_
_
_
_

A mal tiempo, buenos ‘meteos’

Desde 1988, personal de la AEMET ha participado en las expediciones de la Antártida

Jardín meteorológico de la estación que AEMET tiene en la BAE Juan Carlos I, en isla Livingston, Antártida.
Jardín meteorológico de la estación que AEMET tiene en la BAE Juan Carlos I, en isla Livingston, Antártida.JOSÉ VICENTE ALBERO

Asociamos la Antártida con el frío; el intenso frío, combinado con terribles ventiscas y con unas condiciones meteorológicas que dificultan sobre manera la vida allí. Las crónicas que nos dejaron los primeros exploradores antárticos transmiten con dramatismo el tiempo inclemente que sufrieron en sus míticas expediciones. A medida que fueron estableciéndose bases y que se despertó el interés científico por el continente blanco, comenzaron a instalarse estaciones meteorológicas y a tener registros de las temperaturas y de otras variables como el viento o la precipitación. Ello ha permitido tener un conocimiento preciso de la climatología y de la dinámica atmosférica en el principal congelador del planeta, y está permitiendo estudiar lo que ocurre en la Antártida en el contexto del cambio climático actual.

El meteorólogo Alberto Castejón, en el glaciar Hurd, en la isla Livingston.
El meteorólogo Alberto Castejón, en el glaciar Hurd, en la isla Livingston.AEMET

Desde la fundación de la Base Antártica Española (BAE) Juan Carlos I, en febrero de 1988, no ha faltado en ninguna campaña personal de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), una institución que con anterioridad a 2008 era el antiguo Instituto Nacional de Meteorología (INM). Entre esos profesionales figuran tanto meteorólogos como observadores, si bien para el resto de personal antártico de las bases todos ellos son “los meteos” (el personal de Meteorología). De su labor —apoyada en todo momento por la institución a la que pertenecen— se benefician, en mayor o menor medida, todos los participantes de las campañas, gracias a las predicciones que elaboran y difunden, como a los datos que registran con los distintos instrumentos instalados en las bases y en otros enclaves de interés, como en alguno de los glaciares de la isla Livingston que se monitorizan. El correcto funcionamiento de toda esa instrumentación es uno de los principales cometidos del personal de AEMET que se desplaza a la Antártida.

Gracias al empeño y buen hacer de los primeros meteorólogos españoles que participaron en campañas antárticas, hoy en día se mantiene una actividad continua allí en materia meteorológica y contamos con series climatológicas de datos de 30 años. Entre aquellos pioneros destaca la figura de Juan Cisneros, que luchó contra viento y marea para que hubiera meteos en las bases antárticas y la meteorología formara parte de la investigación polar. Cisneros llevó a cabo sondeos del ozono antártico durante varias campañas, mediante la suelta de globos. Otro de los meteorólogos que ha llevado una importante labor en la Antártida ha sido Alberto Castejón, quien durante siete campañas ejerció como jefe de la BAE Juan Carlos I, y tampoco puedo olvidarme de Manuel Bañón, con 11 campañas a sus espaldas y también jefe de la base durante dos de ellas.

Los meteorólogos Manuel Bañon (centro) y Pilar Sanjurjo (derecha), en la base antártica Marambio, de Argentina, en enero de 1988.
Los meteorólogos Manuel Bañon (centro) y Pilar Sanjurjo (derecha), en la base antártica Marambio, de Argentina, en enero de 1988.MANUEL BAÑÓN

Desde hace años, quedó constituido el Grupo Antártico de AEMET, cuyo coordinador actual es el meteorólogo Jesús Riesco, y que cuenta con el respaldo de la Dirección de Producción e Infraestructuras de la Agencia. Pertenecen a este grupo una serie de profesionales de AEMET, altamente especializados, que son los encargados de participar en las campañas, alternándose entre ellos, pues solo cuatro tienen cabida en cada campaña: dos observadores y dos predictores. Los primeros tienen como principal misión el mantenimiento de los equipos, la calibración de las estaciones automáticas y la gestión correcta de los datos meteorológicos registrados, mientras que los predictores se encargan del pronóstico meteorológico. No solo se le facilitan al personal de las bases, sino también al buque Hespérides, que durante toda la campaña está navegando por el entorno de las Shetland del Sur, haciendo varias travesías por el mar de Hoces y también este año llegando hasta la isla Elefante y las Orcadas del Sur, algo más al este del extremo norte de la Península Antártica.

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS
Juan Ignacio Pérez Solanada, en la la BAE Juan Carlos I.
Juan Ignacio Pérez Solanada, en la la BAE Juan Carlos I.AEMET

Actualmente, en la primera fase de la presente campaña —la XXXI— están trabajando en la Antártica Juan Ignacio Pérez Soladana (Nacho), que es el encargado de las labores de observación, y Sergi González, como predictor. En la segunda fase les darán el relevo José Vicente Albero (observador) y Fausto Polvorinos (predictor), con los que coincidiré durante mi periplo antártico de los meses de febrero y marzo. José Vicente es uno de los veteranos antárticos, pues con la actual ha participado en diez campañas antárticas. A este magnífico profesional y apasionado de la literatura polar, le debo muchas de las cosas que he aprendido en los últimos meses, dentro de la preparación de mi viaje. Nacho también conoce bien la Antártida, pues con esta son ya cinco las campañas en las que participa. Respecto a los dos predictores, Sergi aporta la juventud y una desbordante energía y Fausto la experiencia, con un largo y brillante currículum como meteorólogo.

Más información
El gran jefe polar
La apertura de las bases

Con estos profesionales y el resto de integrantes del Grupo Antártico de AEMET, los registros meteorológicos en nuestras estaciones antárticas y la labor meteorológica que se desarrolla allí no pueden estar en mejores manos. Gracias a todos sus compañeros meteos que participaron en anteriores campañas, sabemos muchas cosas de la meteorología antártica y datos precisos del “mal tiempo” tan común en aquellos parajes. Para hacernos una idea de los rigores antárticos, sepa que en los últimos 30 años, en la BAE Juan Carlos I se han llegado a medir -22,6 ºC (el 15 de julio de 2007, en uno de los inviernos australes). Afortunadamente, las campañas se llevan a cabo durante el verano austral y cuando incide un temporal la sensación térmica se acerca “solo” a los -20 ºC. Siempre nos quedarán los “meteos” para avisarnos con antelación de las inclemencias venideras.

Síguenos en Twitter y en Flipboard

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_