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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

La era de Acuario

El Aquarius, un viejo buque guardacostas alemán reconvertido, recorre incesante las aguas del Mediterráneo salvando vidas

Barco Aquarius con el relieve de su nombre cuando era un buque guardacostas alemán
Barco Aquarius con el relieve de su nombre cuando era un buque guardacostas alemánSusanne Friedel /Sos Mediterranée

Cuando el Open Arms fue paralizado por la Fiscalía, el Aquarius se quedó solo. Por unas semanas, fue el único barco fletado por una oenegé, con el objeto de hacer búsqueda y rescate, que vigilaba el oleaje del Mediterráneo entre las aguas de Libia e Italia. Al poco, los buques germanos Sea-Eye y Seefuchs volvieron a navegar las aguas entre Malta y Libia.

Si la noticia fuera que ya no hay personas migrantes que se echan a la mar en unas barcas de juguete, en ese caso la soledad del Aquarius sería agradable, se parecería a ese momento del final de la tarde en el que hay una última persona que se queda en la oficina apagando las luces antes de irse a casa.

Pero la realidad no se parece en nada a esa imagen fugaz que ha pasado por nuestras cabezas en el párrafo anterior. Lo que de verdad sucede en este mar del sur de Europa se parece más bien a esto: 498 muertos en el Mediterráneo en los tres meses que llevamos de 2018. 217 se ahogaron, otros 207 se ahogaron “probablemente”, tres murieron de hipotermia, uno murió por enfermedad y de los 69 restantes no se sabe nada más. Y eso es solo lo que le consta a la OIM, las cifras reales deben ser más altas.

Desde que el barco de Proactiva Open Arms fue retenido en el puerto el pasado 18 de marzo, la oenegé SOS Méditerranée siente sobre su espalda, si se me permite la personificación, el peso de la responsabilidad de ser casi los únicos navegando en el Mediterráneo Central. Su buque Aquarius está operado junto a una tripulación de Médicos Sin Fronteras (MSF) quienes, aunque retiraron su propio barco, Prudence, al no querer firmar el código de conducta impuesto por Italia, siguen salvando vidas gracias a su trabajo en este otro barco.

La nave es enorme. Tiene tres tripulaciones– la técnica, la médica y la de rescate– y puede acoger hasta 500 personas rescatadas.

De todos sus camarotes, hay uno muy especial en la panza del Aquarius al que su tripulación llama 'the shelter', el refugio. Es quizá el más agradable del barco. Tiene dos pares de portas, ventanitas que, estando juntas, efectivamente parecen un par de ojos de buey por las que entra mucha luz y frescor, si están abiertas y el tiempo en calma. Y, alrededor de ellas, muchos dibujos infantiles en técnica plastidecor que no pueden reflejar otra cosa que el propio Aquarius, como no. Protagonista, héroe, refugio del relato infantil.

Los hombres tienen prohibido entrar a esa habitación, es solo para mujeres y menores no acompañados. Allí, los psicólogos del barco están dispuestos a escuchar, pero no es muy común que las mujeres quieran hablar. Del centenar de misiones de rescate que pudo realizar el barco el año pasado, los médicos de abordo reportaron 130 casos de abuso sexual, entre ellos, 17 correspondían a menores. La mayoría venían de Nigeria y, aunque muchos de ellos se habían producido antes de salir del país, estos eran los menos en relación a los que se habían producido en el viaje, pero sobre todo a su paso por Libia.

De toda la tripulación del Aquarius, la persona con la que más confianza entablan las mujeres que pasan por el refugio es con la matrona. Esto explicaba una de ellas, en unas declaraciones recogidas por MSF: “una de las mujeres explicó que había sido violada varias veces con el cañón de un rifle Kalashnikov. (...) He oído historias como esta muchas veces pero aún así no me acostumbro. Algunas mujeres han sufrido tantos abusos que ya no pueden diferenciar entre relaciones sexuales consentidas y violaciones”.

Las viejas paredes de lata del Aquarius han visto nacer a cinco bebés: Alex, Newman, Favour, Mercy y Christ. Alex Destiné, el primero de todos, es hijo de los cameruneses Bernadette y David. Sus padres le llamaron así por Alex Moroz, el capitán del barco en mayo de 2016. Poco después del parto y como manda la ley del mar, el capitán Moroz entregó a los padres el certificado de nacimiento del niño. Como en un primer momento no quedó claro si Bernadette había dado el último empujón en aguas italianas o internacionales, tampoco se sabía si Alex era italiano o británico, ya que el Aquarius porta bandera de Gibraltar y un bebé nacido en aguas internacionales puede reclamar la nacionalidad del país que abandera el barco. Son cosas divertidas que a veces pasan en la era de acuario.

Hace poco vi al Aquarius atracado en el puerto de Catania, en Sicilia. Un barco anclado a tierra se parece mucho a un hombre silencioso sentado en una silla. Al acercarme a su proa por babor, disimulado por la pintura naranja que recubre el casco, pude leer el relieve de otras letras diferentes a las que forman su nombre: Meerkatze. Es el viejo identificador de la antigua vida del buque como guardacostero alemán, küstenwache, como llevaba escrito, junto a los colores negro, rojo y amarillo. Un pasado que se deja atrás, que se quiere olvidar.

Open Arms, uno de los barcos de Proactiva Open Arms, es ahora otro de esos hombres silenciosos sentados en sillas. Contra su voluntad, está amarrado en el siciliano puerto de Pozzalo. El fiscal de Catania les acusa de favorecer la inmigración ilegal al desoír la petición de la guarda costera libia para que se les fueran entregados los 218 migrantes que acababan de salvar de un mar que engulle personas como tiburones la morralla. Dijo el capitán del barco español que estaban en aguas internacionales y, por lo tanto, completaron la operación de rescate y desembarcaron a los pasajeros en Sicilia. Para Italia, la tripulación del barco acababa de incumplir el famoso código de conducta. Los activistas admiten: “si salvar vidas es un crimen, somos criminales”.

Esto mismo le puede pasar al Aquarius mañana. Atracar en Catania o en cualquier otro puerto y no volver a salir más. Ser un hombre solo, como muerto, sentado en una silla mirando al suelo. Volver a ser Meerkatze.

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