África reivindica su lugar en el arte contemporáneo
La exposición ‘African Passions’ inaugurada en Évora, Portugal, se propone dejar atrás la imagen estereotipada de un continente misterioso y distante y dar voz a las nuevas tendencias
Ahora que África se está abriendo al mundo, le toca al mundo abrirse hacia este continente, antaño considerado distante y misterioso. La exposición African Passions, inaugurada el pasado viernes en Évora (Portugal), refleja esta necesidad de cambiar de perspectiva a través de los trabajos de 16 artistas contemporáneos provenientes de la región subsahariana, a los que la etiqueta de “artista africano” les queda pequeña.
La inauguración de African Passions —que coincidió con la celebración del Día de África y la apertura del festival Evora Africa, que hasta el 25 de agosto llevará la música y cultura africana contemporánea a la homónima ciudad del Alentejo— fue marcada por la lluvia. Las adversidades del clima, sin embargo, no impidieron que las salas del Palacio de Cadaval se llenaran de visitantes atraídos por lienzos y fotografías que quieren resaltar la diversidad cultural del continente, aunque no siempre se consideren en línea con los criterios del arte internacional.
Claro, cada uno tiene su manera de pintar, pero no creo que existan diferencias por el hecho de ser africanos
JP Mika
Estas obras, según los comisarios André Magnin y Philippe Boutté, son al mismo tiempo el fruto de las experiencias de vida de los artistas en ciudades como Kinshasa, Maputo o Lagos, mientras reflejan realidades y sueños universales.
“Si todos habláramos el mismo idioma, no tendríamos nada que decirnos”, explica Romuald Hazoumè, sentado a la mesa con una gorra totalmente recubierta por pins y numerosos collares que se agolpan en el pecho. El artista beninés de raíces yoruba no acompaña la cena con alcohol, porque asegura disponer ya de suficiente energía. En la obra que presenta en la capilla del Palacio de Évora, una especie de gran dios hecho por bidones cortados, el artista mezcla cuestiones de identidad y de estética, innovación y tradición.
“No me molesta que me califiquen de artista africano. Para nada. Sé de dónde vengo y dónde estoy. Estoy en el mundo y todo lo demás me da igual”, explica. La presunta dicotomía entre arte africano y arte universal para él es un falso debate “creado por artistas mediocres que viven en occidente”, a menudo acompañado por ignorancia y desconocimiento del continente. “En Nueva York no me tratan como un artista africano, soy Romuald Hazoumè y ya está”.
“He ganado premios importantes a lo largo de mi carrera, pero esto no ha marcado profundas diferencias en mi vida. Si hubiera sido un artista europeo, la repercusión se habría multiplicado por mil. Hace unos años África daba miedo por el sida, por ejemplo, nadie quería ir. Era más fácil decir que no había artistas africanos que merecía la pena conocer”. Pero Hazoumè cree que esta percepción limitadora está empezando a cambiar. El punto de inflexión ha sido la participación de artistas africanos en exposiciones como la Bienal de Venecia o en importantes museos como el Guggenheim de Bilbao, el Centro Georges Pompidou y la Fundación Cartier de París, a partir del final de los ochenta. El artista beninés dio el salto a la escena mundial en los años noventa, con la exposición de sus trabajos en Londres. “Nunca había soñado con presentar mis obras en el extranjero”, recuerda. “Lo cambió todo en mi carrera”.
“Somos artistas y punto”, zanja el congolés JP Mika. “Claro, cada uno tiene su manera de pintar, pero no creo que existan diferencias por el hecho de ser africanos”. Desde luego, este artista que viste trajes chillones de flores iguales a los de los personajes que protagonizan sus lienzos se considera “universal”. España, en particular Bilbao, fue el lugar elegido para su primera exposición en el extranjero, en 2008. “No importa de dónde vienes. Lo que cuenta es la comunicación con la obra. Si estás delante de mi cuadro y lo entiendes, esto es todo lo que importa”.
No me considero un pintor africano, soy universal”
Chéri Samba
Chéri Samba lleva gafas de sol para proteger los ojos azules, a pesar de que es de noche y está en una sala interior del palacio. Empezó a pintar en los años setenta y al principio solo abordaba problemas locales en sus creaciones. “No me considero un pintor africano, soy universal”, recalca. “El arte africano ha ganado su hueco en el arte mundial, está integrado. Prefiero que mi obra se vea sin esa connotación, ya que lanzo un mensaje para interpelar la conciencia de la gente sea de donde sea”.
Hazoumè, sin embargo, sabe que el mundo del arte aún presenta demasiados obstáculos para las mujeres africanas. “Existen muchos prejuicios, pero algo empieza a cambiar. Hay algunas artistas africanas que han tenido éxito, pero viven en el extranjero y su ejemplo no se conoce muy bien en el continente, mientras que África necesita líderes”.
Dibujando África en el mapa
En paralelo al Festival Evora Africa, el Centro de Arte Quetzal de Vidigueira ha inaugurado la exposición Dibujando África en el mapa, dedicada a cinco artistas contemporáneos del continente: Bahia Shebab (Egipto), Gareth Nyandoro (Zimbabue), Moshekwa Langa, Marlene Dumas y William Kentridge (los tres últimos desde Sudáfrica).
Para la sudafricana Esther Mahlangu, una de las tres mujeres que exponen en African Passions junto con Billie Zangewa y Phumzile Khanyile, el género no es un factor determinante para el arte. “Lo que cuenta es lo que haces. Mis obras reflejan lo que he aprendido a lo largo de mi vida y eso no tiene nada a que ver con ser hombre o mujer”.
Mahlangu, de 82 años, enseña el arte típico de su etnia, los ndebele, en una escuela ubicada en su pueblo natal y dirigida sobre todo a mujeres. “Quiero mantener viva mi cultura. Las nuevas generaciones tienen que saber de dónde vienen y hacia dónde van”.
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