En busca de las últimas islas de resistencia
Tomás López-Gálvez recorre África para fotografiar los pueblos del continente
Ya en la década de los ochenta y noventa, a Tomás López-Gálvez le gustaba ir al monte acompañado de su cámara fotográfica. Las cientos de diapositivas que entonces captó se han quedado encerradas en cajas, como “tantas otras cosas”. El amor por las alturas le llevó en varias ocasiones hasta las Montañas del Atlas, en Marruecos. Aquel fue su primer contacto con África, continente con el que estaba obsesionado desde pequeño por culpa de los documentales, los libros que leía y, sobre todo, por su amor a la naturaleza. Sin embargo, no fue hasta que pisó Tanzania en 2003, cuando realmente su vida quedó unida a esa región del mundo.
Lo que parecía que iba a ser un viaje turístico en compañía de unos amigos, lleno de obviedades (visita al Serengeti y a varios otros parques naturales), le llevó hasta el Lago Eyasi donde entró en contacto con el pueblo hadzabe. Fue un auténtico flechazo, nunca mejor dicho, “verles como realmente son: gente nómada que todavía utiliza flechas para cazar”. Aquel encuentro tuvo que hacer que algo se removiera en el interior de López-Gálvez porque desde aquel día dedica gran parte de su tiempo y recursos a fotografiar “los pueblos más perdidos de África”, las últimas islas de resistencia culturales, como le gusta decir, que sobreviven en el continente.
Su obra se puede visitar en su página web Luces del mundo, y en alguna exposición. Nosotros hemos tenido la oportunidad de hablar con él para conocer algo más su trabajo.
Pregunta. Dicen que en África no es fácil fotografiar, sobre todo, por la luz, ¿es verdad?¿Utilizas cámara analógica o digital?
Respuesta. Sí, la luz en África es muy dura. Normalmente, a partir de las nueve de la mañana tienes una luz muy difícil hasta que anochece. Con lo cual tienes muy poquito tiempo por la mañana y a última hora de la tarde para fotografiar. Y sobre todo, cuando viajas por África no puedes preparar los momentos fotográficos, te surgen. Tienes que adaptarte al medio, no puedes ir con ideas preconcebidas desde casa, te tienes que dejar impresionar por lo que encuentras y a partir de ahí, trabajar con tus herramientas.
P. ¿Hay mucho de suerte o azar en las fotos que se hacen en África?
R. Sí, pero como en todo, al final tienes que estar ahí. El azar existe, pero tienes que estar en ese momento. Si por la mañana te levantas temprano y estás tomando un café y te vienen cuatro niñas a verte, en ese momento puedes charlar con ellas, que es lo normal, pero el fotógrafo ya está viendo la fotografía, es un poco enfermizo.
P. Eso quiere decir que siempre vas con la cámara colgada.
No basta con tener una buena cámara. Hay que tener una visión y saber manejar las herramientas
R. Pues sí. Te levantas por la mañana y sales con ella o sales corriendo al coche a por ella, para no desaprovechar el momento, la luz…
P. ¿Viajas con mucho equipo?
R. Siempre digo que este año voy a llevar menos cacharos y al final termino yendo con todo, no sea que lo que necesite en un momento es justo lo que me falte.
P. Fotografías muchas personas, mucho niño y mucha mujer sobre todo y, a diferencia de otros fotógrafos, pocos hombres, ¿por qué?
R. Eso lo llevo pensando hace bastante tiempo. A veces sí es cierto que me cuesta bastante entrar a los hombres en la fotografía. Siempre entro a los niños y, a través de ellos, llego a la madre. Es más sencillo, interactúo mejor con ellos y en cambio con los hombres me cuesta más; pero si es verdad que luego te recompensan más esas fotografías. En cambio, una compañera mía es al revés, ella fotografía mucho más a los hombres y consigue mejor que se sitúen como ella quiere.
P. También tienes fotos muy potentes de paisajes.
El azar existe pero tienes que estar en ese momento
R. Me gusta mucho el paisaje. Esto viene de haber hecho mucha fotografía de montaña, usando grandes angulares y con filtros… Estas fotografías dan mucho juego y por eso quedan muy vistosas. Aunque la verdad es que necesitas un punto de referencia. Siempre intento crear una atmósfera, y ahí intentar integrar a personas o animales.
P. ¿Y fotografiar África por qué?
R. Pues porque viajo a África. El continente se ha convertido en una obsesión. Cuando vuelvo de un viaje ya estoy pensando en el siguiente y siempre sale el mismo continente y la cámara va detrás. No voy a África porque me guste fotografiar África sino que me gusta África y, a partir de ahí, la fotografía es una cosa más.
