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MIRADOR
Columna
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Virus informático

Es imprescindible una acción seria, coordinada y efectiva contra quienes se ocupan de intoxicar los ordenadores

Pantalla con el término "virus" en el centro.
Pantalla con el término "virus" en el centro.© GETTYIMAGES

Estarán contentos los que desarrollaron los primeros virus informáticos y dieron lugar a un linaje de seres siniestros que se pasan la vida tecleando destrucción y toxicidad cibernética. Esas mentes tuvieron la idea de intoxicar los ordenadores y convertirlos en objetos vulnerables, para que bajo sus hechizos sufran parálisis y angustiosos olvidos.

Estos sujetos, esparcidos por el mundo, son los nuevos discípulos del sabio Frestón, que en su día se las hizo pasar canutas a Don Quijote y obstaculizó todo lo que pudo sus hazañas. Son magos perversos de las nuevas tecnologías que campan a sus anchas para desconcierto de los millones de usuarios que nos pasamos la vida pegados a un ordenador. Nos irrita tener que aceptar que alguien quiera robarle las entrañas o secuestrar toda su información. A nuestro ingenioso hidalgo, el sabio Frestón le dejó sin su biblioteca, y a nosotros, sus miserables seguidores, nos dejarían si pudieran sin nuestra base de datos. Se llevarían las fotos familiares, los vídeos o los documentos de trabajo, y querrían hacer estragos con nuestras claves y números secretos.

En la cotidianeidad de los correos electrónicos intentan colarse disfrazados de mensajes urgentes. Son hechizos artificiales que saben esconderse en algún rincón misterioso del ordenador. Queremos combatirlos con las actualizaciones de los antivirus mientras escrutamos los correos de nuestros amigos. Llegan sin que sepamos que traen alguna epidemia que finge ser enlace, archivo o documento.

Estos malévolos embrujos no son anécdotas aisladas y hacen mucho daño. Afectan a las bases de datos de hospitales y otras infraestructuras neurálgicas de nuestra sociedad. Son un nuevo peligro de una gravedad incalculable y se requiere de una acción seria, coordinada y efectiva. No podemos depender sólo de la buena voluntad de Urganda la Desconocida, que tanto ayudaba a los caballeros andantes. Los descendientes mañosos de tan insigne maga no pueden ser los únicos que encuentren los antídotos para contener los ataques.

Necesitamos castigos estrictos y disuasorios, neutralizar a estos seres abyectos. Propongo despojarles para siempre de los ordenadores y la conexión a Internet. Expulsarles del universo informático y las redes, que no puedan volver a navegar, ni a programar, ni a embrujar ninguna base de datos. Que en las tiendas no les puedan vender ningún aparato, que se les borre la conexión de Internet, que tengan que conformarse, tras cumplir condena, con una máquina de escribir de teclas y un teléfono fijo de línea.

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