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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La luz seguirá subiendo aunque llueva a cántaros

Con 'este' mercado la electricidad podrá ser más limpia pero desde luego no será más barata

Jesús Mota
Embalse El Vicario, en Ciudad Real
Embalse El Vicario, en Ciudad RealEFE

Con demasiada frecuencia la simplificación equivale a una mentira. Pero con las simplificaciones se sale del paso. Por ejemplo, Mariano Rajoy, aguijoneado por subidas disparatadas del precio de la luz, explicó a los españoles a finales de enero de 2017 que la lluvia y el viento por llegar causarían un descenso en el precio de la luz. El hoy expresidente lo tenía claro: “Producir la electricidad con agua es mucho más barato, y con viento también”. Rajoy olvidaba entonces que el precio de la electricidad está mediado por un mercado, para algunos, un simple rastrillo con pretensiones; tampoco lo recuerdan hoy quienes se preguntan cómo es posible que el precio de la electricidad suba sin descanso a pesar del mal tiempo y la lluvia pertinaz. A mediados de mayo el precio de la electricidad estaba en 30-35 euros MWh. Anteayer señalada 62,77 euros MWh. Ni siquiera Rajoy podría decir que ha llovido poco. Y la producción nuclear, a pesar de paradas técnicas y otros contratiempos menores, está en niveles razonables. Algo falla en el razonamiento de Rajoy y de quienes identifican sin más renovables o producción hidráulica con precios más bajos. Veamos.

El mercado de electricidad, como todos, es marginalista. El precio para toda la electricidad viene marcado por el precio de la energía de generación más cara. Como el mercado eléctrico es un mercado de casación de ofertas presentadas por las empresas —y no, como parecería lógico en un mercado cuyos activos de producción han sido financiados por los consumidores, mediante un operador independiente que dispusiese libremente de la electricidad producida para optimizar el precio final—, estas utilizan el agua, pautando sus ofertas para casación, para sustituir la tecnología más cara (que hoy es la electricidad generada por gas); de forma que la electricidad que sale del mercado hacia hogares y empresas, aunque proceda de un embalse hidráulico, se paga al precio de la central de ciclo combinado, en torno a los 60 euros MWh.

Tan sencillo como eso. En este mercado eléctrico el precio del MWh más barato se paga al precio del MWh más caro; aumenta así la rentabilidad para las compañías y, de paso, queda desmentida esa idea tan motivadora de que la energía de origen hidráulico y renovable configura una electricidad más barata y sostenible. Observemos de pasada que el día que la electricidad estaba a 62,77 euros MWh, en Francia estaba a 55,35 euros, en Alemania a 45,94 euros y en Suiza a 45,79 euros. En ninguno de esos países ha llovido más o ha soplado más el viento y tampoco tienen parques de generación con mayor presencia de renovables.

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La nueva ministra de Energía y la Comisión de Mercados y Competencia tendrían que explicar esto a los consumidores, para que no se llamen a engaño: más agua y más viento no significan precios más bajos de la luz con este mercado. Ni el diluvio universal o los vientos huracanados de ciclones sucesivos bajarán en un solo euro el MWh. Con este mercado la electricidad podrá ser más limpia, pero desde luego no será más barata. Su tendencia natural e irrefrenable es al encarecimiento continuado, al margen de la utilidad social de la electricidad; y, además, es fácil pronosticar que la luz en España, con este mercado, seguirá siendo más cara que en los países europeos.

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