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Columna
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Visto desde el Sur

El desafío externo más complejo de López Obrador vendrá de EE UU. Difícilmente tendrá más margen de maniobra que sus predecesores

López Obrador ante sus simpatizantes el pasado 1 de julio.
López Obrador ante sus simpatizantes el pasado 1 de julio.ALEXANDRE MENEGHINI (REUTERS)

Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el presidente electo de México, visitó Chile durante la campaña electoral para reunirse en el Palacio de La Moneda con la presidenta Michelle Bachelet. Fuera de expresar su interés por el Gobierno sureño y sus programas, AMLO pidió ver la sala reconstruida donde murió el presidente Salvador Allende y donde se exhiben objetos rescatados del ataque a la sede de gobierno durante el golpe militar del 11 septiembre de 1973, que terminó con la vida del presidente constitucional.

AMLO tiene un retrato de Allende en su oficina y quizás piensa en transformaciones profundas en democracia; en la Tercera Vía allendista que la Guerra Fría impidió. Claro, vivimos en otra era y tendría mayoría en el Congreso, aunque su coalición es heterogénea.

Probablemente ganó tan holgadamente porque los mexicanos, especialmente los jóvenes, estaban hastiados de promesas incumplidas desde el inicio del proceso democrático en el año 2000: el fin de la violencia, de la corrupción y del narcotráfico; y deseaban un cambio hacia mejores oportunidades de vida que ni la derecha del PAN ni el PRI reformado pudieron darle al país. La gente estaba cansada y quería cambios claros y profundos.

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A AMLO se le considera populista y hasta mesiánico. Pero su discurso de campaña, y el de la noche del triunfo sugieren que gobernará pragmáticamente, lo cual ya se refleja en la conformación de su Gabinete, y su llamado a la reconciliación nacional y al respeto de las libertades fundamentales. Ha prometido salvaguardar la autonomía del Banco Central, no realizar reformas para reducir la pobreza de 60 millones de mexicanos incurriendo en un déficit fiscal, aunque revisará mediante procesos legales la privatización de la industria energética.

Difícil tarea la que tiene AMLO. Pero muchos recuerdan su persistencia y el pragmatismo que mostró cuando impulsó asociaciones público-privadas como gobernador del Distrito Federal entre 2000 y 2005.

Probablemente el desafío externo más complejo de AMLO vendrá del Norte. Las políticas antimexicanas, la separación de familias mexicanas y centroamericanas en la frontera, la supuesta construcción del muro, y la renegociación o eventual término del NAFTA estarán en su agenda con Estados Unidos. Difícilmente AMLO tendrá más margen de maniobra que sus predecesores. Por eso, y aunque no será una alternativa a la estrecha interdependencia económica de México con Estados Unidos, mirar hacia el Sur puede ayudarle. La Alianza del Pacífico, de la cual forma parte México, negocia acuerdos de libre comercio de altos estándares con Australia, Nueva Zelandia, Canadá y Singapur. Canadá, el tercer socio del NAFTA, está más interesado en Latinoamérica que antes. Y Brasil debiera ser una opción económica significativa para México. El Sur mira a AMLO con esperanza.

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