Expedición a Boma, la fortaleza natural de los kachipo
Se trata de uno de los lugares más remotos de Sudán del Sur. El equipo llegó hasta allí para documentar la forma de vida de esta etnia aislada
No es fácil llegar hasta el parque nacional de Boma, en el sureste de Sudán del Sur, cerca de la frontera con Etiopía. A pesar de que existe una carretera que lo conecta con el exterior, las distancias y la situación en la que se encuentra el país hace aconsejable desplazarse hasta su principal población, Boma, en avioneta desde Juba, la capital del país.
Esta área protegida fue establecida en 1979, para salvar la rica fauna que alberga, principalmente al cobo de orejas blancas (k. k. leucotis), un antílope similar al impala que migra al interior de este espacio protegido de unos 22.800 km2 que varía entre los 400 y los 2.000 metros sobre el nivel del mar. El borde de este parque linda con las tierras altas etíopes, mientras que hacia el oeste se encuentran tierras llanas inaccesibles durante la estación de las lluvias. Los pantanos guom delimitan el extremo norte mientras que el este está compuesto por un terreno ondulante que se eleva hasta la llamada meseta Boma. Numerosos ríos atraviesan estas llanuras rumbo al Nilo donde desembocan.
El pueblo jie se asienta, principalmente, en la meseta, donde ejercen su principal actividad, la ganadería. Viven en grandes poblados rodeados de empalizadas. Sin embargo, las montañas son el territorio de los kachipos. También hay grupos murles en la zona, un pueblo relativamente aislado y marginado por el Gobierno sursudanés.
En enero de 2018, llegamos a las montañas para conocer y documentar la forma de vida de los kachipos. El aislamiento en el que vive esta población hacía que la empresa resultase muy compleja: montañas escarpadas, inexistencia de caminos, escasez de agua… Por ello, la planificación previa se hizo imprescindible. Era importante poder ser totalmente autosuficientes y encontrar los enlaces adecuados que nos permitieran convivir en su hábitat. Para trasladar todo el material hasta las alturas donde se encuentran resultó imprescindible el uso de porteadores.
A medida que se asciende se aprecia un cambio radical de paisaje
A medida que se asciende por las montañas se aprecia el cambio del ecosistema. Se pasa de las altas hierbas del valle a las paredes escarpadas de granito para luego encontrarse con bosques cuajados de árboles de enorme tamaño que crecen entre barrancos que durante la época de lluvias llenan de vida las cumbres. Finalmente, en lo más alto de todo aparece un bosque tropical; un cambio radical de paisaje que convierte la última parte de la ascensión en la travesía de un increíble vergel.
En medio a este paraje se halla Zoch, la aldea situada a mayor altura y, justo por eso, más aislada. Se asienta entre paredes escarpadas de más de 200 metros de altura en las que anidan buitres. Aquí habita una población de alrededor de 200 kachipos distribuidos en pequeñas chozas esparcidas entre el bosque.
La fertilidad del terreno de las cumbres les permite cultivar maíz, mijo y hortalizas. También abundan los plátanos y mangos en la zona. A diferencia de sus vecinos de la meseta, no tienen ganado, así que la carne que necesitan para su alimentación la consiguen en la selva con la ayuda de trampas o cazando gracias a la abundancia de kalashnikovs que se ven por todas partes. También son excelentes recolectores de miel gracias a la destreza con la que trepan los gigantescos árboles que les rodean.
En la actualidad, solo las mujeres más ancianas tienen perforaciones labiales donde colocan discos de madera. Los jóvenes han abandonado estos cánones de belleza. Sin embargo, mantienen las escarificaciones que muestran motivos geométricos o escenas de su cotidianidad: animales, armas… Los más jóvenes lucen peinados de gran complejidad y belleza.
Una de sus ceremonias más singulares es la donga (como sus vecinos suris de Etiopía). Tras las cosechas, en un claro del bosque se concentran varias aldeas para desafiarse en una lucha tradicional. Tras el preámbulo de los bailes interpretados por las mujeres, los luchadores entran en escena armados con sus dongas (bastones). Cada clan es representado por su propio luchador. La pelea termina cuando uno de los combatientes pierde el conocimiento. Mientras el vencedor es llevado en hombro por sus seguidores.
Es posible que los kachipos sean el pueblo más aislado de Sudán del Sur. Mantienen su independencia y sus costumbres gracias al aislamiento que les proporcionan las montañas, la ausencia de misioneros y de estructuras gubernamentales. Pero su modo tradicional de vida está amenazado por la guerra, las iglesias cristianas que empiezan a adentrarse en este territorio y el turismo.
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