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Columna
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9 de julio

Sánchez parece guardar sus cartas, que desde el punto de vista de una elección racional, debieran consistir en la formulación de la oferta federal

Antonio Elorza
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, atiende a los medios en Bruselas.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, atiende a los medios en Bruselas.Eric Vidal (REUTERS)

En una de sus frases más conocidas, Giulio Andreotti recuerda la admonición de Jesús: cuando te abofeteen en una mejilla, debes poner la otra, pero añadiendo que por eso Dios, en su suprema sabiduría, solo nos dio dos mejillas.

El aviso viene a cuento por el comportamiento de un personaje político, convertido en crítico obsesivo cada vez que alude a España, y que, sin embargo, se ha convertido en la clave de una normalización de las relaciones entre los Gobiernos de Madrid y de Barcelona. Ante ese protagonismo inevitable, desde el momento en el que ha asumido el Gobierno de España, Pedro Sánchez juega una y otra vez a tenderle la mano y a evitar que sus provocaciones tengan efecto. Se trata de un esfuerzo loable por construir un nuevo clima de relaciones con una Generalitat independentista. No sin deslices inexplicables, tales como su reiterada proclamación, en este diario primero y luego en el Congreso, de que fue Rajoy el culpable de la “fractura social” en Cataluña. A Rajoy cabe cargarle muchas culpas, entre otras la de dejar tirado a su propio partido al verse derrotado en la moción de censura, pero no la responsabilidad y el desarrollo agresivo y suicida del procés. La acusación deja, además, mal al propio PSOE, y a él mismo, que secundó al Gobierno popular en momentos decisivos, tales como la adopción del 155.

Lo esencial en este momento no es eso, sino ver cómo Sánchez logra el más mínimo cambio en la posición del “honorable”, dispuesto a reemprender el camino unilateral, de no ver aceptada la propuesta de siempre, el referéndum de autodeterminación pactado; es decir, autorizado anticonstitucionalmente por Madrid. Y lo hará con toda seguridad, una vez marcado su territorio por el procedimiento conocido en otras especies, al descalificar primero al Rey y luego montar la gresca y, además, sintiéndose ofendido, en Washington. Hasta el momento tiene la iniciativa, desde su enroque, y Sánchez parece guardar sus cartas, que desde el punto de vista de una elección racional, debieran consistir en la formulación de la oferta federal, suficientemente concreta. Con la seguridad, eso sí, de que se vería rechazada. No es posible dialogar con un muro, y menos si el muro está erizado.

A la vista de la relación de do ut des con el PNV, cueste lo que cueste, el as en la manga de Sánchez puede estar en la doble oferta de recuperar el Estatut previo al recorte del Constitucional, con la capacidad de organizar y regular “consultas populares” por la Generalitat (art. 122), amén de una financiación próxima al pacto fiscal. Puerta semiabierta.

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