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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Seis contra uno

El G7 tiene como objetivo frenar la ruptura de Trump del orden comercial

Wilbor Ross, secretario de Estado de Comercio de Estados Unidos
Wilbor Ross, secretario de Estado de Comercio de Estados UnidosAFP

La cumbre del G7 tiene por delante la descomunal tarea de reducir los daños de la cruzada de Donald Trump contra el comercio mundial. Los desafíos pueden resumirse en intentar que Estados Unidos dé marcha atrás en su proyecto de dinamitar las reglas del comercio mundial (y, de paso, anular a la Organización Mundial de Comercio), cuya voladura ya ha comenzado con la imposición de aranceles a las importaciones de acero y aluminio procedentes de Europa, México y Canadá. Seis de los siete ministros del grupo (Canadá, Japón, Italia, Alemania, Francia y Reino Unido) ya han hecho llegar a Steven Mnuchin, secretario del Tesoro, su malestar por las reglas proteccionistas (un puro disparate que no distingue entre competidores, aliados y enemigos) de Trump.

Pero hay más. Europa se enfrenta a la no menos disparatada amenaza de sanciones de EE UU a las empresas que hagan negocios con Irán. Todo esto es inaceptable para quienes creen en las reglas de un comercio multilateral. La tensión para conseguir un comunicado conjunto en el que Washington rectifique sus posiciones destructivas centrará buena parte de los esfuerzos de la reunión en Canadá.

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La calificación de este trumpismo comercial no mejora aunque se considere que estamos ante una táctica negociadora importada por el presidente de EE UU de su modo de hacer negocios inmobiliarios. Consiste tal modus operandi en presentar ante los interlocutores (aliados o enemigos) un cuadro de hechos consumados que después, en función de la respuesta de los afectados, se ratifica o se retira sin escrúpulo alguno. Una política negociadora así es inaceptable, tanto si finalmente impone el proteccionismo más descarado tan querido por Trump y el secretario de Estado de Comercio Wilbur Ross, como si finalmente se consiguen acuerdos, porque se habrán alcanzado mediante el chantaje.

Angela Merkel, canciller alemana, tiene razón cuando propone la unión sin fisuras de todos los países afectados (incluida, por cierto, China) contra los aranceles trumpianos. No es sólo la adopción de medidas de represalia —Europa, a la espera de la decisión de la OMC, ha anunciado medidas contra varios productos estadounidenses— como la urgencia de articular una política organizada contra el chantaje de la Casa Blanca que sea disuasoria para el futuro. Ni es admisible una ruptura comercial unilateral y, en tanto que está al margen de la OMC, ilegal, ni es recomendable que cada país afronte en solitario las consecuencias económicas de la ruptura estadounidense del acuerdo con Irán. En el G7 serán seis contra uno; se trata de conseguir un acuerdo entre siete según el statu quo que defienden los seis.

Porque las consecuencias de la trumpeconomics empiezan a ralentizar la economía mundial. El comercio disminuye, pero también se están contrayendo los flujos globales de capital. En primer lugar, porque la reforma fiscal de Trump facilita la repatriación de beneficios retenidos en el exterior; y además porque muchos países toman nota del aislacionismo estadounidense y aplican una legislación restrictiva a las inversiones extranjeras. El proteccionismo es dañino y contagioso.

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