¿Y si hubiésemos llevado ‘Lo malo’?
Ha habido años peores, sí, pero para los 'eurofans' el puesto de Amaia y Alfred no tiene consuelo ¿ Qué habría pasado de ir con el himno feminista reguetonero de Aitana y Ana Guerra?
Sí, los ha habido peores. Mucho más horteras y extravagantes. Los compositores se controlaron este año. Los modistos también: poca lentejuela y mucho negro. Y la pirotecnia. Lo que sí hubo fue mucha reivindicación: el alegato desde Francia para los que se juegan la vida cruzando el Mediterráneo, un himno antiterrorista rapeado desde Italia o un pelotazo dance contra el bullying desde Israel, el que ha ganado.
Netta Barziali, de 25 años y de la ciudad de Hod HaSharon, partió como favorita y, aunque para muchos era un tema "horrible", las previsiones se confirmaron. A Salvador Sobral, el ganador del año pasado, ni le gustaba la canción ni el artificio que caracteriza al concurso. Paradójicamente, fue él quien entregó el galardón a Netta.
Lo de Sobral el año pasado, una balada sencilla y elegante, fue un espejismo. Los eurofans quieren espectáculo: fuegos artificiales, estilismos impactantes y hasta cierta extravagancia a la hora de cantar. Ahí queda el canto de gallina de Netta con el que simula la burla a la que habitualmente los abusones someten a sus victimas y que introduce el mensaje triunfador: "No soy tu juguete".
En Eurovisión, parecerse a otra cosa, es bastante habitual. Todo sonaba a otra cosa ya escuchada: el repertorio es como un catálogo de todo lo que se oye por Europa. Este año hubo híbridos de Justins, Timberlake y Bieber, como Nikolas Josef de República Checa y Benjamin Ingrosso de Suecia. También tuvimos un poco de Beyoncé en la chipriota Eleni Foureira, otra de las favoritas; enfundada en un brillante mono, se movió como la diva norteamericana sin cambiar una sola nota de su sitio. Ella, Netta y Saara Aalto, la representante de Finlandia con su canción Monster, fueron las dignas representantes del eurodance —hubo mucho, que para eso estamos en Europa—: y no han parado de sonar en las discotecas gays de todo el continente desde hace meses.
Tuvimos también baladas potentes, funky, country rock, indie pop y heavy metal. Incluso góspel. Con un estilo cercano al de Aloe Blacc y Sam Smith, y un toque soul, el austríaco Cesár Sampson ha roto las expectativas al colocarse entre los primeros. Quizá porque se aleja del gusto más pop de los eurofans.
Y Amaia y Alfred... Los representantes españoles estuvieron bastante lejos del estilo festivo del concurso y bastante lejos de los primeros puestos de la clasificación. Eso sí, ellos no decepcionaron en las apuestas, aunque artísticamente estuvieron a la altura. Su propuesta minimalista, sin casi escenografía ni coreografía y con un vestuario bastante discreto, estuvo a juego con la tónica de las demás propuestas si no tenemos en cuenta el delirio electro-operístico de Estonia.
Siempre nos preguntaremos qué habría pasado si hubiéramos llevado Lo Malo, el himno feminista reggaetonero de Aitana y Ana Guerra, una de las grandes segundonas de nuestra historia, reivindicada por muchos como mejor candidata, y en sintonía con Israel y Chipre.
O si Moldavia, que ha participado con My Lucky Day, una festiva canción con puesta en escena muy a lo Matrimoniadas de José Luis Moreno, se hubiese decantado por La esencia del sur, ese pintoresco y kischt himno eurodance, que habla de ese punto cardinal como el epítome de la pasión.
Habrá que conformarse, y acostumbrarse, a que José María Íñigo no retransmita las galas, también a que a partir de ahora, si vuelve a locutar Tony Aguilar, sonarán como si escucháramos Los 40 Principales.
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