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Tribuna
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Acelerar la transición energética

Hay que ir hacia un modelo sostenible que sustituya la producción con fuentes contaminantes por energías limpias. Es necesario conciliar la satisfacción del aumento de la demanda con el cumplimiento de los objetivos climáticos globales

EVA VÁZQUEZ

La celebración de la cumbre One Planet, impulsada por el presidente francés Emmanuel Macron y que contó con la presencia de más de 50 jefes de Estado y de Gobierno, concluyó con un llamamiento a la comunidad internacional para actuar sin demora, ante el riesgo de que podamos estar perdiendo la batalla contra el calentamiento global.

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Ese riesgo está reflejado, entre otros estudios, en un informe reciente de Naciones Unidas que alerta sobre el diferencial existente entre la senda de emisiones a la que llevarían las contribuciones climáticas nacionales presentadas tras el acuerdo de París y los objetivos fijados entonces. Así, las propuestas de los países firmantes conducirían a un aumento de la temperatura global que superaría con creces los 3 ºC a final de siglo, frente a los 2 ºC comprometidos. De hecho, y después de tres años de estancamiento, las estimaciones del Carbon Disclosure Project indican que las emisiones mundiales de CO 2 volverán a crecer en 2017 hasta igualar el mayor registro histórico, debido principalmente al incremento en el uso del carbón, que sigue siendo la fuente de producción del 40% de la electricidad global y es el mayor generador de dióxido de carbono. Estos datos han llevado a Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, a afirmar que “la eliminación del carbón como fuente de energía es una prioridad”.

Y así lo han entendido también la veintena de países que han suscrito un compromiso para acelerar el crecimiento limpio y lograr la eliminación rápida y gradual del uso energético del carbón, alianza a la que se ha unido Iberdrola junto a otras grandes empresas. Entre los impulsores del acuerdo se encuentra Reino Unido que, tras establecer un suelo al precio del CO 2, ha provocado que la producción eléctrica de las centrales térmicas de carbón haya pasado de representar el 40% del total del país en 2012 al 9% en 2016 y a solo el 2% en el pasado mes de julio.

Es necesario contar con una política energética clara y una regulación estable y predecible

La transición energética hacia un modelo sostenible, seguro y competitivo que sustituya la producción con fuentes contaminantes por energías limpias e intensifique la electrificación de la economía mundial es la única solución capaz de conciliar la satisfacción del fuerte crecimiento de la demanda energética con el cumplimiento de los objetivos climáticos globales. Y es posible acelerarla, estableciendo la planificación energética adecuada para impulsar definitivamente la descarbonización de la economía y procurando un reparto justo de los costes de acción por el clima entre los diferentes sectores, de acuerdo con el principio “quien contamina, paga”.

Partiendo de un diagnóstico acertado, la UE avanza en la dirección correcta con iniciativas como el paquete Energía limpia para todos los europeos, impulsado por el comisario Arias Cañete. Porque, como bien afirmaba Manuel Marín, ex vicepresidente de la Comisión Europea, “el talón de Aquiles de Europa es la ausencia de una política común energética y el cambio climático difícilmente se podrá abordar si no somos capaces de determinar un modelo energético”. Como parte fundamental de ese paquete energético, la CE ha lanzado la Plataforma de las regiones mineras en transición, a la que se han sumado nuestras comunidades de Castilla y León y de Asturias. Esta iniciativa va a ayudar a las comarcas mineras a realizar una transformación hacia una economía moderna, sostenible y sólida colaborando en la creación de nuevos empleos, evitando el “éxodo” de nuevas generaciones y promoviendo las inversiones en nuevas tecnologías.

La tendencia imparable hacia las energías limpias exige aprovechar el enorme potencial transformador de las soluciones con las que cuenta el sector eléctrico. Para lograrlo es preciso contar con una política energética clara, y con una regulación estable y predecible, capaz de atraer los capitales necesarios para acometer fuertes inversiones que se requieren en energías renovables y redes. La seguridad del sistema estaría garantizada con un diseño de mercado que permita disponer de potencia firme y flexible para respaldar a las energías renovables, intermitentes por naturaleza, cuyos costes se han abaratado enormemente gracias a la madurez alcanzada por las tecnologías eólica y fotovoltaica. Los sistemas tarifarios, por su parte, deben reflejar adecuadamente los costes reales de producir, distribuir y suministrar electricidad a los clientes, liberándolos de las actuales cargas no relacionadas con el servicio, que en la actualidad alcanzan el 50% de las tarifas pagadas por muchos europeos.

Las tarifas deben reflejar los costes reales de producir, distribuir y suministrar electricidad

La financiación es el tercer vector imprescindible para acelerar la transición hacia la descarbonización de la economía. Organismos como el Banco Mundial han anunciado que a partir de 2019 dejarán de financiar proyectos de extracción de petróleo y gas; un grupo de importantes fondos de inversión y de pensiones, que gestionan más de 22 billones de euros en activos, va a exigir a determinadas empresas que tomen medidas efectivas para reducir las emisiones, mientras que otros han decidido desinvertir en empresas relacionadas con el sector del carbón.

Por lo que respecta a las empresas, Iberdrola se ha unido a otras ocho grandes compañías industriales en un compromiso para redoblar la financiación sostenible, desarrollando el mercado de deuda verde y destinando los fondos obtenidos exclusivamente a proyectos respetuosos con el medio ambiente. Es la hora de la acción y, como afirmaba el presidente del Banco Mundial, las fuerzas del mercado, los inversores y el sector financiero van a ser protagonistas de este movimiento, demostrando que la lucha contra el cambio climático no es solo un imperativo moral, sino que supone también una gran oportunidad de crecimiento y rentabilidad para el sector privado. Ha pasado el tiempo de las declaraciones. Contamos con un diagnóstico certero y conocemos las soluciones. Por tanto, compartimos las palabras del presidente Macron: “Todos tendremos que rendir cuentas si no actuamos”.

Por lo que se refiere a Iberdrola, continuaremos invirtiendo en energías renovables, en las redes necesarias para integrarlas y en almacenamiento a gran escala. Esas inversiones, a las que vamos a destinar 25.000 millones de euros hasta 2020, nos permitirán consolidarnos como una de las compañías eléctricas con menores emisiones y cumplir nuestros ambiciosos objetivos para reducirlas todavía más. Y seguiremos también comprometidos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, que hemos incorporado a nuestra estrategia empresarial y a nuestra política de sostenibilidad. La positiva evolución de nuestra compañía en términos de crecimiento, resultados, internacionalización, creación de empleo y riqueza para las sociedades de nuestro entorno demuestra que es plenamente compatible alcanzar objetivos empresariales de rentabilidad y contribuir al desarrollo social mientras se lucha decididamente contra el cambio climático. Una batalla de todos, una oportunidad para Europa.

Ignacio S. Galán es presidente de Iberdrola.

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