Se está llegando a la estación
Nadie conduce el tren de Barajas, y una voz avisa a los pasajeros de que se cierran las puertas
El tren que une la Terminal 4 con la Terminal Satélite del aeropuerto de Barajas funciona solo, como bien saben los millones de pasajeros que lo han usado desde que se inauguró en febrero de 2006, a razón de varios miles cada jornada, 24 horas por 365 días. Carece de conductor y por tanto de mandos a la vista, y no se descubren en su cabina delantera ni el acelerador ni los frenos.
Los viajeros esperan en el andén unos minutos, el tren llega y abre sus puertas; y todos suben sin que nadie los reciba. Y el convoy parte raudo hacia su destino, en un trayecto de algo más de dos kilómetros que dura unos cuatro minutos.
Una vez terminado el recorrido, la gente sale de los vagones y sigue su camino a pie hacia el avión, si van; o hacia la salida del aeropuerto, si vienen.
Nadie conduce el tren, al menos desde su interior. Y una voz grabada avisa a los pasajeros de que se van a cerrar las puertas y les transmite avisos de seguridad.
Esa impersonalidad de este transporte ha debido de influir en los responsables de elaborar los mensajes de la megafonía destinados a los viajeros. Quizás creyendo que en tales condiciones no se puede usar la primera persona de un verbo, puesto que nadie se halla dentro del tren para hablar en nombre de la compañía, las grabaciones anuncian cuando va a terminar el trayecto: “Se está llegando a la estación”.
Caramba, “se está llegando a la estación”. Una oración impersonal. Una oración sin sujeto que pretende representar a un montón… de sujetos, que son quienes están llegando a la estación.
Sin embargo, el resto del audio activado al término del trayecto no mantiene esa impersonalidad. Porque el mensaje completo dice así: “Se está llegando a la estación. Por favor, agárrense a las barras. No olvide recoger sus pertenencias”.
Es decir, de la impersonalidad se pasa al ustedeo: “agárrense”, “no olvide”. Eso sí, con una incoherencia más: el primer verbo aparece en plural (“agárrense”) y el segundo en singular (“no olvide”). Por tanto, el viajero aeroportuario escucha en un solo mensaje de 17 palabras tres posibilidades de verse señalado en la oración: con un impersonal, con un imperativo en plural y con un imperativo en singular.
Los verbos impersonales pueden incluir al hablante como agente tácito, si el contexto permite deducirlo así. Cuando alguien dice “se come mucho jamón en mi casa”, cabe interpretar que tanto el emisor del mensaje como su familia participan de ese disfrute. Pero en el caso del tren, el hablante (o sea, la megafonía) no parece viajar en el vagón, así que la posibilidad de ese impersonal inclusivo queda desechada. Sí, es cierto que la voz que habla desde algún sitio también llega con los pasajeros, pero se supone que la persona a quien corresponda se halla en ese momento vaya usted a saber dónde.
Y como quien llega a la estación no es el emisor, sino cada uno de los receptores, habría encajado mejor una alternativa con forma personal: “Están llegando ustedes a la estación”. Pero los responsables del tren no han querido mojarse: ni "estamos llegando", ni "están llegando". Por las dudas, se han quedado en tierra de nadie, en la pura impersonalidad.
En fin, querido lector, querida lectora. Este artículo está grabado, digamos, y usted lo lee ahora. Por tanto, “se está llegando al final de esta columna”. Ni para usted ni para mí, como en el tren de Barajas.
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