Rajoy ocupa el registro, Sánchez la silla (del bolso) presidencial
Algo falla en la retirada del presidente que mejor parecía saber manejar los tiempos hasta que fue devorado por ellos
Las imágenes fulgurantes para cristalizar este tiempo de cambio se suceden con vértigo y hoy hemos podido ver dos de las más significativas, superpuestas además en el tiempo: Mariano Rajoy ha ocupado su puesto en el registro de Santa Pola como un funcionario cualquiera en excedencia tras un permiso especial. Y Pedro Sánchez ha estrenado su asiento de presidente en los escaños azules correspondientes al Gobierno. La silla que, en la jornada fundamental de la única moción de censura que ha triunfado en nuestra democracia, ocupó vergonzosamente el bolso de la vicepresidenta mientras el presidente-registrador pasaba la tarde de sobremesa en un restaurante de Madrid por no asistir al desvencijamiento de su poder.
Las imágenes son iconos de la época, decimos, y la del ciudadano Rajoy presentándose a los siete empleados del Registro numero 1 de Santa Pola que le ha reservado durante 28 años su amigo Riquelme es de envergadura. Quién dijo puertas giratorias. Rajoy no acudirá (que sepamos) a consejos de administración, negocios privados, y renuncia a su sueldo de expresidente. Es sin duda una novedosa y nada objetable forma de convertirse en expresidente. Podría parecer incluso encomiable, pero algo falla en la retirada del presidente que mejor parecía saber manejar los tiempos hasta que fue devorado por ellos.
Rajoy no solo renunció a dimitir a tiempo, con la posibilidad que ello le daba de convocar elecciones y de dirigir la agenda de transición hacia otro liderazgo del PP, sino que ha renunciado a influir en el futuro de su partido. Del dedazo de Aznar y del estilo personal que Rajoy mismo se gastaba, el PP ha pasado abruptamente a la democracia interna. Bienvenidos sean a la democracia, sí, a la confrontación de ideas, pero también a la exhibición de divisiones y al lodazal donde la pelea puede debilitar a corto plazo, aunque también fortalecer a largo plazo.
Deja Rajoy una herencia de bicefalia en combate en la que, gane la vicepresidenta o la secretaria general del PP, gana siempre el marianismo. Es hora de separar las cabezas siamesas y habrá sangre.
Hay varias teorías sobre la renuncia de Núñez Feijóo a la batalla por el liderazgo, desde el espantajo de que hay más material sobre su amistad con un jefe narco hasta la más probable, y es la marcha atrás ante un proceso que ya no está controlado y dirigido desde Génova ni desde Santa Pola. La democracia interna, a veces, da miedo. El combate está abierto y será de interés de todos que se libre desde las ideas, la autocrítica y la reflexión, y no la sangre en la arena entre personas que aspiran al poder sin un contraste maduro de posiciones sobre lo que han hecho mal y lo que deben hacer bien.
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