No pudimos
No es una buena noticia que Podemos haya pasado en cuatro años de representar la posible renovación de un discurso a ser el principal obstáculo de la misma
Yo no celebro que Podemos se desinfle como un globo de helio una semana después de comprarlo en una feria. Pese a que no comparto la mayoría de sus diagnósticos y tratamientos, ocupa un espacio político con el que se identifica una parte considerable de la sociedad española (seguramente, mucho mayor que la masa de sus votantes, pasados y futuros) y su fundación abrió una oportunidad para adaptar varios discursos progresistas al siglo XXI, en un momento histórico en el que se encontraban agotados y sin capacidad de aportar nada a los desmoronamientos que se han sucedido desde 2008 (de la crisis económica a Donald Trump, pasando por el Brexit y el enquistamiento catalán, entre otras muchas cuestiones).
Casi desde el principio se intuyó que no iba a ser así. Con una estrategia electoral a la que no le empachaba el oportunismo más clásico, que llegó a coquetear con personajes como Jorge Verstrynge, con un gusto por la consigna cursi y mesiánica (“asaltar los cielos”) y con un tono tabernario e intimidatorio en el trato a los oponentes (especialmente si estos pertenecían a la izquierda tradicional, cuyo espacio buscaban colonizar), Podemos recordaba demasiado a la vieja izquierda de las capillas marxistas-leninistas, con purgas y culto a la personalidad del líder incluidos. De nueva izquierda solo le quedó el nombre y la mercadotecnia.
Cuatro años después de su fundación, Podemos se refugia en un discurso defensivo muy del gusto del núcleo más duro de sus seguidores. La semana pasada, en los actos de celebración del aniversario, el secretario de Organización, Pablo Echenique, vino a decir que este muerto está muy vivo. Y puso como prueba de su vitalidad que “el cártel que gobierna España y sus voceros se siguen gastando millones de euros en intentar convencerte de lo contrario”. El victimismo de siempre. La culpa es de los demás. En resumen: si no hubiera oponentes políticos y si todos los medios de comunicación nos dijesen amén, gobernaríamos. La existencia del mundo alrededor se lee como una conspiración.
También los escritores pensamos que, si no hubiera otros escritores y los periódicos solo hablaran de nuestros libros, dominaríamos el mercado. Ay, si nadie nos llevara la contraria nunca, qué fácil sería asaltar cualquier nube del cielo. Como hay muchos politólogos en Podemos, supongo que están al tanto de que ese modelo político sin oposición ni prensa en contra ya se probó en muchos países, y sigue vigente en algunos. Confío en que no lo crean deseable para España.
No es una buena noticia que Podemos haya pasado en cuatro años de representar la posible renovación de un discurso político a ser el principal obstáculo de la misma. No lo es para nadie. No hay nada que celebrar.
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