16 almas y un sueño y 60.000 gargantas ‘millennials’ y un beso
El concierto de Operación Triunfo en el Bernabéu es la consagración de los triunfitos y el primer espectáculo para muchos miembros de la Generación Z
Quizá el hype por Operación Triunfo ya haya bajado, cinco meses después que acabara el concurso; quizá Eurovisión se vea como algo lejano (y como un pequeño fiasco en la conciencia común colectiva); quizá el deslumbramiento que ofrecía Amaia se ha diluido de muchas retinas olvidadizas, pero el viernes por la noche el estadio Santiago Bernabéu se llenó para demostrar que este fenómeno no ha sido flor de un día y que los millennials (y muchos, muchos posmillennials) no están dispuestos a dejar pasar a sus nuevos ídolos.
40 canciones se plantaron los muchachos de OT2017 en menos de tres horas en este recital a favor de la Fundación del Real Madrid. Han crecido, se les nota: más estables, con más tablas, con ganas. También se ve la evolución de los más seguidos, cómo brillan los que huelen una carrera y un estrellato (que ya veremos cuán voluble es). 40 temas que empezaron por Mi gran noche, que daba paso a la colaboración estrella la de la noche, la de Raphael.
“Oye, ¿y ese quién es? Ahhh, pues yo le he conocido esta noche”, preguntaba una chiquilla que aún no iría al instituto ante las risas ojipláticas de quienes le quintuplicaban la edad. Mucha mezcla en esas gradas: adolescentes y ni eso, treintañeros absorbidos por el fenómeno (muchos y muy de darlo todo), padres/madres obligados que no descruzaron los brazos en los 170 minutos de show, tías/abuelos aún más desgañitadas que sus retoños, famoseo variado…
Desde las 22:05 hasta las 00:45 el ritmo no bajó. De hecho, empezó dos horas antes, con Tony Aguilar calentando el ambiente con temazos bailables y con Rosa López con un par de canciones como telonera (¿por qué no lo hizo en el concierto principal con los chicos?) y generando nostalgia del mismo concierto de OT1. Con Europe’s Living a Celebration levantando el estadio, muchos de los presentes sintieron nostalgia de la cita (en el mismo sitio, a la misma hora) de aquel lejano 2002 y vieron en los de su alrededor un calco de aquello que fueron. Este era probablemente el primer concierto para muchos miembros (y sobre todo miembras, era innegable) de la Generación Z, con sus mejillas pintadas con una O y una T a cada lado y sus camisetas de Pa Mala Yo (Stradivarius hizo el agosto en junio).
El ritmo no bajó, pero tampoco subió mucho la calidad del sonido: los micros se iban, incluso durante algunos temas, y cuando los chicos hablaban o se presentaban entre ellos de actuación a actuación no valía ni con pegar oído. “Me han dicho que grite, que antes no se me ha oído”, se disculpaba Aitana ante el público. La realización de las pantallas, con planos a veces lejanos o de solo uno de los integrantes de un dúo o trío, tampoco fue la más precisa para un recinto de las proporciones del Santiago Bernabéu (que no llegó a llenarse). Aún así, quedaron imágenes para recordar, como el de un estadio completamente iluminado con las linternas de los móviles, esos nuevos mecheros, para Que nos sigan las luces de Alfred.
Los invitados especiales dieron un poco de movimiento a un repertorio que repasa los temas más importantes de la Academia pero que no da concesión a las novedades y que ya incorpora, poco a poco, las canciones de los triunfitos, que empiezan a volar en solitario. Ana Guerra anunció trabajo propio en unos días, y ya cantaron temas de sus discos Mireya, Roi, Cepeda y Miriam. Ella fue, de los cuatro, la más jaleada (su tema Hay algo en mí es de los más populares) y con un discurso feminista que levantó aplausos (“Sois mujeres, no pertenecéis a nadie, nadie va a callarnos nunca”). También destacó la voz siempre reivindicativa de Marina, que dará el pregón del Orgullo Gay en Madrid el día 4 de julio. “Es muy fácil decir que queremos ser libres. Si queréis que estemos en libertad, poned unas leyes que nos traten como iguales”, afirmaba entre aplausos, envuelta en la bandera multicolor.
Para jaleadas, la ganadora y la finalista del concurso. Lo de Amaia no es de este mundo: calló al estadio para cantar al piano Miedo, que levantó rugidos de aplausos. Volvió a impresionar con Shake it out. Y con su naturalidad, que sigue levantando cejas. “Qué sofoco. Es increíble, increíble, superincreíble. No estamos acostumbrados a algo así. Lo asimilaremos dentro de un tiempo”, aseguraba entre gritos de “Amaia de España”.
El dúo de Con las ganas junto a Aitana tuvo la aparición estelar de su compositora y cantante, Zahara, guitarra en mano, y las tres pusieron los pelos de punta al personal. Ellas mismas se veían emocionadas y a punto de quebrarse. Aitana también tuvo otro dúo estelar con la aparición de Luis Fonsi, con el que inesperadamente cantó Échame la culpa, un tema que no sonó en la Academia, pero que deja entrever que si puede haber una estrella internacional en ese grupo, esa ha de ser la de Sant Climent.
Era ella la protagonista de la noche. Ella y Luis Cepeda, ya como innegable pareja. Se había filtrado un beso de ambos en los ensayos del día de antes, pero la noche del Bernabéu fue su confirmación y su consagración: No puedo vivir sin ti, miradas intensas, rostros nerviosos (y eso que los dos tienen ya tablas) y el beso más ansiado de los últimos meses hicieron temblar al estadio a las 23:20 en punto.
El de Agoney y Raoul, tan esperado y en pos de la visibilidad, esta vez no fue. El de Amaia y Alfred, más casto, se hizo esperar: no fue ya en City of Stars, una de las más delicadas interpretaciones de la noche, sino en los bises. Cuando las luces se apagaron tras Camina, el himno hijo de estos 16 muchachos, sonaron ellos con Tu canción para luego finiquitar todos con La Revolución Sexual e ir desalojando a un Bernabéu bailongo. Madrid, 24 grados, casi la una de la mañana. Una noche para el recuerdo milénico.
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