Arte floral para unir Oriente y Occidente
El artista taiwanés Alfie Lin encuentra belleza en el ramo de una novia y en la corona de un muerto en su funeral. “Las flores son pura vida incluso en la muerte, transmiten todos los sentimientos humanos”.
Cantaba María Dolores Pradera en Amarraditos: “No se estila, / ya sé que no se estila, / que te pongas para cenar jazmines en el ojal…”.
Atendiendo a uno de los artistas florales más importantes del momento, la estrofa de la Gran Señora de la Canción sigue más vigente que nunca. “¡La verdad es que ni siquiera conocía la tradición!”, confiesa Alfie Lin, entre pillado por sorpresa y curioso por la costumbre del llamado botonier (del francés boutonnière), decoración floral usada, en general por los hombres, y que supone la colocación de una flor en el ojal.
Superada la brecha costumbrista, la barrera del idioma (traducción del chino al español) y sabiendo que Lin es más dado a reivindicaciones medioambientales que estilísticas, este creador taiwanés transformó este pasado otoño un patio cordobés en “un valle de mariposas”.
Seleccionado como uno de los ocho artistas mundiales que competían en Flora, el primer certamen de la gran celebración de las flores que nació con la vocación de convertirse en una cita imprescindible de la agenda cultural cordobesa, Lin se inspiró en una aguada de tinta china “para crear un espacio infinito con pinceladas simples, más allá de las propias formas, donde las orquídeas simulen ser mariposas”.
Para Alfie Lin (Taipéi, China, 1973), cuya infancia transcurrió jugando en un patio de la familia de su padre donde había plantas pero que no le dejó huella alguna, la llamada a la creación floral estuvo determinada por su primer trabajo. Un joven Lin comenzó a ganarse su primer jornal como repartidor en una floristería. “Entonces descubrí que las flores eran mucho más que la expresión de amor entre dos amantes, mucho más que el ramo de una novia”, explica a la traductora china, que devuelve el diálogo en un español con deje asiático y bañado por un dulce acento andaluz. “No había día que no acabara mi jornada llevando flores a un tanatorio”, relata Lin. “La flores son pura vida incluso en la muerte, transmiten todos los sentimientos humanos”, matiza.
Lin pontifica que las flores no solo regalan belleza visual, sino que suponen una profunda experiencia emocional y de conexión con la naturaleza. Quizá por ello, una de sus obras más reconocidas es el llamado Forest Bus, el autobús 203 Kuang-Hua, que recorrió durante cinco días en mayo del año pasado las calles de Taipéi con los asientos cubiertos de musgo y exuberantes plantas y flores ocupando su interior.
El autobús del bosque ofreció durante unos días una experiencia muy diferente a sus habitualmente estresados pasajeros. El olor a naturaleza los embriagó. La casa verde rodante los cautivó. El trajín del día a día tenía una recompensa que colmaba los sentidos. Lin llegó a Córdoba precedido de aquel gran éxito. En la ciudad de los omeyas, arrancó las perennes hojas de un olivo de una encina para cubrir sus desnudas ramas de buganvillas y orquídeas. El centro del patio, roto por una fuente, recibía la sombra, que empezaba a encogerse, de un naranjo. “Es el encuentro entre Oriente y Occidente”, filosofa Lin en la ciudad del califato mientras se oye el tañido de las campanas de la mezquita-catedral sobre su suave hablar chino. “La exposición es efímera”, prosigue, “pero los sentimientos que deja perduran en el recuerdo”. Como el tañido de una campana. Que ya nunca se olvida.
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