_
_
_
_
CLAVES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Controladores sin control

El escándalo de la monetización de los datos afecta a principios democráticos fundamentales

Máriam M-Bascuñán
Una mujer protesta frente a la sede de Facebook en Menlo Park, California.
Una mujer protesta frente a la sede de Facebook en Menlo Park, California.JUSTIN SULLIVAN (AFP)

La primera toma de conciencia se produjo con las revelaciones de Snowden: la era de los imperios digitales suponía un auténtico riesgo para la libertad. El mismo espacio digital que expandió el movimiento Occupy o la brecha de la Primavera Árabe era también un lugar vigilado. El Leviatán que resguardaba nuestros derechos individuales lo encarnaba ahora un nuevo monstruo con un inusitado e inaprensible control digital sobre nuestras vidas.

Con Zuckerberg, avezado niño de Harvard, hemos entrado en el segundo capítulo de esta historia que sacude de nuevo nuestras conciencias, poniendo en jaque la capacidad de los Estados para controlar a los gigantes tecnológicos. Porque si Facebook es un imperio, Zuckerberg es su rey soberano. Erigido como un semidiós sobre un modelo empresarial que gira en torno a su persona, la pregunta que este Hércules nos plantea resulta ineludible: ¿Quién controla a quien nos controla?

Lo que está en juego es mucho más que nuestra confianza en los modernos confesionarios públicos de las plataformas sociales, esa nueva servidumbre voluntaria. El escándalo de la monetización de los datos afecta a principios democráticos fundamentales, como el de imparcialidad. Al entrar en una lógica estadística, dice David Lyon, abandonamos nuestra condición de individuos: si eres árabe, las posibilidades de un control aleatorio se incrementan.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Pero en la política y en la moda sirven también los perfiles psicológicos, como nos contó el arrepentido extrabajador de Cambridge Analytica: todos nosotros, impulsivos y vanidosos, somos objeto de manipulación emocional a la medida. Se erosiona así el sistema de pensamiento ilustrado con el que erigimos la democracia, diseñada precisamente para limitar las pasiones del pueblo. El gran avance de la modernidad consistió en vincular al ciudadano con el principio de autonomía: el dominio sobre la tiranía de las emociones, ejercido a través de la razón, nos haría más libres. Pero, al contrario que en un ataque terrorista, el daño a la libertad no produce un dolor punzante, apenas se nota. Por eso, como dijo Ulrich Beck, estando esta amenazada, puede morir sin que nos demos cuenta. @MariamMartinezB

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_