En la India rural nos faltan médicos
Un ginecólogo de la Fundación Vicente Ferrer cuenta su experiencia en el campo indio, donde no hay suficientes doctores y los curanderos aprovechan los estigmas sociales y la ignorancia de la población
India tiene un millón de doctores de medicina moderna para tratar a 1.300 millones de personas. Pero solo 110.000 facultativos trabajan en el sector público, que da servicio a 900 millones de personas en las zonas rurales, según datos del National Health Profile 2017, publicado por el Gobierno. De estos datos se deduce que son muchas las personas que tienen dificultades para acceder a una atención sanitaria adecuada.
Empecé a trabajar como ginecólogo hace más de 14 años. Inicialmente en el hospital de Kuderu, el primero que puso en marcha Vicente Ferrer en India, y más tarde en el hospital de Kalyandurg, además de coordinar la red de hospitales rurales que tiene la Fundación que lleva su nombre.
Nuestros pacientes son de zonas rurales, familias de campesinos con muy pocos recursos. Para muchos de ellos, ir al hospital es dejar de ganar un día de salario. Sin embargo, el cambio de mentalidad que hemos vivido durante los últimos años en la conciencia sanitaria de la población es enorme.
Hoy la mayoría de las mujeres prefieren ir al hospital para dar a luz, y muchas familias están dispuestas a pedir un préstamo, aunque en a menudo les lleva a la banca rota, para pagar el tratamiento en un hospital privado de ciudades como Bangalore o Hyderabad. El valor de la vida ha cambiado, y su toma de conciencia también. ¿Por qué ellos deben morir de enfermedades que para otros son fácilmente curables?
Los retos que afronta la sanidad en las zonas rurales son diversos y complejos. Vivimos sometidos a una falta de medicamentos, servicios y sobre todo personal cualificado. Y es que, a pesar del esfuerzo por parte del Gobierno, con la introducción del Servicio Rural para los recién graduados, aún existe un gran déficit de médicos. A través del Servicio Rural, se pretende atraer los que acaban la carrera de Medicina a las zonas rurales, con un compromiso de que se queden durante un período de tres años. Pasado ese tiempo, se les dan facilidades para especializarse.
Sin embargo, miles de vacantes en las zonas rurales siguen sin cubrirse, y es en este vacío, causado por la desesperación, la incomprensión y la frustración de la persona que no puede ser tratada, en el que aparecen los curanderos y farsantes.
Estos curanderos se benefician de la ignorancia de la gente y de la falta de médicos, y también de las dificultades de las autoridades para controlar a estos personajes que se aprovechan de la situación. También aprovechan un sistema público deficiente y los elevados costes de una sanidad privada inaccesible para la mayoría, que acaba condenando a la ruina, y en el peor de los casos a la muerte, a miles de personas. Las consecuencias de la combinación de estos elementos son fatales.
Una de las realidades que como ginecólogo he conocido más de cerca son los abortos clandestinos. En la India rural, el estigma y la discriminación a la que tiene que hacer frente una mujer si se queda embarazada antes del matrimonio es enorme. Porque cuando acuden al hospital tienen que pasar por un registro, asumiendo el riesgo de que alguien de su mismo pueblo las vea y haga preguntas.
El problema es que cuando hay una complicación durante el aborto, estos falsos médicos no saben cómo reaccionar, y si algo sale mal durante la intervención, o en el peor de los casos la mujer muere, la familia de la chica jamás denunciará al practicante. Porque en ese momento se descubriría también que su hija se había quedado embarazada.
El valor de la vida ha cambiado en India, y se ha tomado conciencia: ¿por qué ellos deben morir de enfermedades que para otros son fácilmente curables?
Hay muchas mujeres que después de someterse a este tipo de abortos no visitan a un médico regular. A pesar de que les duela, piensan que con el paso del tiempo se solucionará, y cuando llegan al hospital ya es demasiado tarde. Hay familias que prefieren arriesgarse, antes que vivir con la vergüenza y el estigma social de que sus vecinos lo sepan. Esta es una de las múltiples consecuencias de la falta de médicos y personal médico cualificado en el campo. He visto morir a muchas chicas debido a las complicaciones de un aborto practicado de forma clandestina por personal no cualificado. Y la frustración y rabia que esto genera es difícilmente expresable.
En los hospitales de la Fundación Vicente Ferrer también sufrimos la falta de médicos, y hemos puesto en marcha varias iniciativas para intentar paliarlo. Desde 2004 disponemos de nuestra propia escuela de enfermería, cuyas estudiantes se comprometen una vez terminados los estudios a trabajar cinco años en un hospital de la fundación. También es importante el programa de residentes, a través del cual recibimos a estudiantes de medicina de todo el país, para realizar su residencia durante un período de tres años, proporcionándoles una vivienda con los gastos cubiertos y un seguro dental.
Sin embargo, muchas veces no es suficiente y la colaboración que nos brindan decenas de médicos españoles, de diferentes especialidades, que nos visitan cada año, es muy importante. Por eso les damos las gracias a todos ellos. En los últimos 25 años ha habido muchos avances en el sector sanitario de la India y son innumerables las mejoras introducidas, pero el camino que nos queda aún es largo.
Lo que me da esperanzas es que la gente es cada vez más consciente de sus derechos y, por lo tanto, sus expectativas son más altas. La responsabilidad para estar a la altura es de todos, desde el estudiante de Medicina al cirujano más reconocido, pasando por el paciente y su familia. Toda persona tiene derecho a vivir: esa es la premisa bajo la cual comenzó el primer hospital y con la que seguimos trabajando.
El doctor Y. Balasubbaiah es un ginecólogo con más de 25 años de experiencia en zonas rurales. Actualmente, coordinador de la red de Hospitales de la Fundación Vicente Ferrer.
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