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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

8 de marzo, el día (libre) de las mujeres

Las divisiones y el sectarismo torpedean una convocatoria de reivindicación casi universal

Gabriela Cañas
Diputadas del grupo parlamentario de Unidos Podemos, en apoyo de la huelga feminista del próximo 8 de marzo.
Diputadas del grupo parlamentario de Unidos Podemos, en apoyo de la huelga feminista del próximo 8 de marzo.BALLESTEROS (EFE)

Se abre paso la idea de que las mujeres vayan a la huelga el próximo 8 de marzo y, con ella, llega la controversia y la confusión. El impulso del movimiento #MeToo está siendo tan extraordinario, está logrando tal visibilización de los problemas más comunes que afectan a la mitad de la población que es improbable que los astros se vuelvan a alinear tan favorablemente para que una protesta como esta obtenga cierto éxito. Lamentablemente, el sectarismo ideológico está sembrando piedras en el camino de este proyecto etiquetando (e intentando limitar) a una huelga que reivindica un derecho tan básico como el de la no discriminación y la igualdad de trato, que incluye el rechazo a la insidiosa brecha salarial.

Los problemas proceden de diversos frentes. Ciudadanos ya ha advertido de que la convocatoria no le convence porque no es inclusiva. A renglón seguido, varias dirigentes del Partido Popular se han mostrado mucho más beligerantes con el argumento de que es elitista. Falaz coartada para no movilizarse. Primero, porque las huelgas son elitistas en la medida en que estas solo las pueden secundar, habitualmente, los trabajadores con empleo fijo. Segundo, porque justamente en este caso no se trata solo de una huelga, sino de un paro de toda actividad y abstención de consumir, lo que incluye a pensionistas, amas de casa, paradas y toda aquella (o aquel), en fin, que quiera sumarse a esta protesta de la forma que considere conveniente.

El manifiesto de la plataforma de organizaciones feministas erige su propio escollo en el camino. Reclama la rebeldía “ante la alianza entre el patriarcado y el capitalismo” y deplora “el neoliberalismo salvaje”. Si no fuera porque esta plataforma no tiene el monopolio de la convocatoria, esta, así planteada, ciertamente excluye a conservadoras y liberales que no estén, por ejemplo, contra un sistema capitalista al que, por otra parte, contribuyen.

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El resultado de toda esta cacofonía es que solo el PSOE y Podemos apoyan la huelga y que los sindicatos mayoritarios limitan la acción a dos horas de paro (y no a la jornada completa) basándose en que las huelgas hay que plantearlas solo si tienen el éxito casi asegurado. Original e injusto argumento, porque una movilización debe tener su razón de ser en la justeza de lo que reivindica, no en su capacidad de ser escuchada.

Esta huelga es una copia/reflejo de la realizada en 1975 en Islandia y no estaría mal analizarla para centrarse en lo fundamental. La idea de aquella huelga partió de las feministas de Redstockings, muy criticadas por su radicalismo. Fue reciclada bajo una premisa más amplia y se bautizó como el “Day Off” (el Día Libre) de las mujeres, apelando a las ciudadanas de cualquier ideología y clase social. Logró un éxito arrollador. El país se paralizó. Se trataba de visualizar que sin las mujeres, fueran burguesas, anticapitalistas, paradas o directivas, no se podía seguir en una sociedad democrática. Esta protesta en España no es tan ambiciosa. Será difícil parar un país de 46 millones de habitantes. Solo pretende llamar la atención sobre la discriminación que sufren las mujeres con una iniciativa innovadora de escasos precedentes que, como se ve, despierta suspicacias.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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