Así se convierten larguísimos tubos de aluminio en un mueble éxito de ventas
Visitamos la sede del fabricante de mobiliario de exterior Kettal y descubrimos que la silla Village, una actualización de la clásica silla de terraza, queda bien incluso dentro del salón
En Bellvei (Tarragona), a 60 km de Barcelona, pasado Sitges, se esconde la fábrica de Kettal, tal vez la firma de muebles de exterior de calidad más importante de nuestro país, con más de medio siglo de historia y presente en 80 mercados. En un espacio amplio, diáfano y de una blancura total (ayudan la luz natural y los fluorescentes), 160 operarios convierten larguísimos tubos de aluminio en éxitos de ventas como la silla Village –una actualización de la clásica silla de terraza apilable– o anudan la cuerda que da forma al respaldo trenzado de Cala: la espectacular versión tecnológica de aquel sillón donde se sentaba Emmanuelle.
Kettal nació en 1964, cuando a Manuel Alorda se le ocurrió importar las sillas y mesas de aluminio de la casa alemana Kettler. Pronto fundió su nombre con el de los alemanes (Kettler-Alorda, ¿se da cuenta?) y empezó a fabricar sus propios muebles.
Tampoco tardó en enriquecer su oferta más allá de las tumbonas floreadas. Se introdujo en el mercado de la hostelería –lo que ahora es el boyante negocio llamado contract– y actualizó con aluminio y fibra artificial el bambú y el mimbre, aquellos materiales tradicionales, pero perecederos, de los muebles de exterior de siempre. El nuevo siglo introdujo la nueva generación de la familia, la internacionalización y la irrupción del diseño de autor: en 2006 la colección Maia de Patricia Urquiola, con sus ángulos retrofuturistas y trenzado tridimensional, inauguró esta nueva era.
El elenco de diseñadores internacionales que hoy colabora con Kettal es un quién es quién de lo más cotizado de la profesión. Está Urquiola, claro, pero también han incorporado al inglés Jasper Morrison, al italiano Rodolfo Dordoni, a los imaginativos franceses Ronan y Erwan Bouroullec o al dúo angloindio Doshi Levien, que además de mobiliario diseña las colecciones textiles de la casa (una apetecible gama de ocres, calderos, naranjas, grises, verdosos y amarillos).
Esta última colaboración es el ejemplo perfecto de lo que no cambia en la fábrica de Bellvei: los diseños, de inspiración cosmopolita, llegan desde un estudio londinense, pero los textiles se tejen, se prueban y se colocan en cada pieza en la blanquísima planta que Manuel Alorda fundó. Piénselo dos veces antes de asumir que lo único que podemos promocionar en España son los aperitivos al sol. También las sillas, las mesas, las tumbonas, las sombrillas, las pagodas y las bandejas... Esto último, señores de Kettal, pueden tomárselo como una sugerencia.
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