San Valentín pone a prueba al puritanismo islámico
Chiíes y suníes defienden la prohibición, pero los Emiratos explotan el Día de los Enamorados
El organismo regulador de medios electrónicos de Pakistán recordaba el pasado miércoles una orden del Tribunal Supremo de Islamabad que hace un año instó a asegurarse de que ni televisiones, ni medios electrónicos o escritos, difunden “nada sobre las celebraciones del Día de Valentín [sic]”. Su enrevesada prohibición no es la única. Bajo el pretexto de que se trata de una fiesta cristiana o una intolerable influencia occidental, algunos países proscriben hasta el ridículo cualquier símbolo asociado con el día de los enamorados.
Rosas rojas, cajas de bombones con forma de corazón, peluches o simples tarjeta que aludan al amor romántico se convierten por estas fechas en sospechosos. Curiosamente, el empeño en combatirlos pone en el mismo barco a regímenes enfrentados en todo lo demás, y abre una brecha entre aliados.
Así los clérigos de Irán (chiíes) y Arabia Saudí (suníes), dos países rivales por la hegemonía de Oriente Próximo, se oponen con similar denuedo a esa comercializada celebración. Sin embargo, en Emiratos Árabes Unidos (EAU), aliado saudí, tiendas y hoteles ya están frotándose las manos pensando en los beneficios que van a reportarles sus promociones para el día del amor. Un suplemento publicado por Gulf News, el diario de mayor circulación de EAU, anuncia desde joyas en edición limitada diseñadas para la ocasión hasta cenas a la luz de las velas.
A medio camino entre ambos, Qatar, al que el embargo de Riad y Abu Dhabi está empujando a los brazos iraníes, parece haber relajado su discreta oposición de hace un par de años y sus hoteles vuelven a anunciar propuestas románticas. Está por ver si la apertura social promovida por el heredero saudí, Mohamed Bin Salmán, también va a trasladarse a una mayor flexibilidad en este asunto.
Más allá de afiliaciones políticas y confesiones religiosas, lo que alienta la prohibición de San Valentín es el puritanismo de los más conservadores, contrarios a que jóvenes de uno y otro sexo se mezclen. Si las alianzas y enemistades de esa difusa (y confusa) región del mundo que llamamos Oriente Próximo les resultan incomprensibles, apliquen la prueba de San Valentín.
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