La travesía del infierno
Los mexicanos y centroamericanos van a seguir cruzando ríos bravos o grandes, atravesando desiertos y pagando guías o coyotes para llegar a la tierra prometida estadounidense. Ningún muro, por alto que sea, les impedirá intentar alcanzar el sueño programado, en muchos casos, desde la cuna: vivir en el nuevo El Dorado.
Muchas personas de la sociedad civil organizada ayudan y facilitan estas peligrosas travesías dándoles bolsas con comida al paso de trenes o dejando depósitos de agua literalmente en mitad del desierto. Ahora, algunos agentes fronterizos estadounidenses, todos con apellidos latinos, derraman con sonrisas satisfechas ese líquido que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, demostrando una falta de humanidad y bonhomía sin límites.— Luis Peraza Parga. Kansas City, Misuri (EE UU).
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