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De las muñecas a la báscula: “Mami, ¿estoy gorda?”

En países como Estados Unidos, algunas niñas expresan preocupación por su peso y la forma de su cuerpo antes de los 6 años

Getty Images

No te comas otro caramelo, cariño. ¿Quieres que tus amigas te llamen Gordi?”. La niña tenía cuatro años. La madre se lo decía con suavidad pero con seriedad, segura de estar educando a su hija en los beneficios de una dieta saludable. Y con ello, sin saberlo, estaba abonando el terreno para, tal vez, una complicación mayor: un desorden alimenticio, un problema que se manifiesta cada día en edades más tempranas.

Los desórdenes alimenticios han sido considerados problemas de adolescentes durante mucho tiempo. Sin embargo, en países como Estados Unidos, las niñas expresan preocupación por su peso y la forma de su cuerpo antes de los 6 años. Es más, el 10% de las niñas estadounidenses tiene algún tipo de desorden alimenticio diagnosticado. Esto indica que se ha vuelto un problema que se inicia en la infancia y que debe ser abordado de inmediato ya que 70 millones de personas en el mundo, tanto hombres como mujeres, sufren estos trastornos.

Cualquiera puede presentar un trastorno de este tipo, pero las estadísticas ponen de manifiesto que las niñas tienen más del doble de probabilidades de padecerlo. Su aparición está íntimamente vinculada con cuestiones relacionadas con la inseguridad, la baja autoestima o la presión social por un cuerpo de ciertas proporciones, aspectos todos ellos que afectan, en mayor medida, al género femenino. La familia, los medios de comunicación y el entorno social tienen que ver con las expectativas de belleza y apariencia que se generan por el simple hecho de ser niñas.

Diversos estudios alertan sobre el doble rasero con el que los padres miden a sus hijos destacando más la inteligencia y aptitudes de los hijos varones mientras que resaltan aspectos como la apariencia y el peso de sus hijas en edades tan tempranas como los dos años. Por otro lado, los medios de comunicación desempeñan un papel crucial en las expectativas físicas y en los cánones de belleza mostrando a mujeres de medidas, en ocasiones, irreales, que representan un estándar imposible de alcanzar para muchas. Todo esto, sumado a un posible historial familiar de depresión, sentimientos de inutilidad, tristeza, ansiedad o perfeccionismo hacen que muchas niñas, adolescentes o adultas conviertan las dietas o la pérdida de peso en herramientas para controlar o estabilizar las presiones que sienten.

Aunque hay muchos tipos de desórdenes alimenticios, la anorexia nerviosa es uno de los más habituales. Quienes lo padecen no comen lo suficiente para que sus cuerpos trabajen adecuadamente. Una niña enferma de anorexia se siente gorda a pesar de perder peso y se convence a sí misma de que no tiene hambre. Como no es fácil identificar los síntomas ni tratarlos, es una de las enfermedades mentales que más afecta al cuerpo ya que la falta de nutrientes por largos periodos de tiempo puede causar desde osteoporosis, hasta interrupciones en la menstruación, pérdida del cabello y enfermedades cardiacas.

La bulimia nerviosa es otro de los trastornos más conocidos. Las niñas que tienen bulimia comen mucho y de manera impulsiva aunque no tengan hambre. Tras ello sienten que deben deshacerse de las calorías y lo hacen a través del vómito, el ejercicio desmedido, el uso inadecuado de laxantes, diuréticos y medicamentos para perder peso, además del ayuno. Esto les da una sensación de descontrol por lo que tienden a esconder lo que comen de los demás. Ello hace que las personas con bulimia sean difíciles de identificar e, incluso, pueden tener un peso aparentemente saludable. Sin embargo, las conductas compensatorias que desarrollan para contrarrestar la ingestión desmesurada de alimentos hacen que existan altos riesgos de arritmias cardiacas, deshidratación o dolores de garganta, entre otros.

Cuando las niñas tienen episodios recurrentes de sobreingestión de alimentos podemos estar ante el llamado trastorno por atracón (DSM-5). Quienes lo padecen suelen comer en un corto periodo de tiempo una cantidad de comida claramente superior a la que comerían la mayoría de personas en el mismo periodo de tiempo bajo similares circunstancias. Supone una pérdida de control sobre la ingesta ya que, además de no poder parar de comer, los pacientes no pueden gestionar qué ni cómo están comiendo.

Aunque hay numerosos mitos alrededor de los desórdenes alimenticios, los expertos coinciden en que tienen raíces emocionales y psicológicas serias que son prevenibles y curables aunque, de ser desatendidos, pueden llegar a causar la muerte. Su incidencia en edades cada vez más tempranas hace que sea indispensable que tanto en casa como en los centros de cuidado y en las escuelas, se aborde este tema de forma sensata y responsable.

*Cecilia Martínez Gómez consultora encomunicación en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.

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