P. ¿Cuál es tu lugar en África, hasta ahora, claro?
R. En lo que se refiere a la fauna tengo una debilidad por el Ngorongoro; es un sitio que me apasiona. Es un edén. Y si hablamos de las gentes de África, un lugar que me marcará de por vida y que ha desaparecido, es una aldeíta en los Montes Alantika, en Camerún, que se llama Lugga. Hace un año o dos se murió el jefe de la aldea y todos los habitantes se han desplazado al Valle de Faro y han abandonado el pueblo. Es un sitio que me impactó mucho, donde pasamos tres días maravillosos. Fueron unos días emocionalmente muy potentes. En la página web se puede ver un reportaje sobre ese lugar, que se llama Los koma, el pueblo perdido. Es por eso por lo que me gusta fotografiar estos últimos testimonios que van quedando de las distintas culturas, lo que llamamos islas de resistencia. Estas justifican el esfuerzo por parte de muchas personas en el ámbito fotográfico, de estudios o de viajes, para documentar esa pureza.
P. ¿Qué te queda por conocer en África?
R. Uno de los sitios al que quería ir hace mucho tiempo, y que con suerte iré el próximo enero, es Sudán del Sur. Yo creo que la zona de sur de este país, las Montañas Boma, el norte de Kenia y Uganda, lo que es el Lago Turkana, y suroeste de Etiopía, el sur del Valle del Omo, es el triángulo a nivel etnográfico más interesante que pueda haber en el mundo. Hay un cruce de pueblos diferentes y muy potentes. Estoy seguro de que va a ser un sitio que me va a sorprender grandemente.
P. ¿Todavía te sorprende África?
R. Sí, claro. El día que deje de sorprender no iré. África es infinita. De África siempre te puedes esperar algo más, nuevas islas de resistencia.
P. ¿Cómo te has formado como fotógrafo?
R. Todo es intuitivo, nunca estudié fotografía. Leo mucho y sobre todo sigo a muchos fotógrafos. De esta manera, me he ido formando un poco. Al ver mucha fotografía de otra gente empiezas a ver otros puntos de vista, y luego, claro, el reto está en intentar crear tu propio estilo.
P. ¿Utilizas cámara digital o analógica?
R. Cuando comencé iba al monte con una analógica. Pero, como en tantas otras cosas, he ido evolucionando. Ahora he cambiado a la digital, pero del resto de mí no ha cambiado nada. Es el mismo ojo fotográfico, intuyo las mismas cosas…
P. ¿Y ese estilo fotográfico cómo se adquiere?
R. Yo creo que se aprende. No creo que todo sea un tema genético. Todo se puede aprender si tienes capacidad de observar. No basta con tener una buena cámara. Hay que tener una visión y saber manejar las herramientas que tienes. Yo ya sé lo que quiero fotografiar antes de disparar con la cámara. Fotografío sin ella. Veo la imagen, veo la luz antes de ajustar el fotómetro. Entonces ya cojo la cámara, la que tenga en ese momento y hago la fotografía. Pero ya la tengo antes en la cabeza.
P. ¿Y eres un fotógrafo muy pesado al que te gusta colocar mucho las fotos, controlar todos los detalles?
Me interesan los pueblos que mantienen sus tradiciones y cultura
R. He ido evolucionando. Al principio me daba mucho apuro preguntar a la gente y hacía los típicos robados con un teleobjetivo. A la hora de la verdad los robados son más naturales, pero a veces no sacas toda la esencia de la atmósfera que quieres. Ahora creo pequeños estudios imaginarios. No llego a colocar a las personas, pero intento recrear una atmósfera y creo que el 90% de los fotógrafos que fotografían a los pueblos de África hace lo mismo. Eso no quita que luego juegues de vez en cuando y funciones en el robado y en la improvisación. Puedes combinar las dos cosas.
P. ¿Por qué haces este trabajo?
R. Todo el mundo necesita crear algo y lo hacemos para que los demás disfruten. Ahora con el tema de las redes sociales, las páginas, los blogs… el mundo se ha abierto a todo el ego y es más fácil mostrar nuestro trabajo.
P. ¿Y haces exposiciones?
R. Estoy intentando porque nunca me había atrevido. Pero el año pasado hice una en la agencia de viajes donde trabajo. Organizamos una semana que llamamos Orígenes, descubre el África étnica, en la que además de charlas hice una exposición de fotografías con varios compañeros: Sandra Ballesteros, Miguel Ángel Celis y Antonio Espadas. Nos gustó a todos como quedó y ahora queremos moverla.
P. ¿Qué queréis mostrar con esta exposición?
R. Esos pueblos que mantienen sus tradiciones y cultura. A mí me interesa mucho el hecho de que estén muy apegados a la tierra y, como amante de la naturaleza, les envidio. Nuestra sociedad está muy desapegada, vivimos al margen de ella. En cambio, ellos, al estar integrados en la naturaleza, la respetan, la cuidan y eso es algo que me llama mucho la atención. Y últimamente he descubierto el aspecto antropológico gracias a mi amigo y compañero de viajes Joan Riera y estoy aprendiendo mucho sobre antropología de campo, lo que a la hora de fotografiar me ayuda a ser más realista.
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