El traspié de Ciudadanos
Rivera ha errado en su estrategia tras quedarse descolocado por la moción de censura
La política española ha dado un vuelco inesperado. Hace una semana —parece ahora una eternidad— la sentencia del caso Gürtel lo cambió todo, como bien dijo Albert Rivera. Así lo dejó claro el presidente de Ciudadanos, el partido llamado a liderar el centro derecha de este país, según las encuestas. Ese jueves 24 de mayo, Rivera dijo que el veredicto tendría consecuencias. Siete días más tarde, todo indica que desconocía cuáles serían y también, que su estrategia ha sido errónea.
El resultado de esta moción de censura tiene una víctima evidente: el PP de Mariano Rajoy. Pero también ha dejado herido grave al partido revelación, Ciudadanos. A la formación naranja le ha traicionado la ambición que alimentaba su éxito demoscópico. Convencido de que las urnas le brindarían la victoria inmediata, no calibró a tiempo la fuerza arrolladora de la voluntad general de echar a Mariano Rajoy de La Moncloa y que ese, y no otro, era ahora el ineludible objetivo de consenso político y social.
La vocación de Ciudadanos de partido de centro capaz de pactar con unos y otros en bien de la nación y comprometido contra la corrupción ha quedado en entredicho. El nuevo partido de la regeneración democrática ha entrado en el juego de la vieja política.
Su empeño en convocar elecciones cuanto antes y culpar al PSOE de aliarse con los independentistas y nacionalistas no tiene pase porque sabe que solo con sus votos habría favorecido la formación de ese Ejecutivo fuerte de transición necesario que habría brindado al país la salida ordenada de un Gobierno de Rajoy con la pronta convocatoria de nuevas elecciones. Pero su estrategia era una ecuación imposible: echar a Rajoy, pero no apoyar la moción favoreciendo al líder de la oposición, Pedro Sánchez, sin tener en cuenta que la ventaja que supuestamente le otorgaba ya se la habían dado las urnas en 2016.
Ha sido una pirueta del destino. Ciudadanos puso en marcha el relevo de Rajoy retirándole su apoyo parlamentario y de partido que sostenía al Gobierno. Ahora, en solo dos días de sesión de censura ha pasado a ser lazarillo del principal partido de la oposición, que va a ser el PP a partir de ahora. Es un error que le obliga a enfriar sus expectativas y ser más paciente
Ciudadanos soñó con el poder sin ser consciente de la realidad de sus escuetos 32 escaños. A partir de ahora, su papel será menos relevante, pero es probable que no haya echado todo por la borda y que siga atesorando un caudal de expectativas. Quizá estamos asistiendo al último acto del bipartidismo, a la pelea en la cumbre de dos partidos clásicos: PP y PSOE. A Podemos le iba bien sumarse a los socialistas a la espera de su momento. Ciudadanos, en cambio, se ha quedado descolocado. De momento.
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