El efecto hipnótico de quien ve un glaciar de cerca por primera vez
El 'Hespérides' va camino de la Antártida. Ya ha pasado el estrecho de Magallanes y el canal de Beagle
Llevo dos días a bordo del Hespérides y me quedan otros dos para llegar a la isla Livingston, donde desembarcaré para iniciar mi estancia en la Base Antártica Española (BAE) Juan Carlos I. En estas dos primeras jornadas de navegación no he tenido tiempo de aburrirme. Salimos de Punta Arenas el pasado sábado 17 al anochecer, con la mar algo agitada y con lluvia, y la primera media hora de viaje la pasé en la cubierta, compartiendo esos momentos con otros compañeros de viaje. Posteriormente, pasé a las labores de reconocimiento del interior del buque.
Al principio cuesta un poco ubicarse en él y llegar al sitio que quieres, pero pronto te vas quedando con la copla y te mueves con fluidez en su interior. Es un pequeño laberinto, pero todo está muy bien señalizado. La parte donde vamos alojados los científicos y el personal técnico de la campaña está dominada por una gran sala de estar, alrededor de la cual se ubica la mayor parte de los camarotes donde nos alojamos. Es un buque confortable y el ambiente que se respira en él es el de un grupo de gente apasionada por lo que hace y feliz de participar en una campaña antártica.
La travesía del barco consta de dos partes bien diferenciadas. La primera ya queda atrás, y se prolongó durante las primeras 36 horas de navegación. Discurrió por el estrecho de Magallanes —con una pequeña incursión en mar abierto (océano Pacífico)— y el canal del Beagle. Estuvimos navegando entre islotes, rodeados de montañas, y al acercarnos al citado canal, la nieve empezó a dominar en las cumbres montañosas y aparecieron los primeros glaciares. Desde la cubierta del barco, pudimos disfrutar de la majestuosidad y la belleza de algunos de ellos.
Nunca antes había visto tan de cerca glaciares. Lo más llamativo de los que vimos fue el color azul del hielo. Captó mi atención el contraste de ese azul con la blancura de la nieve y el cielo plomizo que tuvimos durante parte de la ruta. Los glaciares tuvieron en mí un efecto hipnótico. Impresiona mucho ver de cerca a esos colosos de hielo. En las cubiertas de babor nos fuimos colocando muchos expedicionarios con nuestras cámaras fotográficas y, en la medida en que el Hespérides fue avanzando por el canal del Beagle, varios glaciares fueron desfilando frente a nosotros. Un gran momento, sin duda, que comparto ahora con vosotros y que guardo ya en mi memoria.
Ese parque de atracciones temático al aire libre cerró sus puertas al caer la noche, cuando el barco abandonó el canal y empezó a enfrentarse a una mar de fondo que se dejó sentir a bordo en forma de fuerte balanceo. Según los veteranos y el personal de la Armada que forma parte de la dotación del barco, estamos teniendo un Drake de lujo, a pesar de lo cual el movimiento del barco es significativo. Los temores de muchos de nosotros se cumplieron y llegaron los mareos. Esta mañana —escribo esto el lunes 19 por la noche— pasé un mal rato, con muy mal cuerpo, que afortunadamente desapareció pronto, tras tumbarme un poco y tomar una pastilla de biodramina; eso sí, con el estómago algo lleno, sin abusar de líquidos, pues de no ser así, el mareo está garantizado, con vomitona incluida.
Nos queda por delante aún la mayor parte de la travesía del mar de Hoces. La Antártida cada vez está más cerca. Ver aparecer los primeros icebergs y las costas nevadas de las Shetland del Sur, será, seguramente, otro de los momentos emocionantes del viaje. Confío en que el mareo no me estropee ese momentazo. En rigor, habremos entrado en territorio antártico cuando el barco rebase el paralelo 60 ºS. Y cuando lo hagamos, os lo contaré aquí, en mi próxima entrada al blog, que seguramente escribiré ya desde la BAE Juan Carlos I.
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