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MIRADOR
Columna
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Bailando con lobos

Se abrió la veda y, ya sin máscaras ni sonrisas, los populares madrileños se han lanzado a dentelladas entre ellos

Julio Llamazares
Ya lo sentenció Hobbes: el hombre es un lobo para el hombre.
Ya lo sentenció Hobbes: el hombre es un lobo para el hombre.Matt Cardy (Getty Images)

Los lobos tienen mala prensa, pero si estudiáramos más su comportamiento sabríamos más del nuestro, que se mueve por los mismos cauces, sobre todo llegados a determinados extremos. Ya lo sentenció Hobbes: el hombre es un lobo para el hombre.

Hobbes lo decía en general, pero su famosa frase cobra su mejor sentido aplicada a determinada clase política, esa que llega al poder no para cambiar desde él las cosas comunes para mejor, sino para mejorar su propia condición. A la manera de los lobos, esos políticos se agrupan en manadas a las órdenes de un jefe cuyo poder es incontestable mientras mantiene la autoridad sobre el territorio, lo que le garantiza al grupo campar por sus respetos por él e imponer la ley a todos los otros. Y, a la manera de los lobos, ascienden en el escalafón social enseñando los dientes a los que aspiran a lo mismo, si bien los humanos lo hagan con una sonrisa. Eso cuando las cosas van viento en popa. Cuando las cosas se ponen mal, que a veces ocurre, la agresividad de la manada se desata no solo contra las otras manadas de lobos sino entre sus propios miembros. La amenaza del hambre les hace reaccionar así.

Viendo al Partido Popular de Madrid actuar desde hace ya tiempo, pero sobre todo este último mes, la imagen de la manada de lobos se vuelve más pertinente, referida sobre todo a ese momento en el que las cosas se tuercen y los lobos, antes amigos y compañeros, comienzan a atacarse unos a otros con una fiereza que causa pavor. Todos sabían su condición, pues se conocían desde sus inicios (en el caso del PP madrileño, desde aquel famoso tamayazo que les propició el control absoluto del territorio y la caza en exclusividad), pero muchos no imaginaban la voracidad de algunos de sus congéneres ni su agresividad a la hora de defenderse cuando se ven en peligro. Se abrió la veda y, ya sin máscaras ni sonrisas, los populares madrileños se han lanzado a dentelladas entre ellos, unos porque se han sentido atacados por los otros y los otros porque ante la perspectiva de morir han decidido hacerlo matando. Cristina Cifuentes, la ya expresidenta de la Comunidad de Madrid, por fin lo ha comprendido y por eso ha dimitido de su cargo, no porque piense en el bien de su partido ni de los madrileños como afirmó en el acto de su dimisión. Cifuentes ha dimitido porque sabe que estaba bailando con lobos y que esos lobos son los peores, porque son los de su manada.

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