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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Se acaba la fiesta de los envases de un solo uso

Para 2030, es decir, dentro de 12 años, todo el plástico que se produzca y se utilice en Europa tendrá que ser diseñado de manera que pueda reciclarse o reutilizarse

Milagros Pérez Oliva
Cientos de botellas de plástico acumuladas en la desembocadura del Segura
Cientos de botellas de plástico acumuladas en la desembocadura del SeguraJOAQUIN DE HARO

Cuando el plástico llegó a los hogares fue una revolución. La vida cotidiana se hizo mucho más fácil, más práctica y más limpia. Ese material ligero, pero resistente, que podía adoptar la forma de cualquier recipiente, servía para todo. Con los años, fue ocupando cada vez más espacio y acabó invadiendo las estanterías de los supermercados. Ahora está tan presente en nuestra vida que constantemente vamos dejando a nuestro paso envases y envoltorios de plástico: botellitas de agua, bandejas de comida, vasos de café con sus tapas, cucharas, cuchillos, pajaritas, bastoncitos de algodón, envoltorios de caramelos, de chicles, bolsas de patatas fritas... ¡Hasta en la ducha dejamos ir plástico si usamos un gel exfoliante!

Poco podíamos imaginar que ese producto tan versátil y barato acabaría siendo un problema tan grave. La mayor parte del plástico que utilizamos ahora son envases de un solo uso, de modo que, si no ponemos coto, acabaremos asfixiados por nuestros propios residuos. Solo en España tiramos 3.500 millones de botellas de plástico al año.

Pero la fiesta se acaba. Para 2030, es decir, dentro de 12 años, todo el plástico que se produzca y se utilice en Europa tendrá que ser diseñado de manera que pueda reciclarse o reutilizarse. Las autoridades comunitarias están relativamente satisfechas del resultado de la directiva sobre bolsas de plástico y ahora quieren aplicar nuevas y ambiciosas medidas para controlar los envases en una estrategia que será sometida a consulta pública a lo largo de este año.

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La UE quiere aprovechar la nueva normativa para sentar las bases de una nueva economía circular. Quiere hacer de la necesidad virtud, que es la mejor manera de ser virtuoso, sobre todo si el deseo va acompañado de reglas precisas de obligado cumplimiento. El cambio exigirá un gran esfuerzo por parte de los fabricantes y las marcas, pero también por parte de los consumidores. Los europeos generamos cada año 25 millones de toneladas de residuos de plástico, pero apenas se recicla un 30%. El resto del que se recoge va a parar a incineradoras o vertederos. Pero también hay una parte del que no se recicla que va a parar a nuestros pulmones y nuestro tubo digestivo en forma de partículas de menos de 5 milímetros que se dispersan en el ambiente por la lenta degradación de los envases.

Especialmente oneroso para el medio ambiente son los envases de un solo uso, que han multiplicado en poco tiempo el volumen total de residuos. Al esfuerzo de recogerlos hay que añadir el coste de la incineración. He aquí una comparación que permite calibrar la magnitud del problema: dejar de reciclar un millón de toneladas de plástico equivale, en ahorro de combustible y contaminación, a sacar de la circulación un millón de coches. Va a costar renunciar a la comodidad que representan los envases de plástico, especialmente los de un solo uso. Pero cuanto antes lo hagamos, mejor.

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