Una historia de sexo y vikingos
Hombres escandinavos y mujeres celtas llevadas contra su voluntad poblaron Islandia
Cuando trabajaba en Oxford, hace 20 años, trabé amistad con un estudiante islandés llamado Agnar Helgason (en Islandia los apellidos se construyen por el curioso procedimiento de añadir al nombre del padre la terminación "-son" si es un varón o "-dottir" si es una mujer) a cuya casa acudía cada día a tomar café al salir del laboratorio (Islandia es el tercer país del mundo donde más café se consume). En una fiesta en su jardín para la comunidad islandesa tuve ocasión de probar uno de sus platos nacionales, el hákarl, un tiburón ártico que se ha dejado fermentar y secar durante meses hasta convertirlo en algo espantoso. El hedor que despide es tal que siempre se come al aire libre. Solo pude ingerirlo con considerables tragos de brennivin, un licor tradicional islandés cuyo sobrenombre svarti dauði ("muerte negra") hace referencia, como descubrí a la mañana siguiente, a las terribles resacas que produce.
"Por increíble que parezca, todos los islandeses son parientes de la cantante Björk"
De vuelta a su isla, Agnar terminó trabajando como investigador en una compañía privada de genética, conocida como deCODE Genetics (actualmente forma parte de la farmacéutica Amgen). Esta empresa se aprovechó de que Islandia es una población aislada y fundada a partir de un grupo inicial pequeño —lo que limita la diversidad genética a estudiar—, pero al mismo tiempo suficientemente grande como para que todas las enfermedades complejas que afligen a los europeos actuales estén representadas. Al combinar la información genética con la genealógica, deCODE ha podido descubrir la base hereditaria de numerosas enfermedades. Hace unos años, por ejemplo, pudo determinar que los 102 asmáticos de Islandia procedían todos de una única pareja que vivió en la segunda mitad del siglo XVII.
La colonización de Islandia empezó en el año 874, cuando el caudillo vikingo Inólfr Arnarson llegó a la zona de la actual Reikiavik y se asentó allí de forma permanente. En los 150 años siguientes, diversos emigrantes vikingos procedentes de Noruega junto con sus esclavos de origen celta —procedentes en su mayoría de Irlanda y Escocia— fueron llegando a la isla, coincidiendo con un período de bonanza climática. El flujo migratorio hacia Islandia se ralentizó hasta casi interrumpirse a partir del año 1000 —cuando Islandia se convirtió al cristianismo por votación (!)— hasta la edad moderna.
Los cerca de 330.000 islandeses actuales descienden casi todos de aquellos pioneros de hace más de 1.000 años, hasta el punto que todos están interconectados. Por increíble que parezca, todos son parientes, más o menos lejanos, de la cantante Björk o de sus propias parejas. Pero aún así, ha habido elementos externos; Hans Jonatan, un esclavo africano nacido en 1784 en las islas Vírgenes (su padre era el amo danés de la plantación) escapó a Dinamarca, donde un tribunal, a instancias de su madrastra, le condenó en 1802 a ser deportado como esclavo a su lugar de origen. En vez de esto, nuestro protagonista desapareció. En realidad se fue a Islandia, donde tuvo hijos y murió en libertad en 1827. Los analistas de deCODE han reconstruido el 38% del genoma de Jonatan a partir del análisis de 182 de sus actuales 780 descendientes, todos ellos con el aspecto típico de un islandés.
En verano de 2001 me trasladé a Reikiavik para ayudar a establecer un laboratorio de ADN antiguo para mi amigo Agnar, ya que deCODE quería analizar también los genomas de los islandeses del pasado. Cuando hay luz solar todo el día, cuesta conciliar el sueño y puedes trabajar más, aunque al cabo de unas semanas te acabas pareciendo a Al Pacino en Insomnio. Este proyecto ha culminado hoy en una publicación en la revista Science, donde presentamos los genomas de 27 islandeses antiguos, la mayoría de ellos paganos y, por tanto, anteriores al año 1000.
Hemos descubierto que estos vikingos pioneros tenían un componente escandinavo del 55%, que era ligeramente distinto para hombres (56%) que para mujeres (52%); el resto era un sustrato genético de origen céltico, procedente de las islas británicas. Pero cuando hemos mirado el mismo componente escandinavo en la población islandesa actual, hemos constatado que rondaba el 70%. Este incremento es mucho mayor del que podría esperarse por azar en una población del tamaño de la islandesa, y la única explicación posible es que tener una ancestralidad escandinava representara una ventaja reproductiva. Hay que tener en cuenta que el componente de tipo céltico estaba representado en buena medida por esclavos y sirvientes, y parece lógico que estos tuvieran menos facilidades para tener descendencia.
La empresa islandesa deCODE ha descubierto la base hereditaria de numerosas enfermedades
Esto significa que Islandia se pobló mayoritariamente por hombres escandinavos y mujeres celtas, algunas de las cuales, sin duda, fueron llevadas contra su voluntad. Esta asimetría de sexos puede observarse también en las espectaculares diferencias entre el ADN mitocondrial (que se transmite por línea materna), que es de origen celta en un 62%, y el cromosoma Y (que se transmite de padres a hijos) y que es de origen escandinavo en un 75%. Curiosamente, también hemos descubierto el primer caso de una anomalía cromosómica del pasado, ya que uno de los individuos estudiados padecía el síndrome de Klinefelter (tenía, por tanto, dos cromosomas X y un Y, en vez de tener uno de cada).
La desigualdad de origen en el poblamiento de Islandia y las evidencias genéticas de una cierta segregación posterior entroncan en la naturaleza de otras migraciones dominadas por hombres que ejercen su poder de dominancia social y sexual. Este origen dominado por la desigualdad es sin duda paradójico si recordamos que, a finales del año 2017, Islandia fue el primer país que estableció que por ley hombres y mujeres debían de cobrar la misma remuneración por el mismo tipo de trabajo.
El genetista Carles Lalueza-Fox, experto en el estudio de ADN antiguo, es investigador del Instituto de Biología Evolutiva, un centro mixto de la Universidad Pompeu Fabra y el CSIC, en Barcelona.
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