Yo no tengo título
Cifuentes ha decidido por fin intentar saldar el entuerto y renunciar, no al cargo pero sí al dichoso máster. Destapando así una actitud un tanto caprichosa
Ocurre a veces que cuando alguien que conocemos se mete en líos, intentamos minimizar lo que ha pasado. Acaba de suceder con el lío de Cristina Cifuentes y su máster, mucha gente sale en radio y otros medios asegurando que en todas partes se han engordado currículum con másteres a medio terminar. La propia Cifuentes ha decidido por fin intentar saldar el entuerto y renunciar, no al cargo pero sí al dichoso máster. Destapando así una actitud un tanto caprichosa, como diciendo: pues ahora ya no lo quiero. Para mí el problema radica en esa sed de títulos que embarga a buena parte de nuestra Comunidad, no solo la de Madrid sino la de todo el país. Como si un título lo saldase todo.
Yo no tengo título. Esperanza Aguirre sí. Pero yo he dado algún que otro titular, que es algo que aprendí observando la conducta y el estilo de otros que también daban titulares. Mi currículum académico es breve, mi máster profesional no. Saldé mi educación secundaria en una escuela privada en New Hope, Pennsylvania, donde aceptaban, por cierta suma monetaria, a muchachos expulsados de otros colegios por sus pobres notas o por disparatada conducta. Todos éramos carne de másteres falsos pero una buena profesora, la señora Sangstrom me enseñó historia europea, me enganchó con las hazañas de Oliver Cromwell en Inglaterra y me dio la mejor lección en mi vida escolar: “Aprende un oficio y olvídate de universidades, solo quieren tu dinero”. Era una inmigrante búlgara, que hablaba inglés con acento rasposo, no tenía hijos y leía poesía mientras hacíamos los exámenes. Los últimos que aprobé. Le hice caso, aprendí a escribir para televisión y prensa, y aquí estoy.
Así comenzó mi carrera. Y también mi respeto no tanto hacia la tele sino hacia el oficio. Un ejemplo de que el oficio puede ser más veraz que un título académico. Porque en la mayoría de los casos, el oficio no se puede tergiversar, no se puede regalar, no acepta mentiras. Puedes inventarte un máster pero si no sabes coser la suela de un zapato, no puedes ser zapatero. No pretendo abrir un debate sobre si hemos industrializado un poquito la educación universitaria. O si hemos convertido la educación superior en poco más que un negocio, como me decía la señora Sangstrom, y eso ha terminado por corromperla. Hacemos lo que sea por un título, incluso jugarnos que nos descubran en algo incómodo. Como Cristina Cifuentes que se ha fumado, con la parsimonia con la que se fuma un porro en un campus universitario, la filosofía del esfuerzo personal de la que tanto hablan. Ponemos en el currículum que hemos hecho un máster enterito en inglés y luego solo vemos películas dobladas. Ves como el presidente del Gobierno no sabe hablar inglés y en cambio Puigdemont se defiende ante la justicia alemana en ese idioma.
No lejos del campus, los Reyes ofrecieron una cena de gala para el presidente de Portugal, que es una manera de mostrar oficio, como anfitriones y también un máster rutilante. Esta, creo, que es la sexta cena que ofrecen como Reyes y que son casi siempre para repúblicas, claro. Me entusiasman las cenas de Estado de una monarquía para una república. Es como cuando la reina Isabel de Inglaterra visita al Papa. Como cuando Bárbara Rey bautiza a su hija Sofía Cristo Rey. Dos formas de poder, dos másteres, cenando la misma comida con los mismos cubiertos. El jefe de Estado portugués acudió solo a este tipo de eventos, pese a que su esposa le acompaña al viaje. Me parece elegante porque a muchas cenas es más oportuno acudir solo. Allí el traje de Letizia sintetizaba el momento difícil que atraviesa como personaje de popularidad conflictiva. Tanta tela, tantos cortes estratégicos, lazo y pierna al aire solo puede indicar que está incómoda. Mientras Pedro Sánchez demostró que se viste mejor que la mayoría de nuestros presidentes y candidatos. No tiene un máster de estilo pero sí buen tipo y una esposa estilista. Alguien que detallaba su frac, con pajarita nívea, opinó que Sánchez gana muchísimo así en el speakeasy. Cuando días después acudió a la Feria de Abril, el que habló alto fue el traje flamenco de la presidenta andaluza, Susana Díaz, que parecía una jaula de pájaros inspirada en los dibujos de Audrey Beardsley pero bajo los efectos del rebujito. Una creatividad que merecería ser analizada en un máster regalado.
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