Por razones que no vienen al caso, alguien sacó a pasear mi historial amatorio. Lo hizo como se hacen estas cosas, por hacer una gracia, soltando después de un nombre concreto la pertinente carcajada. Burlándose, no sé si de mí o de él. La mancha negra de toda la vida.
En mi haber tengo un examante de esos que el resto de la humanidad considera que no me pegan nada, poseedor de adjetivos como para que cualquiera se sorprenda. Con un nombre y unos apellidos que, cada vez que se pronuncian, alguien ponga cara de espanto. Alguien de quien actualmente no sé nada, pero cuyo nombre aparece cada vez que se sacan a pasear mis manchas negras en el expediente. Tengo que reconocer que a este examante, si no lo conoces personalmente, resulta complicado verle la gracia. Máxime con los años que a todos se nos agria el carácter. Puede que bajo determinados parámetros, aquel tipo sea un examante como para no alardear, pero también es una de las personas más inteligentes que yo haya conocido. Lo cual me interesa. Ser inteligente es algo más que necesario si hablamos de que podamos terminar con la cabeza entre unas piernas ajenas.
Yo también he sido una acomplejada. Fui de aquellas que pasaron horas delante del espejo tratando de dilucidar cómo podrían eliminar esto o aquello. Una nariz descomunal, unas uñas roídas y unas cuantas lorzas me avalan. Eso y no quererme todo lo que merezco. Algo, mayoritariamente femenino según las cifras: "El 80 % de las mujeres se reconocen con algún defecto. Hay una insatisfacción latente que además se ha normalizado", afirma Silvia Moreno, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Jaén y directora de Única Projects. Un programa de intervención psicológica online para trabajar el malestar con el propio cuerpo. Psicólogos, médicos, nutricionistas y responsables de imagen corporal tratan los complejos, incluidos los problemas de cama que puedan generar. "Hablamos de un problema de insatisfacción general y de rechazo hacia el propio cuerpo que a la larga provocan problemas de autoestima, cuadros de ansiedad y gran malestar sexual." Cómo nos vemos afecta a cómo tenemos relaciones sexuales.
Siempre hay un prototipo de mujer aunque no queramos tenerlo presente. Es un bombardeo constante que al final hace que no nos gustemos a nosotras mismas"
Cada vez que aparece una mujer en cualquier anuncio, aun cuando ni siquiera anuncie nada bello, esa mujer será siempre perfecta. A pesar de que estemos rodeadas de iguales, la presencia sistemática y sistémica de mujeres espléndidas hace que creamos que las guapas son lo habitual y no lo esporádico. "Siempre hay un prototipo de mujer, aunque no queramos tenerlo presente. Es un bombardeo constante que al final hace que no nos gustemos a nosotras mismas", afirma Moreno. Semejante presión no puede ser buena en ninguna de sus versiones. Imaginémonos en la cama...
Pues les cuento.
Nos cruzamos en momentos estupendos de la vida de cada uno; yo recién llegada de meses en la India sola, él recién estrenado en casi todo lo buenísimo que le vino después. Nos conocimos una noche de jueves digna de #MiNocheDeJueves y no dejamos de reírnos ni un minuto. Rápido, intuitivo, determinante. Cuando me pidió el teléfono se lo di sin ninguna esperanza, pero él me llamó al día siguiente solo para decirme que ojalá muchas más.
Ni siquiera nos habíamos acostado. La siguiente vez que quedamos, no quedó otra que desearse mutuamente.
Aquel hombre no dejó jamás de hacerme creer que yo era la cosa más bonita del mundo. Me hacía sentir tan poderosa... Su vida se encontraba en efervescencia, la mía se recomponía; nos acostamos una media docena de veces y todas y cada una me sentí Sofía Loren en la cama con Alfred Hitchcok, lo juro. Fue sublime cuando, en mitad de no recuerdo bien qué, pero conmigo encima, con liguero y tacones de once centímetros, el tipo abrió el cajón de la mesilla para coger el ventolín e insuflarse por la napia al tiempo que aguantaba hasta que yo tuve un orgasmo.
Nunca he agradecido tanto un chute.
Aquel hombre era generoso en la cama. Y yo soy muy agradecida con los que me dan literatura. Tengo mucho guapito anterior y posterior a mi mancha negra de cuyos polvos no recuerdo nada. NADA. El feo y yo (llamémosle feo porque lo es y no lo oculta) dejamos de acostarnos porque solo nos unían muchas risas a deshoras y es probable que jamás volvamos a acostarnos, porque cada vez nos unen menos cosas. Pero siempre que nos hemos cruzado nos hemos llevado una alegría. Y siempre que lo he recordado me he alegrado de haber sido una de sus muchas aventuras. Estoy segura de que él está orgulloso de haber sido mi amante porque lo ha contado y jamás se le ha visto sofocado. Y yo nunca consideré que fuera una mancha negra, sino uno más de mi lista. Si acaso, uno de los más divertidos. Incluso uno de los mejores. La anécdota del ataque respiratorio, cuando menos, es lo suficientemente buena como para alardear el resto de mi vida. Y, por ahora, ninguno la he superado.
Quizás mi mancha negra no fue tan oscura. Quizás solo por acostarse conmigo y hacerme sentir como aquel tipo hizo que me sintiera es más que suficiente. Quizás el físico es solo una porción de todo lo que te puede ofrecer un amante.
Quizás ya me haya hecho mayor...
Al fin y al cabo creo fervientemente que fue muy acertado admitir pulpo como animal de compañía. Máxime que él lo fuera.
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