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MIRADOR
Columna
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Lucy

Ya se han podido determinar los mecanismos exactos por los que actúa el LSD como estimulante de la conexión neuronal

Javier Sampedro
La evolución del córtex prefrontal es la evolución humana.
La evolución del córtex prefrontal es la evolución humana.Ben Birchall (PA Images via Getty Images)

El cerebro humano ha triplicado su tamaño desde que éramos chimpancés o australopitecos, hace cinco millones de años. Durante el mismo periodo, la zona prefrontal del córtex cerebral, eso que tenemos detrás de la frente, se ha sextuplicado. Redondeando un poco, la evolución del córtex prefrontal es la evolución humana. Allí planeamos nuestro comportamiento cognitivo complejo, expresamos nuestra personalidad y tomamos nuestras decisiones. Allí se armonizan nuestros objetivos internos con nuestros pensamientos abstractos y nuestras acciones consecuentes. Allí están mi yo y el tuyo, desocupado lector.

Una percepción reciente de gran importancia es que una lista interminable de condiciones y enfermedades mentales se asocian a cambios en la estructura del córtex prefrontal: no en su mera función o actividad, sino en el diseño de sus circuitos, en su hardware. La depresión, el estrés postraumático y las adicciones comparten las mismas alteraciones estructurales en el córtex prefrontal: las proyecciones que conectan unas neuronas con otras (axones y dendritas) se retraen y se atrofian. La sede del yo pierde su conectividad característica. Los autómatas celulares que encarnan nuestra mente dejan de comunicarse y se vuelven una isla biológica.

La biología evolutiva nos imparte una lección testaruda y profunda. Las grandes percepciones sobre la naturaleza humana nos llegan a menudo del estudio de las moscas, los gusanos y otros seres vivos de la gama baja. David Olson, de la Universidad de California en Davis, ha tenido la idea extraordinaria de suministrar LSD (tripi, en la jerga) a las moscas y a las ratas. En ambos casos, la droga hace que las neuronas emitan nuevos axones y dendritas, y por tanto se conecten entre sí con nuevo vigor (Cell Reports). No han hecho los experimentos obvios en humanos —eso lleva más tiempo y papeleo—, pero los biólogos saben que lo que es verdad en moscas y en ratas es casi siempre un universal en todo el mundo animal. Y han podido determinar los mecanismos exactos por los que actúa el LSD como estimulante de la conexión neuronal.

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No es aconsejable que los depresivos se bañen en ácido para superar su condición. El remedio puede ser peor que la enfermedad. La idea es que, una vez conocido el método en la locura del LSD, los científicos puedan encontrar unas moléculas eficaces que emulen ese estímulo y eviten sus efectos colaterales. Esos fármacos podrán curar un montón de angustias sin necesidad de que Lucy suba al cielo a buscar diamantes.

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