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Kate Raworth: la economista que lo basa todo en una rosquilla

En el vocabulario de esta académica de Oxford, este dulce está llamado a dar forma a la economía del siglo XXI

Dice Raworth que cuando posa seria parece enfadada. Para evitar dudas sobre su buen humor, frente a los objetivos de ICON optó por una carcajada.
Dice Raworth que cuando posa seria parece enfadada. Para evitar dudas sobre su buen humor, frente a los objetivos de ICON optó por una carcajada.Gianfranco Tripodo

Como muchos adolescentes de los ochenta, Kate Raworth (Londres, 1970) creció viendo en el telediario noticias relativas a las hambrunas en Etiopía, al agujero de la capa de ozono y a los gases de efecto invernadero. Se acercó entonces a la economía en busca de herramientas para cambiar el mundo, pero las cuestiones que más le interesaban “eran relegadas a los márgenes y catalogadas como externalidades”, detalla. Pero ahora llega su revancha, y tiene forma de rosquilla.

Raworth ha creado una teoría que parte de dos círculos concéntricos, cuya máxima es la de colmar las necesidades vitales básicas de todo el mundo (círculo interior), pero dentro de las necesidades del planeta (círculo exterior). Un modelo al que Raworth ha llegado tras pasar tres años trabajando con mujeres emprendedoras en las aldeas de Zanzíbar, cuatro formando parte del equipo de Naciones Unidas encargado de elaborar el Informe sobre desarrollo humano y, finalmente, más de una década como investigadora para la ONG Oxfam Internacional en asuntos relacionados con las implicaciones del cambio climático en los Derechos Humanos.

Este último trabajo le encantaba, pero decidió dejarlo para escribir Economía rosquilla (Paidós). El libro ha despertado la fascinación en todo el mundo por su capacidad para redibujar los diagramas clásicos y echar por tierra muchas de las verdades absolutas de la teoría económica. Para empezar, el de identificar el éxito con el crecimiento ilimitado.

"En el siglo XX, la imagen del éxito económico se correspondía con una línea de crecimiento en ascenso constante. Necesitamos una nueva imagen, una nueva historia. Y por estúpido que parezca comienza con una rosquilla”

 ¿Por qué no deberíamos tomarnos tan en serio el PIB? El concepto de renta nacional fue inventado por el economista Sam Kuznets en los años treinta. El Congreso americano le encargó dar con un único número para medir el rendimiento de la economía. Y lo hizo. Pero avisó de que este parámetro difícilmente podía usarse para medir el bienestar social, porque solo se fija en el valor de los bienes y servicios comprados y vendidos. No dice nada, por ejemplo, sobre la distribución de la riqueza o el trabajo no remunerado en el seno de familias.

Sin embargo, en su libro todas estas cuestiones cobran un papel protagonista. ¿Cuáles son las bases de la "economía rosquilla"? En el siglo XX, la imagen del éxito económico se correspondía con una línea de crecimiento en ascenso constante. Pero no hay nada en la naturaleza que crezca de manera ilimitada. Necesitamos una nueva imagen, una nueva historia. Y por estúpido que parezca esta comienza con una rosquilla. En el agujero del centro se encontraría la gente que sufre carencias básicas. Nadie debe permanecer en ese espacio. Pero, al mismo tiempo, no podemos traspasar el anillo externo, porque, si lo hacemos, empezamos a forzar las capacidades naturales del planeta.

Por lo que he visto, se trata de dos círculos concéntricos que delimitan una zona de prosperidad basada en la economía distributiva. Exacto. El círculo interior viene definido por los Objetivos de Desarrollo Sostenible fijados por las Naciones Unidas para 2030. El exterior representa el techo ecológico, y está marcado por nueve límites –desde la contaminación hasta la pérdida de biodiversidad–, aportados por científicos internacionales especializados en Ciencias de la Tierra.

¿Y cómo podemos presionar a los gobiernos para que introduzcan este nuevo esquema en el discurso político? La teoría económica nos describe o bien como fuerza de trabajo, o bien como consumidores. Pero es evidente que tenemos roles más amplios en la sociedad. Como madre, al igual que les enseño a mis hijos sobre la importancia de lavarse las manos para eliminar gérmenes, puedo enseñarles los efectos del dióxido de carbono. Como profesora, puedo invitar a mis alumnos a reflexionar de forma crítica. Y como ciudadana, puedo exigir que mis gobernantes no hablen solo de si la economía crece o no, sino si lo hace respetando el medioambiente.

¿Estamos a tiempo de frenar el deterioro? Ya vamos tarde, así que no seas optimista si eso hace que te relajes. Y no seas pesimista si eso hace que te rindas. Sé un activista. Piensa qué puedes hacer tú en la posición en la que te encuentras en tu vida.

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