado deportivo). Más allá de EE UU y Canadá es una práctica desconocida.
Pruebe a jugar con los colegas, sin pista de hielo, por ejemplo, sobre el asfalto de una cancha de baloncesto callejera. Tómelo como un entrenamiento de su velocidad explosiva y de fuerza del tren superior. La diversión está asegurada. ¿Se siente ridículo? Quíteselo de la cabeza. En el condado inglés de Avon es célebre su carrera del queso rodante, con hordas de lugareños corriendo ladera abajo tras un queso de cuatro kilos. No es ninguna tontería: esta práctica pondrá a prueba sus cuádriceps. ¿Nota flojera en los brazos? Organice una carrera de carretillas y conseguirá tríceps de acero.

Acaba de llegar al apartamento de verano. Un complejo residencial resultón, con piscina Y hay cancha para pádel. Usted lo considera un deporte de poca monta, porque lo suyo es el tenis y lo demás son sucedáneos. Consejo: abra su mente y déjese seducir por una de las pocas disciplinas en la que los españoles somos una potencia (9 de las 10 mejores jugadoras en la clasificación mundial son de este lado de los Pirineos, mientras que en top 10 masculino se cuelan otros 4 de aquí).
Ricardo Fernández, responsable de la división de deportes de raqueta de Head, lo explica: "Muchos bloques de viviendas, además de piscina, tienen pista de pádel. Vecinos que nunca se hubieran planteado empuñar una pala, le pillan el gusto a quedar con para echar un partido. Luego, ya puestos, se toman unas cañas, charlan de sus cosas, se forjan amistades… y lo de jugar ya se convierte en un agradable hábito".

Toda una generación de varones creció con la idea de que el contoneo es cosa de mujeres. Que un hombre hecho y derecho como mucho ha de bailar el pasodoble. Pero los tiempos cambian y ahora ellos también se apuntan a lo de mover la cintura. Incluso de forma sensual. ¿Se siente torpe en esa materia? Desinhíbase, mueva su cuerpo como una estrella del pop y déjese llevar. Esa es la gracia del Sh’bam, una clase de baile con coreógrafos de videoclips famosos.
"En cada sesión se trabajan unos pocos movimientos. Si no se coge a la primera, al cabo de muchas repeticiones, se acaba pillando. Como es un no parar, es 100% cardio y que se queman unas 500 calorías por clase. Y potencia mucho el core para las torsiones de tronco o el juego de caderas", apunta su directora técnica, Rachael Newsham. "Hay chicos que entran en clase muy cortados. Pero con la atmósfera relajada de la clase se vienen arriba. Y a ellas les gusta que entren chicos. Piensan 'si mueve así las caderas bailando, qué no hará en la intimidad".

La mayoría de los deportes dependen de la vista. Hay que ver por dónde viene la pelota, dónde poner el brazo, por dónde nadar. El resto de sentidos suelen ser anecdóticos. El problema es cuando uno no ve dónde pisa, dónde se agarra o dónde tiene la mano. Póngase a prueba. ¿Quiere aprender a coordinar sus movimientos con el oído, en vez de con la vista? Pruebe el goalball. Es un cruce entre fútbol y balonmano creado para personas con discapacidad visual donde hay que meter gol con un balón de 1.250 gramos relleno de cascabeles. Póngase el antifaz reglamentario, para no ver absolutamente nada, y déjese guiar solo por las sensaciones auditivas del balón y las táctiles de las marcas rugosas del suelo.